martes, 30 de septiembre de 2014

Regresando al imaginario de Don Delillo

Regresando a la novela Cosmópolis



    Regreso a Cosmópolis. La prosa que se mueve entre la vanguardia de Philip K. Dick y la crítica visionaria de Anthony Burgess. Como lector, experimentas la hipnosis de esos ciudadanos zombificados que obedecen a la dictadura del capital, a una organización sistémica que está por encima del bien y del mal. La lucha de contrarios no existe, ni la posibilidad de enmienda, ni los cambios en la conducta. Solamente el daño y las ratas. Cosmópolis es el mundo que traerá la libertad de las tarjetas de crédito y de los clubes filantrópicos.

  Todo está determinado por una prosa hipnótica, llena de metáforas que llega a convertirse en una aglosia que asume lo irracional como una vertiente más dentro de las existencias espectrales que conviven en la ciudad. Una estrategia improductiva dentro de la comunicación. La comunicación interpersonal responde a un código cifrado, a un sociolecto que calibra entre los sentimientos más desgarradores y un automatismo que no dice nada de los personajes, tan solo llena el hueco de un tiempo sin medida, sin origen, sin conclusión.

  Todo apunta a que los sentimientos han quedado relegados a lo previsible. La espontaneidad está excluida, pues lo asimétrico, la variación, no existe en el mundo de Cosmopólis, salvo en ese momento en el que el protagonista descubre su soledad y su fracaso. Su apatía está determinada por no haber aceptado que no todo en la vida es controlable y ordenado. El caos no tiene vigencia, pero subyace en la evolución de los acontecimientos, en la evasión de la felicidad, en la división de las clases sociales. Las pantallas, las cifras, la promiscuidad, la violencia y los chequeos médicos son factores que también contempla el capitalismo y de los que extrae una interesante rentabilidad. Cosmópolis muere en Cosmópolis, una distopía que es metáfora de los condenados hombres que han seguido la doctrina de las computadoras y los mercados antes que su instinto.

   Todo está enrarecido, todo bulle en una sustancia gris y neblinosa donde los carteles publicitarios flotan en una desesperada inclemencia. Regreso a Cosmópolis y evito, ahora que aún puedo, destripar la técnica de la novela. Don Delillo sabe que solamente es explorable su trabajo desde esa simbiosis que el lector mantiene con ese mundo increíblemente real, tan real que parece quijotizado. Y es mejor no hablar de lo que no se conoce o de aquello que se incuba en nosotros y nos consume lentamente.
Leer más...

Los verdaderos nacionalismos se llaman Burger King, Nike y American Express

Mi artículo en Mundiario sobre los nacionalismos.   


  La bibliografía sobre los nacionalismos es inabarcable. Tengo mis dudas sobre las bondades de los movimientos independentistas. Europa se balcaniza porque, además del orgullo patrio que alimenta a algunos territorios, existe una crisis económica donde no se ve la luz al final del túnel y unas corruptelas políticas incontestables. Pero nada va a cambiar aunque parece que vaya a cambiar todo. Porque, por encima de las patrias y las naciones, está Repsol, los ipads y un lenguaje universal que va más allá del inglés y del chino: Facebook.

   Por mucha reivindicación nacional, por mucha intentona secesionista, por muchos referenda sobre las potestades y fronteras de un pueblo, Burger King, la American Express y Carrefour gobernarán los pueblos per secula seculorum. Porque el capitalismo tiene esa habilidad camaleónica de mimetizarse con cualquier lenguaje y presume, además, de esa tolerancia que acepta cualquier pensamiento, por muy rebelde que sea, siempre que lo pueda rentabilizar económicamente. Por mucho que quiera Artur Mas pasar a la historia, que lo hará, su memoria simbólica será ceniza porque, por encima de sus intereses, de sus sentimientos engolfados, de su discurso inflamado de metáforas, estarán Nestlé y Pepsi.

   Sí, Artur Mas estará en esos libros de historia de Primero de ESO donde los adolescentes pegan mocos y dibujan pollas mientras se duermen en el pupitre. Artur Mas estará en esos libros de historia que comprarán los padres en el Carrefour junto al Fairy, la comida de perros y el tinte de L´Oreal. Es triste. Y algunos aún no lo entienden. Porque el nacionalismo, independientemente de su origen, está absorbido por otro mayor que proviene de Morgan Stanley, Nike, One direction y los paraísos fiscales. Jordi Pujol lo tenía muy claro. El subidón quedará en nada, aunque Cataluña y Escocia consigan la independencia y los españoles sigamos pensando que somos hijos de El Cid después de que los árabes vivieran ocho siglos en la península.

  Detrás de la balcanización sigue existiendo un lazo consanguíneo que nos hace a todos hermanos de la misma madre Microsoft. Es duro aceptarlo. Lo sé, pero la independencia y el verdadero nacionalismo pasan por tirar al contenedor de la esquina tu Xperia y ese Lacoste con el que vas tan guapo a las bodas. Sí, se lo escuché a un borracho, Artur. La gloria es una estatua que cagan las palomas. No queda otra.
Leer más...

lunes, 29 de septiembre de 2014

No dejes que Nikki Benz maneje una batidora antes de que vayas a la iglesia

Nikki Benz.

  No era la angustia por haber leído nuevamente El extranjero, sino que el frío nos estaba envenando y no bastaba que durmiésemos abrazados. Habíamos dado por muerta a la batidora en la cocina hasta que escuchamos el zumbido metálico en algún punto de la casa. Nikki se tomó una pastilla para seguir soñando con carreteras y aparecidas, pero yo, después de besarle un pecho, me levanté y seguí al hipnótico gorjeo que no cesaba.

  Allí estaba, girando en el vacío, suspendida en el aire, recién resucitada. Prometo que es cierto todo cuanto digo: que la batidora se lanzó contra mi rostro imberbe, que pude esquivarla con el bastón de marfil, que caí al suelo mientras la batidora volvía a su dimensión espacial. Los astros titilaban más allá de los muros y el flujo de agua que los grifos exprimían se perdía entre las grietas de la loza. Jamás había tenido una visión así de morganática. Luego, cuando Nikki se levantó y me vio azorado enfrentándome a una nube de polvo, comenzó a reírse y, en su desnudo, comprobé la excelencia de Venus, el porte magnífico de esa mujer que reclama toda la vaselina de la farmacia para embalsamar sus extremidades. Nikki me empujó. Nikki preparó café y se fue a la cancela de la puerta con su top y sus mallas sin otro propósito que contemplar la ruina del paisaje que se cernía sobre nuestro espectral vecindario.

  La batidora no existía. Nada había sido real, pero sí verosímil. Un profesor de Ética que tenía un ojo de cristal me había enseñado la diferencia. La batidora era la metáfora de un complot entre mi adicción a los batidos de proteínas y la música de Parker. Nikki hacía estiramientos y, antes de sacar su puré de algas de la nevera, volvió su rostro vicioso y, sin apenas abrir los labios, dijo: "Tenemos que comprar una batidora. De camino a la iglesia, hay una tienda de electrodomésticos. No puedo vivir sin la puta batidora. Mis purés y mis cremas se merecen una máquina de última generación". Los glaciares se derritieron y la capa de ozono vibró bajo las galaxias. Nikki me besó en la boca y la música de Nielsen se escuchó bajo la alfombra. Volví a la cama y los cefalópodos del congelador comenzaron a inquietarse.
Leer más...

Un relato antropológico sobre la lucha de los hombres

Mi artículo en Mundiario sobre el cine de John Ford.

Fotograma de Centauros del desierto.

  Me pide un amigo que escriba sobre el cine de John Ford. Pero yo no soy más que un cinéfilo que ha conocido a los clásicos en VHS y DVD. Hijo de inmigrantes irlandeses, John Ford ha sido sobre todo una escuela literaria para mí y cada una de sus obras se define como una extraordinaria lección antropológica. Una vez Steven Spielberg aseguró que Centauros del desierto es esa película que ha inspirado todos sus trabajos hasta el momento. Es cierto y de hecho algunos planos de Salvar al soldado Ryan coinciden con los de Centauros.

  Cuando me refiero a escuela literaria y a lección antropológica, declaro que el cine de Ford tiene las virtudes del artista que consigue que su técnica resulte espontánea, que todo lo que narra fluya con naturalidad, con los excesos y recursos retóricos justos para que la película nos involucre en su historia y también en su dimensión de espectáculo. Inolvidables relatos sociales son Las uvas de la ira o Qué verde era mi valle. Todo lo que fluye en el cine de Ford fluye acorde a un ritmo interior semejante al de la vida misma, con una honda preocupación por los espacios desérticos en el caso de sus westerns que acaban por determinar la conducta de los personajes y de la comunidad en la que viven. Fort Apache, Centauros y La legión indomable recuerdo en estos instantes.

  Su cine es un relato sobre las fronteras, sobre la difícil convivencia entre culturas que someten y aquellas que son sometidas, una visión de la incesante lucha del hombre americano por la conquista. Qué puedo decir de Río Grande por ejemplo.

