martes, 30 de diciembre de 2014

Tiéntame

  Tiéntame con tus manos, alas de la paloma que se aloja tras el mármol. Que no sea tu voz tras la puerta la que exprese: nada de lo que has visto es todavía cierto. Dejas que mi boca se apiade de los ausentes mientras tu cuerpo se confunde con la luz y el eco de lo que queda tras el susurro me obliga a escribirte.

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viernes, 26 de diciembre de 2014

Un movimiento

   Los recorridos se acaban. Hemos devorado las sombras que nos perseguían. Ahora nos queda tan sólo dormir en el bosque. No dejes que esas manos que recuerdas te devuelvan a la vida. No hay regreso, sino el pálpito de que hubo alguna cosa, el viento, las briznas, la casa, un movimiento que nos hizo felices.

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domingo, 21 de diciembre de 2014

Poema III

Las mismas monedas persisten hundidas
en el Hudson. Los albatros ya no se amparan
sobre los maderos flotantes.
No queda en el Hotel Alma Mahler
ninguna partitura, ni uno solo de sus recuerdos.
La viuda cierra cada célebre puerta.
Partieron los sonámbulos
cuando el resto de las aves fluyó
hacia las resonancias de cada escritorio.
El músico murió frente a la bahía,
Los ojos de un joven lo antojaron
viviendo aún sin el sonido y sin olas.

Fotografía de David Carol.
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Has ligado tus manos

   Has ligado tus manos con la esencia de la harina. Las tótolas en la jaula reclaman tu atención. No anochece en las orillas de este lago. Los niños juegan felices bajo el tilo que mandó plantar el abuelo de tu abuelo. Los padres enfermos esperan en la mesa a que acabes tu trabajo en la cocina, a que alimentes finalmente su sed de vida con esa impropia mirada de animal sonámbulo.

Obra de Samuel Araya.
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Poema II

Las márgenes del cieno conservan su escoria.
No soy digno de que entres en mi casa
pero convocas pájaros migratorios.
Ascienden los tordos entre los vapores
que exhalan tarquines desde la víspera.
Una palabra tuya bastará para sanarme.
El barro nunca es la vida.

Fotografía de Josh Wool.
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Poema de Luz de los escombros

Niega todo y sobrevive en este zarzal,
con sus ninfosis de mantis
y sus lanceoladas caléndulas.
¿No podrás velar acaso las brasas hipnóticas
o las hundidas piedras en el aljibe?
¿En qué margen divisaste el pájaro de sangre?
Surgió de una somnolencia como otros utensilios
que proveen tus labios inconfesados.

Alfred Stieglitz. Georgia O'Keeffe.
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La televisión acabará por devorar a líderes políticos como Pedro Sánchez

Pedro Sánchez, secretario general del PSOE.

   Escucho a Pedro Sánchez. Veo a Pedro Sánchez. Son muchos años dedicándome a este oficio perverso del análisis del texto y de la imagen. Veo demasiados asesores. Mucho postureo, como dicen mis alumnos. Su verbo es fácil. Hay demasiada seguridad en lo que dice y mucho por desvelar. Pedro Sánchez me recuerda demasiado a los líderes de Podemos. A mí me gustan los líderes imperfectos, sensibles, obsesivos, maniáticos, a lo Churchill. Creo que Pedro Sánchez ha nacido en una España que no conoce porque le ha ido bien en la vida.

   No sé si el PSOE desde dentro las tiene todas consigo. Me temo que no por lo que dicen el PSOE de Andalucía que, sin saber dar solución a las corruptelas, apaga fuego con gasolina. Solamente hay que escuchar a Susana Díaz.

   Creo que hay un esfuerzo denodado porque los líderes de los partidos recuerden a los líderes televisivos como Jorge Javier Vázquez, Mariló Montero y Oprah Winfrey. Y ya se sabe: video killed the radio star. A mí me gusta que a Pablo Iglesias algunos periodistas lo pongan contra las cuerdas porque quiero que los políticos muestren sus inseguridades. Que sean verídicos alguna vez. Los discursos de la prosperidad y la esperanza han sido aniquilados por una realidad demasiado brutal donde los empresarios se lanzan con sus coches contra las sedes de los partidos y donde los becarios de ingeniería genética sirven panchitos en Casa Manolo. Hace tiempo que murieron los profetas y ya no hay conejos en la chistera, aunque Rajoy me cuente la milonga de que la crisis se ha terminado. No, la crisis empieza ahora. La reconstrucción es la verdadera crisis y va a ser terrible.

