miércoles, 28 de octubre de 2015

La fragmentación del Estado supone la pérdida de todo poder geopolítico



  Que el nacionalismo independentista considere como un objetivo prioritario la necesidad de escindirse de España es un hecho; por esa razón, son independentistas. Lo que parece claro es que esa sintomatología festiva y popular con la que se ha concebido el fenómeno de la separación de España no tiene en cuenta las consecuencias económicas que representa. O si las tiene, poco importan.

  Sin embargo, eso no preocupa al menos a aquellos que tienen la nómina asegurada desde la élite política. Lo que no se ha explicado todavía es el mar de fondo que se aloja en una posible balcanización de nuestro Estado. Ese mar de fondo pasa por la nueva situación geopolítica que se plantearía en lo que quedara de España y en el resto de Europa, y para esas comunidades que resolvieran al fin su pretendendida independencia dentro de la península.

  No está de más considerar que una comuna de pequeñas naciones pondría en evidencia una debilidad territorial y geopolítica. No debemos menospreciar que una coyuntura con una serie de microestados en unos límites tan complejos como en los que vivimos desde el punto de vista étnico y cultural revelaría una situación de fragilidad que podría ser fácilmente aprovechada, no sólo por una mayor dependencia económica de otros países, sino por posibles pruebas de fuego como fue el caso de la isla de Perejil.

  Seguramente, alguien juzgará este pensamiento como desquiciante y paranoico, nada que ver con la cordura del separatismo y con el clan Pujol, pero no está de más esta advertencia que, aunque parezca una quijotada, algunos antropólogos hemos visto repetida y ejecutada en tantos lugares del mundo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Tu Opinión es Importante, Deja Tu Comentario: