lunes, 29 de septiembre de 2014

El sosiego, la errata, la mística de George Steiner en la incertidumbre


   Recogemos la simiente. Aún recuerdo las manos terrosas de mi padre incrustadas en la arcilla donde nada crecía. Las varas del cáñamo zarandeadas por la brisa caliente ocultaban el río en forma de serpiente. La literatura era sosiego, el mundo inalcanzable tras la cortina de niebla o bajo las lenguas de barro donde nuestros antepasados ahora permanecen.

   Hinojo sobre los montículos. Verderoles raseando la hierba amarilla. Mis manos no son las manos de mi padre. Mi rostro se confunde con su reflejo sobre las charcas que supuran en las márgenes. Hay una cruz de ceniza delante de mis pies y las sombras que se escurren me señalan la piedra blanca donde mi padre y yo almorzábamos. Mi vida pertenece a esos recuerdos. De nada vale lo que ahora percibo. Es inútil que permanezca abrigando más esperanzas de que todo regresará al mismo punto.

   Estoy vacío y el lenguaje del paisaje me atraviesa por los siglos que vendrán. Leo en Errata, de George Steiner: "Crecí poseído por la intuición de lo particular, de una diversidad tan numerosa que ningún trabajo de clasificación y numeración podría agotar. Cada hoja difería de todas las demás en cada árbol (salí corriendo en pleno diluvio para cerciorarme de tan elemental y milagrosa verdad)".

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