   Rajoy no da ruedas de prensa y no sé. Pedro Sánchez parece inmortal cuando habla y a mí no me gustan los dioses.
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La banalidad del mal en la educación española

Los docentes somos culpables


Mi artículo en Mundiario sobre la educación y la docencia.


   Releo algunos textos de Hannah Arendt. Y no puedo estar más de acuerdo con algunas de sus tesis sobre el origen del totalitarismo. Busco analogías y el pensamiento que encuentro me parece siniestro por su claridad, pero necesario. ¿No soy ese docente que, obedeciendo órdenes de la Administración, estoy haciendo el mal sobre mis alumnos? ¿No soy ese profesor que, creyendo ejercer con criterio mi profesión, estoy contribuyendo a que el sistema siga siendo perverso e inútil? Los datos están ahí. No mejoramos. Ni siquiera la privada y la concertada que tienen demasiadas ventajas respecto a la Educación Pública.

   No quiero seguirle el juego a quienes legislan y burocratizan los programas educativos, pero los docentes nos resistimos a protestar con contundencia sobre los problemas del aula. El hartazgo no se manifiesta porque el sistema nos ha adiestrado a que creamos que somos los privilegiados de la sociedad y, por esa razón, no tenemos derecho a promocionar ni a reivindicar. Ahora veo más clara la reflexión de Hannah Arendt: mis esfuerzos y los de mis compañeros están sosteniendo una educación insuficiente y mejorable. El papelón de los profesores universitarios es todavía más maligno. La banalidad del mal en la Educación es clara. Nuestros alumnos son las víctimas de un conformismo organizado y sistemático que comienza en los despachos y se expresa en las aulas universitarias y en los institutos. Reconozco que yo estoy contribuyendo al mal, por mucho que intente evitarlo. Los docentes estamos paralizados, pero dormimos con la conciencia tranquila. Qué desastre.
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jueves, 18 de diciembre de 2014

Estos desastres

   No he elegido estos desastres. Me he acostumbrado a vivir en la iniquidad. Los hombres escupen y los pájaros almacenan los restos de los cadáveres. No he nombrado a los reyes de la transfiguración. El sol ya no está permitido. Aléjate y cálmate. No me arañes más la espalda ni leas ese evangelio apócrifo que el gigante de piedra te regaló por Cuaresma.

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miércoles, 17 de diciembre de 2014

Buchú en la Biblioteca de Callosa

Reseña sobre la excelente participación en la presentación de mi cuento infantil "Una semana con Buchú", en la Biblioteca Pública Municipal de Callosa de Segura.


   Un gran número de niños, acompañado de padres y familiares, se dieron cita el pasado viernes en la Biblioteca Pública Municipal en la presentación del cuento infantil Una semana con Buchú, de Manuel García Pérez... Leer más.
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La poesía de Miguel Sánchez Gatell

Mi reseña en Mundiario sobre La lucidez del número, en Bartleby Editores.

El mundo de Cristina, de Andrew Wyeth.

   Llega a mis manos el poemario de Miguel Sánchez Gatell, La lucidez del número, en Bartleby Editores. Lo releo mientras, en El Museo del Vino, cerca del Madrid de Valle-Inclán, los turistas, curiosos y extraviados como yo, faenan sus propios pensamientos y estupideces. Me atrae de esta poesía su barroquismo y su obsesiva referencia al número como un tópico que estructura los diversos anclajes de los poemas, supeditados a ese poder omnímodo del sustantivo: “Soy tiempo transcurrido. Sin embargo vosotros/ habéis cerrado la puerta de la historia/ y tirado la llave al mar océano al mar inconfundible” (pág. 27).

