sábado, 10 de octubre de 2015

Podemos y Pablo Iglesias enfocan la política como un espectador televisivo

Cartel sobre Podemos.

  La tele tiene lo que tiene. Ahora el protagonista es Albert Rivera y el PPSOE sabe bien que lo mejor para desgastar a Podemos y Ciudadanos es que mueran de éxito. En muchos artículos, he expuesto algunas de las bondades del discurso de Iglesias, pero otras veces he denunciado como su protagonismo mediático lo estaba hundiendo en una pérdida progresiva de expectación en un país que se abraza todavía con efusividad al clientelismo de ayuntamientos y diputaciones.

  La anécdota de entregar al monarca la serie de Juego de Tronos me pareció infantiloide, un guiño irónico de alguien que tendrá una cuota de poder importante. Yo, que soy de la quinta de Pablo Iglesias y me crié con una serie legendaria como Policías de Nueva York y con el cine de Eisenstein y Marlon Brando, esperaba más de ese encuentro. Y es que Podemos mide tanto sus estrategias comunicativas y televisivas que al final puede extinguirse como los primeros discos de Eminem.

Podemos puede acabar siendo la canción del verano, de un solo verano

  Es cierto que ha desaparecido Monedero del escenario y que a Pablo Iglesias ya no se le ve en las tertulias, pero también es cierto que ahora asoman otros representantes, bien uniformados, pagados de sí mismos, con el mismo discurso neomarxista y todo me huele a espectacular y malsano. Todo me resulta demasiado monótono y previsible. Porque el enemigo de Podemos no es el sistema político, sino la televisión que se nutre de ese sistema, los libros que venden en el Carrefour y en el FNAC, sus moderneces como ser fanáticos de Juego de Tronos y debatir sobre los entresijos de su argumento en programas diversos.

  El enemigo no es el capitalismo salvaje, ni la corrupción, ni la casta. No. El enemigo de Podemos es el consumismo y la gente se cansa pronto. Porque la gente se ha acostumbrado a consumir cosas que no necesita y Podemos, con tal de salir en cualquier sitio, con tal de ser logotipo y marca del cambio, puede acabar siendo la canción del verano, de un solo verano.

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