Todos los alquimistas la reclamaron para el ejercicio. Luz del fuego en sus hebillas y el arma empuñada. No hay más que decir, salvo que las lentejas se le quemaban y que una noche confundió un oso con una mofeta. Todos los alquimistas la reclamaron para quebrar piernas a los éforos de Mercadona.
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