domingo, 29 de noviembre de 2015

Alba Ballesta y una novela metaliteraria, Rari nantes


   Llega a mis manos la primera novela de Alba Ballesta, Rari nantes, y, sin querer abusar de paternalismo, me sorprende el talento narrativo de esta joven oriolana por varias razones. La novela recurre a un tópico literario como es el ejercicio de confundir autor-personaje, pero lo interesante es su habilidad para manejar diversos niveles del relato donde la estructura y su evolución son tan importantes como la identidad psicológica de los protagonistas.

    Un profesor de instituto, Álvaro Aliaga, encuentra en una novela similitudes azarosas con su vida así que su aburrida existencia se transforma en una indagación sobre el creador de ese relato, descubriendo que quizá sea su propia biografía la ficción de un libro dentro de un maduro juego de personajes secundarios. Este ejercicio unamuniano que Alba Ballesta plantea como trasfondo de su trabajo demuestra un profundo conocimiento de diversos referentes literarios que, de forma explícita, van apareciendo a lo largo del texto.

  El costumbrismo, el hastío de las rutinas, el intelectualismo como un inútil ejercicio de protesta y un aire de decadencia y de frustración continua en los entornos que habitan los personajes convierten a Rari nantes en una reflexión sobre la banalidad del arte en estos tiempos, pero también en una revelación personal e intransferible de que la escritura es una forma de vivir intensamente más allá de lo cotidiano. La densidad de la narración por el detallismo minucioso de algunas descripiones, la necesaria lentitud de la vida de Aliaga y su apática visión del mundo calan en el lector.

  Solamente la literatura puede salvarlo, solamente averiguar de una vez por todas quién es, a pesar de su mundo monacal, podrá sustraerlo de esa posmodernidad que tan duramente critica Ballesta en algunos pasajes, especialmente cuando la monotonía abruma a Aliaga así como la soledad en la que duerme su vida interior hasta que la literatura lo despierte.

  Rari nantes ha sido publicada en Gadir Editorial y ha sido ganadora del Premio Joven 2014 de la Universidad Complutense de Madrid, en su XVI edición.
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domingo, 22 de noviembre de 2015

Una pelirroja y unos hipocampos

  Todos los muebles flotaban en el aire y el perfume de tu novio era el exquisito aroma que los muertos respiran una vez que los gusanos ayudan en la fermentación. No has sido una mujer inocente. Ni tu amiga que dibuja con sangre la cábala que resucita animales de metal y políticos que negocian con hipocampos en los vertederos. Que Dios nos pille confesados.

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Anna y las vestales

 Las sábanas reclaman el enunciado asertivo de tu sexo violento. Estás entumecida por la poesía de Rilke y por las armas que aparecen en las novelas de McCarthy. No suspires por la eclosión de los huevos, sino por la aparición de esas vírgenes suicidas que quieren alistarte en su ejército de difuntas vestales que roban niños una vez al mes.

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Puntos suspensivos

  El italiano ha muerto después de los puntos suspensivos y el restaurante cerró con la invasión de hormigas. Un escritor es un  ser itinerante y muerto antes de nacer. Los cuervos son preciosas joyas que se engarzan en la pechera del estilista. Yo he visto morir a los poetas en las encimeras y al italiano que los marcaba con una cruz en la frente. Los puntos suspensivos son cianuro para todo exégeta.

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viernes, 20 de noviembre de 2015

Los días extraños, de Manuel Rico

Poesía sobre lo fugaz




   No soy un experto en la poesía de Manuel Rico, pero hace unos meses llegó a mis manos su nuevo libro, Los días extraños, publicado en Valparaíso Ediciones, y ha sido reveladora como en textos anteriores del autor  esa intensa nostalgia que genera cada uno de sus poemas. Nostalgia en griego antiguo significa regreso y esos días extraños, extranjeros, bárbaros, a los que Rico se refiere en su título son una meditada introspección sobre el sentido de existir. El poeta es un contemplador que usurpa sus lugares comunes para reinterpretarlos, para asumir diferencias sutiles que aboguen por una nueva existencia más vivificadora, lejos de su mortal huella.

