viernes, 27 de enero de 2017

Alumnos de Tercero y Cuarto de ESO del IES. Tháder asistieron a una ruta guiada por el Palmeral de Orihuela.

El pasado jueves, 26 de enero, alumnos de Tercero y Cuarto de ESO del IES. Tháder, de Orihuela, asistieron a una ruta guiada por el Palmeral de Orihuela, donde José Jaime Moya y A. B. Jara, miembros de la asociación El Palmeral Vivo, explicaron el valor ecológico de este vergel que tenemos en nuestra ciudad.
Los Baños de San Antón, los azarbes y acequias, la casa del palmerero, los invernaderos fueron algunos de los lugares que se visitaron a lo largo de la mañana, concienciando a las nuevas generaciones de los problemas medioambientales a los que se enfrenta nuestro palmeral, un patrimonio de la ciudad de Orihuela con múltiples posibilidades divulgativas, ecológicas y turísticas.
La actividad del IES. Tháder es el principio de una serie de iniciativas divulgativas que esta asociación empezará a promover por diversos centros educativos.

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sábado, 21 de enero de 2017

Recordarte

Recordarte, vivir en la lenta o inmóvil quietud. Elevarnos hasta aquí, proceder a la mutilación que nos parece minuciosa al caer sobre la hojarasca.


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lunes, 2 de enero de 2017

Mi hermana la vida, de Borís Pasternak


Después de muchos años vuelvo a leer Mi hermana la vida, de Borís Pasternak, libro que reseñé en la revista de creación Empireuma hace quince años. Ahora vuelvo al mismo texto y a la misma traducción, la de José Luis Reina Palazón, publicado por Alfar, y sobrecoge esa visión del mundo, sutil, elegante, pero no exenta de un misticismo que nace del sufrimiento personal y colectivo: "Y los estanques, jardines y vallas y de blancos gemidos el universo hirviendo - pasiones son descargadas que el corazón humano lleva adentro" (pág. 51). 
Lo que transmite su poesía es una visión compleja del mundo, donde lo religioso y lo pagano se mezclan para crear una especie de mundo personal que no es solo propiedad del autor, sino también una especie de traslación de un pensamiento colectivo, en el que la exclusión y el dolor de la exclusión figuran como motivos de los versos: "Sobre el muro se deslizan las agujas. La hora se asemeja a una cucaracha. Basta, para qué tirar los platos, tocar la alarma, romper las tazas" (pág. 57) No hay sentimentalismo ni artificio en este autor, sino una puesta en escena en la que la naturaleza figura como un espacio que se involucra en la aflicción del poeta, un actor, y cuya eternidad y mutismo no se alejan de lo humano, al menos de aquellos hombres y mujeres que viven en la polución de un orden político que los margina.
La nimiedad descriptiva de algunos versos nos obliga a asumir que lo humano está a merced de la naturaleza y que nada puede escapar a su depredación, a su solitaria depredación. El mal está hecho. El mal es una condición humana y ahora solamente la palabra, la palabra como una experiencia creativa que proviene de la contemplación, puede asegurarnos que el porvenir será tan previsible como lo es cada acción de la naturaleza, sin retorno, tan propia y sin fisuras. Nada que ver con la esencialidad humana, con su burda estrategia de evitar la muerte: "Como si palpara el mediodía a través del sueño: al sonido de la cantina, al almuerzo, vacilan las mesas en los despachos vacíos" (pág. 67).
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Reikiavik, una obra que nos devuelve al poder chamánico de la interpretación


En el caso de Reikiavik, la obra de teatro escrita y dirigida por Juan Mayorga, nos encontramos con un texto y unas interpretaciones que sugieren desde su polifonía semántica. Y eso no es fácil. Las interpretaciones de César Sarachu y Daniel Albaladejo son soberbias. Lo pude comprobar anoche en el Teatro Circo, de Orihuela, en Alicante, después de que la obra hubiera recorrido varios escenarios de toda España. Hace un año no pude verla en Madrid. No quedaban entradas y ahora entiendo por qué.
No veía algo parecido en mucho tiempo, pero es ese texto de Mayorga lo que convierte a esta obra en un ejemplo de excelencia literaria con múltiples niveles de lectura.
Un estudiante de instituto, interpretado por Elena Rayos, curiosea con un tablero de ajedrez en un parque. De repente, aparecen dos hombres que apenas se conocen, pero que juegan a menudo allí mismo. Un debate sobre quién ha sido el mejor jugador de la historia nos abre a una teatralización de personajes y figuraciones donde Bobby Fischer y Boris Spassky vuelven a representar aquella memorable partida de 1972 en Reikiavik. Allí se jugaba algo más que el título de campeón mundial de ajedrez.
Ritmo frenético en las intervenciones, la esencia de Ionesco y Beckett, un texto lleno de sutiles metáforas y de voces con personalidad y lenguaje propios convierten a esta obra de teatro en ese ejemplo necesario donde uno vuelve a creer en el virtuosismo de la escena y en la versatilidad de actores y actrices que sobre todo cuentan una historia. Echaba de menos algo así en el teatro de este país.
Enhorabuena a Elena, a Daniel y a César.
P.D.: Y no sé jugar al ajedrez.
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Qué derrota


Qué derrota. 
Al filo
de la vida. Siempre lo dices.
Tus ojos
o los pájaros. Miras y no están
¿Quiénes? 
Los que escribían
cartas cada sábado a un padre ausente.
En una mesa color caoba,
bajo la heredada lámpara.
Mamá, mamá. Polvo
en tus labios. La coraza.
Los insectos en tu frente.
Reías y mirabas
como miras ahora.
Detrás de ti.




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No lo es


Pero no lo es,
ni siquiera ese esfuerzo
por el que ahora crees que alguien
morirá. Nadie morirá
por culpa tuya. Es el viento,
solo ese viento y el trigo
por el que te abres paso,
como si una cortina de fuego
quisiera extinguirte.



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