   Sería una frivolidad reducir la capacidad semántica de la poesía de Sánchez Gatell a ese particular tributo al número que sus poemas expresan. Es cierto que el número es un signo que crea el Universo. Es cierto que el poeta acepta que la herencia pitagórica es un órdago en la encrucijada de toda escritura sobre el mundo. Pero no es solamente eso, el número es un pre-texto para conducirnos a un discurso de sugerencias sobrecogedoras, inspiradas en una continua sensación de naufragio, pues la realidad se asume como una imitación burda de lo que fue en un tiempo anterior memoria de la dicha y del asombro: “Qué lejos los fulgores de la infancia, y sin embargo, el temor es el mismo” (pág. 36).

   Hay un halo de desprotección que solamente la epifanía del verbo, su intensidad hiperbólica, su tono salmódico, parecen aliviar al autor en esa deriva de versos en los que la depuración parece estar a merced de lo simbólico y de una sintaxis compleja: “En nuestros ojos/ donde tal vez el siglo veinte/ no dejó más que cicatrices de guerra/ ya no es posible la celebración/ ni la espiga” (pág. 53). Lo que me parece relevante, además, es que, en cada poema de Sánchez Gatell, hay un verso lapidario, una sentencia de sabiduría, donde el resto del poema encuentra su sustento; una vertebración en forma de aforismo, cuya onda expansiva remite siempre a esa premonición en la que convierte algunos de sus versos: esa paradoja incesante sobre la ausencia del afecto y aferrarse a la vida al mismo tiempo. Estamos ante una característica temática inherente a la poesía más oscura y maldita: “Ya no somos posibles, y escribir es tan sólo un alto en la desdicha” (pág. 36).

   La nostalgia de lo que se tuvo y ahora ya no existe no está expresado con ese ímpetu neorromántico que tanto abunda, sino que los versos transmiten la desazón que provoca la búsqueda inútil de una salvación que jamás llegará. La poesía es condena como la vida misma y hay una ilusión velada de construir en la palabra ese paraíso artificial con el que hacer soportable cada acontecimiento: “Nadie sabe/ cómo he buscado la paz de la poesía,/ la latitud del verbo liberado/ donde encuentro mis manos de niño pequeño/ desmontando planetas, (...)” (pág. 12). Solamente queda que los lectores se atrevan a cruzar el laberinto, a encontrarse con reflexiones severas sobre el alcance de nuestra propia experiencia porque la moral y la costumbre no pueden explicar todo lo que se vive y por qué se muere: "Pero los siglos sólo empiezan una vez: tenemos la impaciencia de la intolerancia/ y el dolor grave imprescindible/ que los demás olvidan en las tiendas y en las celebraciones" (pág. 41) Enhorabuena, Miguel, por este excelente trabajo.
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Porque el porno nos ha hecho eternamente desmedidos y poéticos

   
   Eternamente, la luz entreabriéndose bajo la pálida fragilidad de las hojas lanceoladas que ilustraban nuestro jardín imaginario. Curvas que rompían el hielo con su abrasión ancestral, añoraré por siempre. Diosa de la tribu, Nikki Benz, me arrastras hasta los restos de la viruta y la ceniza que guardas como memoria de un amante funesto en ese sarcófago coqueto.

   El apartamento de Nueva York, donde comíamos la ostra y aquellos caracoles servidos con el vino intrigante, ha sido alquilado. Aún encontraron los nuevos inquilinos tacones y fustas en los armarios roperos que vacié parcialmente cuando, después de tu aumento de pecho, decidiste abandonarme. Al abandonarme, renegaste de la poesía de Baudelaire y de la franqueza enfermiza de algunos versos sueltos de Poe. Tu adicción al mármol y a las cuerdas era inconfundible. Nos taladraba todos los días. Yo crepitaba en ti y tú, Nikki, con tus sedoso deshabillé, crepitabas en mí.

   No era solamente el porno lo que nos consumía con sus teoremas, sino también esas canciones de la Piaf dejándote en las orillas de la incertidumbre mientras nuestras bocas compartían el humo. Una vez que pisaste las alas de la mariposa más hermosa que habíamos visto, rodaste con tu cuerpo por el zócalo inmaculado del pasillo, hiciste la maleta, corregiste algunas líneas de tu maquillaje y me regalaste el póster que tanto ansiaba. Eras tú, recibiendo a la Navidad, sexualmente amazónica, de rojo terciopelo, a punto de devorar los pulpos del ático.