   Lo que emociona de estos poemas es la capacidad para evocar desde la atmósfera envolvente que exuda el terreno agreste, el detalle casual de los interiores de las casas solariegas o los paseos por la sierra. Todo resuena como una experiencia vivida también por nosotros, una resonancia fatal que, de la nostalgia, nos conduce a saber que alguna vez desapareceremos de esos rincones que, sin embargo, permanecerán. La autenticidad de su voz no surge solamente de esa madurez técnica, sino también de una sabiduría recóndita, chamánica, extraña, que relaciona el paso del tiempo con una clase de severa resignación, de inútil padecimiento, donde a veces la alegría aparece como una esencia inconsistente, pero necesaria, para que recordar no sea una experiencia inasumible, sino una experiencia envidiable y llena de matices desconocidos.

  En Los días extraños se halla la serenidad del tiempo detenido cuando el recuerdo deja de serlo para tornarse en premonición, en una clase de vértigo silencioso que genera esa mirada compasiva y no menos terrible de la presencia de los ausentes, de los recuerdos que no se volverán a vivir de la misma manera o sencillamente ya no se volverán a vivir. Los versos de Rico no están exentos de un ritmo prosaico, de aforismos contundentes, de breves anotaciones que convierten estos días en un cuaderno de bitácora donde ser feliz es presentir que lo hemos sido. Por alguna razón, la memoria voluntariamente trata de elaborar ese crisol de imágenes para que no suframos conscientemente. Para que merezca la pena sobrevivir pese a los reveses y los años.

   "El mundo florecía en la página y en el borde dudoso/ de solapas reescritas con fines comerciales./ Como un pájaro atrapado en su vuelo,/ como la novedad extraña que nos parece ajena/ mientras nutre/ el tiempo no poblado, las horas vírgenes,/ con miedos y quimeras, con certezas y dudas,/ con la chispa del ángel destruido,/ con el vino aviejado de los bardos nacidos al poema/ y sus trampas/ en un siglo tan duro como el veinte". (pág. 77).

   "Envejecidos, a veces, los encuentro/ en las lecturas: rostros que fueron luz/ y casi adolescencia, gesto/ de asombro, que ahora lucen/ la densidad del tiempo y sus excesos,/ sus raíces, sus sombras, su noticia avergonzada/ de la vejez". (pág. 83).
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Caronte y la mujer del parche

   Las mujeres explotaron de placer y el confeti dibujó el nuevo sendero de la iluminación. La mujer con el parche dirigió su mirada unívoca al Infierno, mientras Caronte la despedía, abrumado por los gritos de la orgiártica fiesta. Los chivos incansables la rodearon también a ella y, como no tenía miedos infantiles, dejó que la violencia la poseyera hasta la eternidad azufrada.

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viernes, 13 de noviembre de 2015

Luz y Mercadona

   Todos los alquimistas la reclamaron para el ejercicio. Luz del fuego en sus hebillas y el arma empuñada. No hay más que decir, salvo que las lentejas se le quemaban y que una noche confundió un oso con una mofeta. Todos los alquimistas la reclamaron para quebrar piernas a los éforos de Mercadona.

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Suicidio virgen

  Todo suicidio es virgen y los payasos lo saben. Por esa razón, aman las figuraciones con lencería blanca y meriendan en los patios en los que las quinceañeras se asoman para conversar con el delgado viento. Los alambres se anillan alrededor de los meñiques y los payasos exploran el dolor de la incisión. No caminan los bueyes por estos lares y comentan los payasos que el maquillaje los ahuyenta como ahuyentan todos los espectros.

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domingo, 8 de noviembre de 2015

El suicidio del gorila

 Me han deprimido las noticias sobre el suicidio del gorila y que tus manos amputadas hayan recibido el castigo que no merecían: manos que ascendieron por la fachada de Wall Board en busca de los anillos del Rhin. La muchacha que las capturó se llama Camile y es conocida por su lengua bífida y por ser la tatuadora del cercenador de cabezas. Me ha deprimido que, en mi mundo, las rarezas sean ya un tópico, una costumbre tan frecuente como los corruptos y las babosas en los charcos de agua marina.

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viernes, 6 de noviembre de 2015

Románico después de asesinar

 Estudiaba Clásicas y el repecho se le hizo duro. La espada pesaba demasiado y quiso Dios ver que el sacrificio daría sus frutos, hermosa muchacha. Te has corrompido en la fuga, desquiciando la serena paloma que se guarda detrás del armario.

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