   A Ford lo mueve una pulsión romántica cuando caballos y caravanas cruzan el desierto, cuando, detrás de la anécdota y los enfrentamientos entre vaqueros e indios, encontramos ese mensaje mesiánico donde el western es símbolo del éxodo del pueblo judío, la llegada a la tierra prometida. Los ancianos, como el propio Moisés, mueren antes de pisar el umbral de ese territorio glorioso por el que tanto se han sacrificado. Los bailes, el costumbrismo, la ironía de los diálogos, la crudeza de la supervivencia en la soledad de los collados, la mano de una mujer que abre la puerta para buscar a un hombre mientras la cámara registra el desierto blanco de la América más inhóspita. Todo eso es John Ford, Pedro, amigo.

  Siempre me sorprendió de este director su capacidad para describir con una limpieza exquisita los paisajes abruptos, los relieves marcianos de un mundo que no parece reconocible, en el que caballos y hombres, en simbiosis con ese suelo infernal, luchan por unas creencias. Porque Ford, con su carácter intransigente y excéntrico, era ese poeta que continuamente trabaja para encontrar la excelencia de un cine donde lo importante es la aventura más que cualquier otro aspecto. Sin saberlo, en esa búsqueda de la aventura, su estética es sublime en cuanto a técnica, aunque a veces parezca tosco, porque a él le puede el mensaje y el entretenimiento, y, para lograr esas virtudes, se implica inconscientemente en unos encuadres idóneos, en unos planos increíbles como en La diligencia.

  Me gusta el cine de Ford porque se inspira en una visión del ser humano que no renuncia a la brutalidad, a la violencia, ni a la compasión. Instintos primarios que subliman los personajes a través de misiones  odiseicas. Su cine no tiene espacio ni tiempo y eso lo convierte en clásico. Trabajador incansable, herido en la Batalla de Midway, John Ford es un lenguaje en sí mismo que define los orígenes míticos del imperialismo que gobierna nuestro mundo.
Leer más...

El sosiego, la errata, la mística de George Steiner en la incertidumbre


   Recogemos la simiente. Aún recuerdo las manos terrosas de mi padre incrustadas en la arcilla donde nada crecía. Las varas del cáñamo zarandeadas por la brisa caliente ocultaban el río en forma de serpiente. La literatura era sosiego, el mundo inalcanzable tras la cortina de niebla o bajo las lenguas de barro donde nuestros antepasados ahora permanecen.

   Hinojo sobre los montículos. Verderoles raseando la hierba amarilla. Mis manos no son las manos de mi padre. Mi rostro se confunde con su reflejo sobre las charcas que supuran en las márgenes. Hay una cruz de ceniza delante de mis pies y las sombras que se escurren me señalan la piedra blanca donde mi padre y yo almorzábamos. Mi vida pertenece a esos recuerdos. De nada vale lo que ahora percibo. Es inútil que permanezca abrigando más esperanzas de que todo regresará al mismo punto.

   Estoy vacío y el lenguaje del paisaje me atraviesa por los siglos que vendrán. Leo en Errata, de George Steiner: "Crecí poseído por la intuición de lo particular, de una diversidad tan numerosa que ningún trabajo de clasificación y numeración podría agotar. Cada hoja difería de todas las demás en cada árbol (salí corriendo en pleno diluvio para cerciorarme de tan elemental y milagrosa verdad)".
Leer más...

Angeline Valentine, el látex, mi dedo sobre la almohada y la ópera Fidelio.

Angeline Valentine.

  Joder, me cago en Satanás, eso dije, mientras el dedo se retorcía sobre la almohada como una oruga feroz. Allí estabas, Angeline, con tu traje de látex y el cuchillo japonés. Querías que nuestra última fantasía tuviese un ligero aroma a Hostel. Dios, cómo odio esa película y todo comenzó, aún lo recuerdo, porque yo prefería Fidelio a los cuartetos de cuerda. Pero tú amabas demasiado la mística dimensión de Beethoven, el manejo de los silencios y el contrapunto. Y no soportabas que el músico excelente hubiese perdido tanto tiempo en una ópera que no superaba a ninguna de Mozart.

  El aro de humo, suspendido en la habitación, era el aura del fin de los tiempos, una metáfora de lo que sucedía en la calle. La huelga de ómnibus había puesto a la ciudad patas arriba y el pedido de consoladores y gomosos pináculos no había podido llegar hasta donde nosotros vivíamos. No era suficiente que el incienso, al aspirarlo, nos regalara su relato de ciervos incendiados y mujeres toro.  Querías que fluyera la sangre, que mi dolor fuese ópalo para tus labios. El incesante viento del norte te trastornó y yo caí en la trampa.