   Los versos se habían tatuado en tu piel suicida para todos los adolescentes zurdos e insaciables, los versos de Rimbaud y Larkin. Dejé que te marcharas y que el flujo de información siguiera alumbrándome desde el televisor donde alguien exclamaba: "Las focas monjes se han extinguido".
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Consumes la lenta hierba y exploras la indolencia del animal

Fotografía de Pati Gagarin.
   
   No regreses a la superficie. Permanece en el fuego que desola los juncos. No hay rama verde que sea observada por las alimañas, ni existe el tiempo. La deriva, los anzuelos en la madera y el chapoteo de la mano joven sobre la luz de agua recordaremos en algún momento de ansiedad. Los pozos permanecen como nosotros, sin abrigo. Consumes la lenta hierba y exploras la indolencia de ese animal que una vez golpeó contra la pared para no golpearte a ti, solamente a ti, con más fuerza. Los caminos nunca son benévolos. La tierra no gira sobre sí misma; es su recuerdo lo que quedaba después del Dios y de su palabra. Todo bastaba para que sanáramos, pero los mismos caminos se llenaron de cruces y el pájaro de fuego, lo supimos temprano, fue una mentira.
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martes, 16 de diciembre de 2014

Quién ha obrado en mí

   ¿Quién ha obrado en mí para que estos pensamientos no me abandonen? La dureza del agua, la sequedad de la nieve, la muerte de la doncella, la investigación de los suicidios, la construcción artesanal del incesto. Dame de tu lengua la saliva que quema y dejaremos que la seda del gusano nos asfixie.

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La Santa, recupera el género del gótico y lo fantástico para nuestra literatura

Mi reseña en Mundiario sobre La Santa, de Mado Martínez.


   He leído La Santa, de Mado Martínez, galardonada con el Premio de Novela Ateneo Joven de Sevilla, publicada por Algaida. Hace poco que escribí sobre el ensayo de la misma autora, Neurociencia de la felicidad, donde se mezclaba el realismo y la certeza de importantes investigaciones médicas acerca de nuestras frustraciones existenciales con una razonable querencia por la praxis del optimismo en nuestra vida diaria. 

   Lo que destaco de la novela de esta autora es esa mezcolanza efectiva entre la verdad de lo que percibimos y ese más allá que permanece al margen de nuestros sentidos, pero en el que necesitamos creer en ocasiones para justificar la proliferación de nuestros males. En La Santa se narran una serie de desapariciones que acontecen en un colegio para señoritas en Asturias. La muerte de la fundadora y el sustrato mítico de las leyendas populares del entorno son motivos temáticos que Mado Martínez introduce para profundizar en el misterio de los casos de desaparición. Personajes de carne y hueso se ven involucrados en una realidad fantástica, valga esta paradoja, para sacar lo peor y lo mejor de ellos mismos en un cruce de secuencias y escenarios de breve narración, pero de una notable intensidad poética que recuerdan al realismo mágico de Allende o García Márquez.

   La Santa es un relato valiente porque el género de lo fantástico ha escaseado en nuestra tradición literaria, así que Mado Martínez recupera el tono intrigante y espectral que encierran indagaciones tan interesantes como las obras de Ana María Matute, José María Merino o el propio Martín Garzo. El lector avezado no debe acudir a La Santa buscando un poderoso lenguaje expresivo o el conocimiento de un estilo nuevo y abigarrado. No. La prosa de Mado está perfectamente cuidada, pero lo relevante del texto radica en ese universo autónomo que la escritora construye alrededor de un orfanato y del bosque como espacios ignotos, tramados en la maldición de las apariciones y las ausencias. Inteligentemente, la autora establece paralelismos cinematográficos que ilustran los momentos de mayor tensión dramática, poniendo siempre como telón de fondo la magnífica novela de Daphne Du Marier, Rebecca.

