Sí, la pionera del bótox y la silicona ya no ha regresado como tampoco lo ha hecho Ana Obregón ni el coche fantástico. Tristes días para rememorar la dicha de aquellos momentos televisivos en que rubias californianas, con escote mesonero, me llenaban las tardes de la siesta y la post-siesta. Tuve hasta un póster y un recortable de aquella Pamela que corría por la orilla de la playa como ciervo que busca las corrientes de agua, Dios Mío, sin usar ningún tipo de bra, ni wonderbra, ni superbra, sino que todo estaba bajo el asilo del sostén Balconette.
Pero todo eso se ha perdido en el limbo de una tele casposa, que creía fervientemente en las Mamá Chicho y en Natalia Estrada. Yo quiero que vuelva Pamela con su vacuidad, con su rol de vigilante infantilizada y sentimentaloide, con su rol de monitora gym en Brazzer, de MILF que jugaba a un erotismo ingenuo con el placaje de un bañador rojo donde la lycra era una segunda piel. Qué le vamos a hacer, todo pasa y todo queda, como mi póster, como mi recortable, como esa California que parecía Eurodisney en la tele; ni problemas de obesidad, ni de violencia.
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