  La discusión sobre Beethoven, Angelina, me mostró una faceta que desconocía. Tu mirada se tornó abisal y los tatuajes de tu espalda se volvieron turbios, inasumibles para esa realidad lasciva y corrupta que yo había concebido para ti, ofreciéndote mi BMW y toda clase de juguetes penetrables. Qué ridículo hice. Mi dedo amputado ante mis ojos, un símbolo de la brevedad de mi virtuosismo fálico. De nada me servía pensar ahora en algunos versos de Juan Ramón.

  Carcajeabas y tu ombligo, raíz del árbol de Porfirio, era ese tercer ojo que me miraba con ansia de destrucción. Lo sé, Angelina, no era solamente tu ombligo, sino también tus preciosos intestinos, tus cervicales y esos salivados senos los que te conducían siempre a esa perdición, a que te arrastrases por el fango pensando que nadabas en leche de burra. Lo siento, pero mi dedo no es mi fin, es la prueba de que abandonarte ha sido lo mejor. De hecho, los conductores ya no están en huelga y las tiendas de adornos de Navidad han vuelto a abrir en la Plaza Iriarte. Beethoven también me estaría agradecido.

  Me voy a comprar insecticida y mayonesa. Abrazos.
Leer más...

jueves, 25 de septiembre de 2014

El sueño soñado

  No quedan rastros. Las palabras son un reflejo. No he querido que confundas la luz con los fondos barridos por las corrientes en los que cadáveres de peces fosforescentes acaban por fosilizarse. Ayúdame a seguir en esta realidad. Deja que mi mano acaricie la tuya y que las garzas fluyan hacia la lejanía. No soy más que el reflejo de un sueño soñado.

Leer más...

Mi prima se llama Marie Claude

  Mi prima se llama Marie Claude y devora helados de una forma histrofónica. Los estrombocitos que desprende su boca se convierten en esquirlas de luna cada vez que mi alucinación es sustituida por esa realidad frenética que choca junto a los neutrinos. Mi prima se viste con Rory, camina despacio con tacones de xanú y sabe tirar muy bien la cerveza. Mi prima vive en la casa de un árbol y, cuando llega mayo y la visitan los streamers o los trombys, se desnuda y se pasa las horas mirando el prisma que guarda su ombligo.

Leer más...

Adictos al Trankimazin

El alargamiento de pene y una mujer de tres pechos



   Las operaciones para alargamiento de pene han aumentado este último año como el consumo de Trankimazin para paliar la ansiedad. Me entero de que una mujer de Florida se va implatar una tercera glándula mamaria con la que saldrá en televisión y en una serie de reportajes fotográficos. La mujer dice llamarse Jasmine Tridevil y tomó su decisión para dejar de ser atractiva a los hombres.

   Los libros no arden en las plazas. Algo peor. No se leen. La metáfora de Bradbury en 451º Fahrenheit se está cumpliendo a rajatabla. Editores y escritores andan desquiciadops con los índices de ventas. Muchos de ellos pensaban que copiando a Coelho y a Follet saldrían del agujero. Los implantes mamarios en adolescentes parecen haber sido el último regalo de estos reyes y el abandono de perros es cada vez mayor según pasan los veranos. Y no deja de soprenderme cada boutade porque, en el fondo, hay mucha poesía de Lautréamont detrás de estas metáforas odiosas con las que convivimos cada vez que despertamos.

   He leído sobre Jonah Falcon que fue detenido en un aeropuerto por llevar un bulto extraño en la bragueta. Resultó que era su pene. Medía 28 cm en reposo. Una clínica en Barcelona desarrolla programas de atención a adictos al sexo online. Muchos de los pacientes son consumidores de cocaína y alcohol. Me cuenta mi otorrino que le llegan demasiados jóvenes a la consulta con adicción al Vick´s Nasal y en sus rostros lee desesperación y nerviosismo.

  Alguien dirá que todo está corrompido, que todo está sumido en una densa capa de alquitrán, pero a mí este mundo me encanta, porque declara que somos más que hombres, quizá esos espantajos que cayeron en un bidón de residuos químicos para creer en algo que no fueran los dioses. A esto hemos llegado después de tanto progreso. A la música de Bach, a las felaciones de Audrey Bitoni y a la eficaz ingeniería que se oculta detrás de la silla eléctrica. Amén.
Leer más...

Muerte de las palabras

Los labios de Virginia Woolf y una pintura de Hopper


  
   No estás sola cuando las palabras que repites suavizan el arco de tus labios. Las palabras mueren al pronunciarlas porque son ínfimas para un mundo que se expande a la velocidad de la luz. Qué poco somos y, sin embargo, hay suficientes razones para que la prosa de Woolf acierte con esa lucha entre lo escrito y el papel en blanco. La muerte de Virginia era un acontecimiento previsto desde la primera vez que escribió su nombre en una cuartilla. Porque la muerte es un acto que imita la breve vida de las palabras.