   No solamente ese universo está condicionado por los espacios o por la estética visual de algunos momentos conmovedores, sino también por esas continuas referencias obsesivas a elementos como el nombre de Manderley, los toques de campana, la novela Cumbres borrascosas o las figuraciones de la santa compaña. La inocencia, la ceguera iluminadora o la locura de las protagonistas contrastan con el despotismo de los personajes masculinos. Sin embargo, ese contraste logra la creación de esa posiblidad de mundo onírico que, indudablemente, no está exento de continuas reminiscencias góticas. La sombra de Poe y de algunas prosas de Cunqueiro o del propio Fernández Flores transpiran en algunas líneas. Surge así un relato que maneja lo detectivesco con la exploración del más allá que subyace en los interiores de Manderley y en la propia intuición de las colegialas que ven amenazada su existencia por dos fuerzas; una de ellas, invisible que lucha por manifestarse desde lo oculto, y otra, indómita, violenta y masculina que regenta el destino de las jóvenes en el colegio. 

   Sin que sea un relato renovador o sorprendente, nuestra escritora consigue tensión y los fragmentos poéticos que abren algunos capítulos invitan a que el propio lector dialogue con los espíritus. Una lectura aconsejable por ese magnetismo que evoca la tentación de saber que, detrás de los espejos, existe otro mundo tan tormentoso e infeliz como el que viven los protagonistas en el mundo real, inmersos en la memoria de Manderley, en sus recuerdos y miserias. Las voces del pasado confluyen con las del presente, sincerándose para paliar las consecuencias de los recelos y la venganza. Sigilos y susurros, caminos inescrutables en el bosque, corredores que se esfuman en la propia arquitectura del colegio, irracionalidad cuando los espíritus obligan a recordarnos a todos el origen del crimen. Enhorabuena, Mado.

   “Alicia, la hermana mayor de Isabel, se sentó en lo alto de la roca más alta. Las nubes estaban debajo de sus pies. Un águila cruzó el cielo con sus alas de silencio, graznando misterios. Aquel trono rocoso de las alturas, rodeado de precipicios, le susurró una historia del pasado entre los murmullos del viento. Miró alrededor. Si saltabas, morías. Si dabas un paso en falso morías. Si el viento te empujaba con una mala brizna morías. Decían los del concejo que una joven se había quedado embarazada de su maestro y que por no deshonrar a su familia, había decidido quitarse la vida saltando desde allí. Paralizada por el miedo y el vértigo que los riscos enfilados le produjeron, pero valiente en su propósito de seguir adelante, se vendó los ojos y se puso a bailar a tientas. Contaban que los vecinos la habían visto, sin saber quién era, allá a lo lejos, bailando así, a ciegas, con el viento, envenenada de culpa y vergüenza. La vieron dar pasos de baile, aquellos últimos pasos... Y también la vieron caer, en los brazos del viento, escenificando el último movimiento de su danza de la muerte” (pág. 102).
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domingo, 14 de diciembre de 2014

Venenos

  Húndeme con tus propias manos. No temo el cuchillo ni el fuego que roza la piel con la aguja maldita. Las aguas me aguardan. Te deseo lejos de la vida, qué más puedo pedir. Agradece al mal que mi sangre no sea venenosa. No debo recordarte.

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martes, 9 de diciembre de 2014

Hablas francés

   Lo encontraron bajo las aguas. Nada que la memoria guarde se parece a esa imagen que conservo. El ser no era uno, sino varias posibilidades. Lo encontraron a raíz del viento y la destrucción. Todo lo que siento persiste en esa pulsación violenta. La pintura es venenosa y el paisaje de plantas que nos amenaza con los cardúmenes de peces voladores. Hablas francés y no me arrepiento de invocarte.

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Deja que entre

  Me has encontrado lejos. Como esa mano que finge las caricias. Los caballos dejaron de obdecerte. Tienes tiempo suficiente para morir y escapas como un efluvio. Banal, pero, en esa banalidad, subyace la esencia del aire, de lo que fluye tan dentro de mí, y me destruye.

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domingo, 7 de diciembre de 2014

Buchú en Callosa de Segura

Reseña en De Lectura Obligada sobre la presentación de mi cuento infantil "Una semana con Buchú".

Presentación de Buchú en Callosa de Segura.

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sábado, 6 de diciembre de 2014

Lisa Ann, una razón para no tomar pastillas contra el insomnio y la depresión

   No hay claridad en este horizonte que se cruza con nuestra mirada puesta en las ramas. Cerca de las piedras que rodean a nuestra figura, los perros se reúnen con esos hombres ensoñados. Lisa, Lisa Ann, no espero que tu mano se pose nuevamente sobre mi sexo para sentir que claudico. No espero que cabalgues dócilmente sobre mí para que el mundo vuelva a parecerte extraño. Fíate de esa señora del quinto que colecciona mariposas y mandrágoras, que alimenta hurones bajo su colchón de espinas. No soy más que otra víctima de tu salacidad. Eres dueña del mundo y tu clarividencia me alumbra sobre el destino que a tantos preocupa. Hundiré mi mano entre tus senos y la realidad será volátil, increíblemente voraz.