   Palabras que surgen del pozo para desaparecer en la luz o en la oscuridad que escrutamos tras las cortinas. Porque, en palabras de Jabès, un libro donde el universo no tuviera sitio no sería un libro. Los ríos fluyen y no veo su desembocadura. Las palabras fluyen y el glaciar apenas se erosiona. Me escondería tras un perfil que Edward Hopper esbozó en algún momento como un intento de superar el fin, de ir más allá de lo real porque es decepcionante que el mundo se limite a lo que percibimos.

  Los significados poéticos, los símbolos, son la estrategia que se oculta tras la montaña. No quiero decir que se ocultan exactamente, sino que son visibles desde la mirada fustigante e indagadora del artista. Porque el mundo no está ahí, frente a nosotros, para ser contemplado, sino para ser indagado. Dostoyevski lo intuye en su relato El sueño de un hombre ridículo: "Me mostraban sus árboles y no alcanzaba a comprender aquel grado de amor con el que los miraban: era como si hablaran con seres semejantes a ellos mismos".
Leer más...

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Confiando en la escritura de James Salter

Para sobrevivir a esta realidad




   No queda rastro de tu cuerpo. Las palabras trazan un armónico círculo. Son esas piedras con las que cercábamos los troncos. Los fresnos parecían animales surgidos de la oscuridad, vacilantes, eternos. Leyendo a James Salter compruebo esa sinceridad del vacío y de la quietud cuando me dejas a solas y ya tu cuerpo no importa salvo en algunos recuerdos en los que no me reconozco.

   Acabas de desvanecerte entre las olas de luz que se pliegan al llegar a las orillas: "Ella se cepillaba el cabello. Podía oír sus movimientos acelerados, rítmicos. Se hallaba frente a su imagen en el espejo, sin ser siquiera consciente de la presencia de él. Nile era como una carta depositada encima de la mesa, como el libro de Gogol a medio leer, como el vino". La prosa de Salter es concisa, tan concisa que su asepsia asciende a una poesía limada de excesos, indagadora hasta el punto de recrearse en esa sensación de eternidad que hay tras la lentitud de cada uno de nuestros movimientos: "En la calle descubrió por todas partes una especie de caos; en las oscuras ventanas, en los reflejos, como si de pronto se hiciera visible para él. Le daba la bienvenida, le alababa. Los enormes neumáticos de los autobuses rugían al pasar. Era la última hora de luz".

   Todo está desierto más allá del fuego que ocultan las páginas. El paisaje es ruina del paisaje y la ciudad duerme en el ojo de la mariposa. Tened piedad, vosotros, los amos del cetro, de los que aún confíamos en la música de la frase.
Leer más...

Madonnas del siglo cibernético

Puma Swede, Lisa Ann, Nikki Benz y la Bitoni



   Hay adicciones invisibles. Adicciones cargadas de brutalidad y de poesía. Cuerpos que se agitan en la turba, sobre imperiales divanes, a cuatro patas, tras una cortina de agua, bajo la luz líquida de unos focos que registran lo erógeno y lo prohibido.

   Tras la comedia, Nikki, Puma, Lisa y Audrey entran en acción, rescatadas de las olas sagradas que la espuma del semen uránico concibió para un disfrute perpetuo. Cada imagen, cada vídeo, que se repite una y otra vez, que se descarga, es una visión cibernética, artificial y sublime de un deseo extremo donde la felación y la orgía nos transmiten que somos humanamente perniciosos, seres acabados en el consumo de unas actrices que han dignificado el exhibicionismo y el hardcore a través de lencería parisina y cuentas bancarias similares a las de la Bündchen.

   No me pregunto si son maravillosas conversadoras, si escuchan a Miles Davis, si leen a Faulkner con devoción y profundidad. No. Porque su talento es otro, quizá sea su disposición a convertir lo pornográfico, el tabú, el sexo más pragmático y cutre en una entelequia, en un imaginario propio donde uñas de porcelana, extensiones, tinte rubio y tacones de aguja se convierten en la sintaxis de un lenguaje poético que me recuerda a Bukowski y a algún cuento de Salter.

   No creo que existan de verdad, creo que Puma y Lisa son programas de Microsoft, muñecas con una biografía inventada que ejecuta algún virus informático o alguna página web en un sótano de Minnesota para que soñemos con unas Madonnas que ya hubiera querido Botticelli en su lúcida inventiva. Internet las trajo y ahora son tan importantes en la vida de tantos seres humanos que, para bien o para mal, marcan las preferencias de unos cánones de belleza imposibles. Son las donas angelicatas que trajeron los cirujanos y la intratable posmodernidad.
Leer más...