   Los agujeros negros, aquí y allá, nos esperan, Lisa. No hagas el equipaje de antaño. Confía en que tu nombre será un eco dentro de la pulverización de estrellas. No tomaremos más píldoras y tu vientre, poseído por el ritmo, retornará a ser matriz de un asteroide. Bésame o muere, que la oscuridad nos va distrayendo despacio, muy despacio, hasta romper el ritmo de las mareas. No mires así a la cámara, que Dios también te estará viendo.

La actriz Lisa Ann.
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Donna angelica versus Donna diavola, de Elena Montagud

Mi reseña en Mundiario sobre los cuentos de terror de Elena Montagud.

   Leo con rapidez los cuentos fantásticos y de terror Donna angelica vs. Donna diavola, de Elena Montagud, publicados por Tombooktu. No hay nada que sorprenda necesariamente, pero me gusta que alguien rompa, en ocasiones, con los melodramas manidos para adolescentes y con esas novelas de aventuras épicas simplonas que dominan las editoriales. El trabajo de Montagud no es un trabajo de lenguaje, pero hay riesgo en el enfoque de cada relato, moviéndose entre el gore y lo sensual, apurando los límites de unos personajes que nos recuerdan a la tradición gótica de Lovecraft o Poe.

  Mujeres despiadadas, mujeres que pertenecen al mundo de ultratumba, seres espectrales y el apasionante juego del otro inspiran cada uno de los relatos donde Montagud espera sobrecoger, logrando en ocasiones unas sólidas atmósferas perturbadoras. La incertidumbre es dichosa en su relato y, propio de alguien que comienza a trabajar en la escritura, sus argumentos están elaborados con intención de soprender, buscando un final inusual y abierto. Quizá el error está en esa intención, en que todo es previsible y el acierto es que, pese a esta contrariedad, su lectura es hipnótica, pues la psicología femenina responde a clichés atractivos que provienen del cine de terror americano más reciente y a un culto a esa literatura fantástica que ha adoctrinado a tantas generaciones en su forma de acercarse a la realidad. No solamente me refiero a los autores citados anteriormente, que son explícitos en algunos relatos, sino a esas filias que despierta Setephen King en algunos momentos de nuestra adolescencia.

   En Donna angelica vs. Donna diavola, encontramos sobre todo entretenimiento, una fascinadora e inocente manera de articular el carnaval de vísceras con unos monólogos que expresan ingenuamente la ambigüedad de nuestro mundo en el que necesitamos a los seres fantásticos para soñar y respirar. Abrazos, Elena.

   "Gabriel observó la afilada punta del cuchillo. Lo acercó a su muñeca, temblando. Luis le instaba a hacerlo de una vez. Cuando hundió el cuchillo en su carne, tuvo que morderse los labios para no gritar. La sangre comenzó a salir. Dejó el cuchillo en la pila del váter y se untó dos dedos con su sangre. Dibujó con trazos inseguros e irregulares un círculo en el espejo. Luis sonrió" (pág. 31).

   "Estabas intentando leer un libro cuando escuchaste un ruido a tu espalda. Hacía una semana que Noel no salía del cobertizo más que para comer y dormir y en ocasiones ni eso, y ahora, estaba ante ti, con un gran ramo de flores en las manos. Sonreíste, acordándote del día en que intentó cortejarte. "¿Has ido al pueblo?", le preguntaste con las manos. Él asintió con la cabeza. Sus ojos brillaban de un modo infrecuente, pero no se te habría ocurrido jamás pensar que Noel te hiciese daño" (pág. 99).
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La literatura de Haruki Murakami

Mi reseña en Mundiario sobre Los mundos de Haruki Murakami, de Justo Sotelo.

Haruki Murakami.