Una canción de Aznavour para Sonia

 A Sonia Madrid

Era esa canción de Aznavour la que nos hizo regresar al mismo punto del parque. Quizá, que fuésemos niños nuevamente podría ser una excusa perfecta para superar el fin. Tus manos se hundieron en las hojas y ese acto espontáneo estaba escrito en mi memoria. Las palabras son un déjà vu que nos regresan al mismo banco donde solíamos mirar la inclemencia sobre los álamos. Nadie nos acusó de ser alguna metáfora en esa canción tan conocida de Aznavour.

Leer más...

domingo, 21 de septiembre de 2014

No te maquilles más así

   Mueves mi mundo. Las cuerdas no se aflojan. En la vasija de plata aún quedan restos orgánicos. Tu cuerpo es una hierba. Los cuadros de Rothko arden a tu paso. Las nubes se han trasladado a otras fronteras. Las maletas llenas de ardillas bloquean el paso del ferrocarril. Mi prima te ha seducido también y la noche no existe porque la luz de los continentes sigue su andadura en los abisales. Cetáceos invisibles pueblan nuestro jardín hasta mañana. No te maquilles más así que me excitas demasiado.

Leer más...

sábado, 20 de septiembre de 2014

Mutantes y brisas

   Te has quedado de piedra. Los contenedores arden al otro lado de la tienda de palancas. Los hombres que conocemos han huido con las ardillas y una maleta llena de placebos. Todos los peces flotan en el agua de los ríos mutantes. Es un espectáculo horroroso; espero la brisa blanca y que tus senos me obliguen a aferrarme a esta vida donde los excrementos y la corrupción gobiernan televisiones y periódicos. Solamente tu belleza artificial me alivia tras las cámaras.

Leer más...

jueves, 18 de septiembre de 2014

La chica que vendía patatas

  La chica que vendía patatas en Boust, cerca de la librería Caín, era un ejemplar único. No daba crédito, porque lo suyo no era la belleza, sino que criaba a cien hipocampos en un acuario de agua marina, leía a Jabès y le encantaba Wagner. Su destino no había sido justo. Mataron a su perro Argos, incendiaron su piso por accidente y una mafia estuvo a punto de secuestrarla porque se parecía demasiado a la virgen suicida que necesitaban para su rito. Un desastre. Su currículum era una calamidad porque no incluía el habla polaca ni concienzudos conocimientos de gramática élfica. Se conformó con lo puesto y no pedía otra cosa que servir patatas mientras la ciudad hibernaba. Le hice una foto preciosa delante de un glaciar.

Leer más...

miércoles, 17 de septiembre de 2014

La chica de la caravana

  Eras la chica de la caravana, esa vegetariana ultramoderna que coleccionaba patas de mosca. Eras feliz con tu perro y tu caja de fetiches. Guardabas un brazo de monja y un topo embalsamado por el arpista ciego. Eras la leche y el demonio te envidiaba. Nunca rezabas por mí. Aprendiste de nuestra prima que quemaba bosques para pasear sobre la ceniza meses más tarde.

Leer más...

martes, 16 de septiembre de 2014

Señor, deja que tu pueblo muera con el mío

  Señor, deja que tu pueblo muera con el mío. La sangre no es la savia y las luces de mi coche iluminan un rastro de muerte. La aniquilación es una virtud de los matemáticos y los filósofos. Los poetas admiran demasiado el Universo y luego, cuando los asteriodes arden ufanamente tras la biosfera, caen en la frustración. La hierba crece detrás de nuestro garaje y demasiadas serpientes andan al acecho de nuestro sexo. Señor, deja que tu pueblo muera con el mío. Mi corazón es tu fuente.

Leer más...

Envenenados lentamente

  Deja que me coma el resto del pescado antes de que empecemos a sufrir de verdad las consecuencias de la inundación. Las piedras dibujan un camino sin destino y tus manos se acercan a mí con deseo. No pierdas más tiempo lanzando dardos de muerte. El beso será una marca de ceniza en nuestro currículum. Deja que la anestesia inunde tu cuerpo y entonces sabrás que los libros nos han envenenado lentamente.

Leer más...

Lobos

   No puedo hacer más por ti. Deja que las raíces se hundan en el humus. Estoy harto de esta dieta a tofu y carne de cástor. Los tótems han caído al otro lado de la isla y no te convence mi nueva actuación. He pulsado el botón negro y el ariete ha empujado la puerta. Estábamos allí, recluidos, esperando a que los lobos nos echasen de esta vulgar realidad para siempre.

Leer más...

Bebe de esta cerveza

  Aspiras el aroma de las caléndulas y nada parece falso en el mundo. Pero la vida es una ficción, un alejamiento del punto de referencia que mantiene en alerta a los depredadores. Los disparos repercuten en el ecosistema que tú y yo hemos tramado para escapar definitivamente. Bebe de esta cerveza y deja que el cielo de cintas rojas aplaque nuestra ira. Algún día seremos libres bajo las sábanas y la danza será increíble.

Leer más...

lunes, 15 de septiembre de 2014

Temes a la luna

  Recibe el regalo maléfico de mi padre. Pero luego no vengas a quejarte de que el amanecer era demasiado hermoso para tu sensibilidad. Temes a la luna y a las aves así que, cuando abras el paquete y descubras la ballesta, úsala para espantar tus miedos. Yo sigo leyendo a Baudelaire mientras los buitres se encaraman a la cuna. Yo soy tu lobo.

Leer más...

domingo, 14 de septiembre de 2014

Sangre de serpiente

   Deja que nos abracemos y que el sol castigue nuestras venas. La sangre de serpiente nos corroe y el hambre de los árboles es impía. Tu madre jugaba con mi padre a los médicos y los coches se lanzaban al vacío en busca de las estrellas fugaces. Dame tu mano primero y comprobarás que no soy el leopardo al que temes ni el sueño oscuro donde un barquero te acaricia los párbados.

Leer más...

Las cortinas blancas

  La metralleta era ese símbolo fálico que necesitaban tus poemas. Tus manos defectuosas olían a ácido y a cloro. Pero es tan inquietante como ese baldío en la superficie lunar donde encontramos las ruinas alienígenas. En el acuario, las rayas estaban intranquilas. Soñaban por ti y el flujo de luz moría en la loza. Tu cuerpo se arqueaba como el de las hienas antes de que la metralleta se disparase y se quemaran las cortinas blancas.

Leer más...

Mataste un cástor

  No eras tan notable como el resto de chicas de la fiesta y eso te dolió. Por eso, cruzaste el arcén y mataste al cástor con un fino cuchillo. Los árboles caminantes te observaron y, una vez que hablaron con las piedras, no te dejaron en paz. Cada sombra de rama sobre tu cuerpo te lacera como si alguien ejecutara sobre ti un golpe sutil. Ahora que estoy acomodado en el sofá, te miro con vergüenza. Sigues siendo hermosa para mí y, aunque no seas la reina de la fiesta, eres la única a la que le sienta muy bien tomar el sol.

Leer más...

sábado, 13 de septiembre de 2014

Quemó el vestido

 No quiso ponerse el vestido rosa. De hecho, sacó el mechero y le pegó fuego a la falda. Era mi regalo por su cumpleaños, joder. La habitación crecía por momentos hacia fuera como un órgano que se expande cuando la infección no remite.. Sus ojos me inspiraban tanto. Porque, cuando la tela dejó de arder, ella seguía con lágrimas azules en las mejillas. Bebió un trago de aceite indutrial y me lamió la frente durante un rato. Se quitó la katana y el resto de utensilios para revolcarse en las cenizas del vestido. Y todo era pálido en el cuarto. Y éramos tan felices. Cuánta verdad, Julieta.

Leer más...

Colmillo de marfil

  Me esperaban en alguna parte del desierto. La loca iba con la escafandra y la armadura. Las otras dos llevaban los llaveros de oro y el colmillo de marfil clavado en su vientre de terciopelo. Marqué la cruz sobre la arena y escupieron. Saqué el arma y ellas se incendiaron, una a una, en fila, como la sagrada zarza. Mis ojos, cegados por el resplandor, se hundieron en el polvo. Y el amanecer no trajo más vampiros, gracias a Dios.

Leer más...

Leyendo a Concha García

   Leo un poema de Concha García y ...: "He oteado el porvenir y la sala,/ también el solar donde me ubico./ No hay montañas, ni las deseo./ Qué insólito lugar para existir,/ cuando alguien comienza a idealizar/ es que ha perdido un broche./ Le llamo broche/ a la inscripción en oro de una cumbre". Logro emocionarme como si hubiese vivido una eternidad y mirase hacia atrás con la certeza de que fui feliz en algunos lugares a los que no volveré. 

  La felicidad no existe. Existe esa sensación de engaño, un momentáneo alivio donde algunos recuerdos nos desplazan hacia lugares transformados, inexactos, siempre asociados a la infancia, y allí descubrimos desde nuestra presente qué mortales somos.

   El recuerdo y el engaño son tan reales como la propia experiencia; pertenecen a este mundo en continua construcción. No hay palabras que puedan representar esa ansiedad que nos hunde en tanta perplejidad, como si lo que ahora vivimos fuese una resonancia de aquella cumbre, una oportunidad perdida de vivir con intensa evocación lo que en este momento nos parece rutinario y acabado.

Fotografía de Jose Herrero.
Leer más...

jueves, 11 de septiembre de 2014

Caen piedras

  Caen las piedras y las sombras se alargan. Entras en mi boca y tu lengua se agita bajo el hueco húmedo de la mía. El mundo está quieto. Los árboles desaparecen tras la niebla. Somos arrastrados hasta las aguas una vez que nos sepáramos y todo, absolutamente todo, se llena de luz.

Leer más...

Y, sin embargo, te quiero

  Y, sin embargo, te quiero. Tras las ramas, sumergida en el bálsamo de la quietud, en el arranque de las mareas. Todo es difuso y complejo frente a ti, pero esa devastación es también adictiva y deseo que tus ojos reflejen mi sombra, sombra que se aleja de la luz y que muere tras el espesor del bosque.

Leer más...

sábado, 6 de septiembre de 2014

Una pincelada sobre Dylan Thomas

   Siempre he sentido vértigo cuando me he asomado a la poesía de Dylan Thomas. Las traducciones empeoran irremediablemente el origen del pensamiento que nace con los versos, pero, en inglés, su poesía me sigue sobrecogiendo, aunque, en ocasiones, las menos, me mueve al escepticismo. Leo sus poemas y entonces me adentro en esa cripta donde las pinturas rupestres alumbran ese espíritu fogoso y espiritual. El lenguaje, su estructura sintáctica, ha saltado por los aires para dejarnos esa impresión, aparentemente banal, que nos cautiva y nos desconcierta. Y entonces el mundo se ve con otros ojos. Su efecto hipnótico me permite escribir sobre su imaginario y tenderle la mano nuevamente.

  "Primero fue el cordero  con sus rodillas juntas y tres estaciones muertas sobre una tumba trepadora el castrado carnero de Adán en el rebaño de cuernos, extremo del gusano arbóreo rabo que montó a Eva corneó hacia abajo con cráneo de pie y dedos, sobre pavimentos de trueno en el jardín del tiempo; nervio de tumbas tomé mi pala de huerto de la carreta del arrugado enterrador, (...)" (Fragmento de Poesía Completa, Colección Visor de Poesía, 1988, pág. 181).

Foto de Pedro Díaz
Leer más...

jueves, 4 de septiembre de 2014

Primer movimiento de la Octava de Mahler

  Pocas veces he sentido tal euforia al escuchar el Primer movimiento de la Octava de Mahler. Considero el ejercicio de este compositor como una forma sublime de acercarse a la felicidad completa, a una pasión vital que comprende la belleza del mundo, la efímera naturaleza del ser humano como un tiempo dichoso para disfrutar realmente cada uno de los acontecimientos. La experiencia de la Octava es una inmersión al espíritu romántico, a su exacerbada necesidad de traspasar los límites del amor y del sufrimiento para que las palabras sean finalmente insuficientes.

Leer más...

Encuentros con la naturaleza

Mis impresiones en Mundiario sobre la poesía de Chantal Maillard.


   Leo a Chantal Maillard y su poesía evoca espacios frondosos donde el hombre encuentra analogías, signos y símbolos en los que descubre la trascendencia de su propia vida, a veces, incalculable e inefable cuando ese discurso poético queremos racionalizarlo. 

  La literatura de Maillard es la literatura de otros autores como Seamus Heaney o Georg Trakl, ocupados en la misma intención. Sus palabras forman parte de un ritual chamánico donde lo ancestral y lo adánico se revelan ante el hombre con una serena conciencia de la vitalidad de todo cuanto nos rodea.

  La naturaleza nos posee y el poeta es quien acostumbra a explorar todo aquello que la ciencia descarta. Lo inexplicable subyace en la palabra y cada verso de Maillard intenta reconstruir el mundo apócrifo que se oculta más allá de los umbrales de la percepción. La poesía es una llamada a la inmersión en esa realidad indescriptible, solamente intuida en los designios que interpreta el lector. Que el paisaje sea yo mismo, una inmersión de mi carne en su luz acuosa, llena de transparencia donde nada se oculta porque todo, lo nombrado y lo innombrado, se revela.

   "Pues esta vida no me pertenece -tú me la prestas como prestan su voz a los abismos los rapaces-, quiero ayunar hasta ver transparentarse mi cuerpo en la luz como una hoja tierna, y ver cómo penetra la muerte, ¿savia o resina?, por la nervadura hasta el espíritu. Pero, dime, ¿me pertenece el ver? Y si así fuera ¿habré de devolverte mis ojos para ver?" (Fragmento de Hainuwelle y otros poemas, Barcelona, Tusquets, 2009, pág. 69)
Leer más...