   Lo que fascina de Murakami es su facilidad para convertir lo cotidiano en una realidad paradójica y controvertida. En ese punto coincido con Justo Sotelo que, en su ensayo Los mundos de Haruki Murakami, publicado por Izana editores, analiza el corpus de relatos y novelas que han logrado que el escritor japonés, sin superar a maestros, desde mi punto de vista, como Kawabata o Mishima, instaure un mundo autónomo con numerosas vertientes que se mueven desde los interiores urbanos a la frondosidad chamánica y seductora de bosques y ríos.

  Ajustándose a una perspectiva semiótica, el trabajo del profesor Justo Sotelo revela las claves de lectura de esa literatura que Murakami construye desde la diversidad de discursos donde lo tribal se cruza con el pragmatismo de Occidente o donde la modernidad acababa fundiéndose con las supersticiones y lo mágico del sincretismo taoísta. Escribe Justo Sotelo: "Al lector de las novelas de Murakami no le importa, especialmente, cómo se resuelven sus historias. En todos sus textos se viaja a alguna parte. Cuando se cierra el libro, se entiende que hay que volver al principio, porque lo importante no es llegar al final sino hacer el recorrido que ha conducido,poco a poco, hasta allí" (pág. 28). La perspectiva semiótica que adopta Sotelo nos permite comprender mejor la paradójica simbología que se aloja en novelas como Kafka en la orilla o 1Q84 y también comprender posiblemente que las imágenes de Murakami, su juego de espejos, sus laberínticas introspecciones en personajes que actúan al margen de las convenciones, no se alejan de la mezcolanza cultural que supura en la propia sociedad japonesa, cuyos códigos para el occidentalismo se manejan entre lo idílico y lo catastrofista.

   El suicidio se conjuga con la belleza de las apariencias y la vida en las urbanizaciones con conjuros y extrañas maldiciones que ponen a los personajes al límite. "Estas ideas pueden enlazarse con Tokio blues, donde los aspectos mentales son también importantes. Su historia es una continua sucesión de problemas interiores de los personajes. En la novela no pasan grandes cosas (salvo las referencias a los conflictos estudiantiles y el poder de los conservadores en el sistema educativo) y casi todo queda circunscrito a los mundos mentales de los agentes ficcionales" (pág. 83).

  No obstante, el análisis narratológico de cada una de las obras que realiza Sotelo no excluye un hecho que a mí particularmente me emociona en Murakami y es ese intelectualismo en el que viven continuamente sus personajes. Literatura, canciones, música clásica, jazz y el cine van moldeando con sus propias imágenes evocadoras el volumen de unas figuras a las que la fatalidad y la insatisfacción siempre acechan como si el destino necesitara de sus cuerpos, de su sacrificio, para justicar su existencia al lector más incrédulo en temas espirituales: "En los libros de este autor, las imágenes hacen avanzar la historia con metáforas. ¿Cómo si no sería admisible el personaje principal de Crónica que baje a un pozo para meditar sobre su soledad, o que en las primeras páginas de Tokio blues se hable del pozo para recordar a Naoko? Al pozo se arrojaba a los prisioneros en la guerra contra China, en realidad en cualquier guerra; por eso los pozos están secos, sin vida" (pág. 267).

   No sé hasta qué punto la frenética publicación de novela por año puede estar afectando a la calidad de los recientes escritos de Murakami si las comparamos con sus primeras novelas. No sé tampoco si su narrativa tiene la consistencia en madurez, sobriedad y realismo que la de Kenzaburo Oé, por ejemplo. Lo dudo, pero seguramente, parafraseando a Sotelo, Murakami ha construido su propia teogonía y su realismo mágico demuestra que los creadores nipones están abriéndose al exterior buscando nuevos mitos con los que ilustrar su compleja urbanidad, sus fantasmas interiores. Enhorabuena, Justo, por este trabajo.
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Emociones y nostalgias en la nueva película de Christopher Nolan

Mi reseña en Mundiario sobre Interstellar, de Christopher Nolan.

Fotograma de Interstellar, dirigida por Christopher Nolan.

   Entro con mi hijo de ocho años a ver Interstellar. Es un riesgo que asumo, pero a veces los padres necesitamos sentir que nuestros hijos valoren nuestras fascinaciones. En la docencia, he aprendido que, si no conoces para transmitir, te conviertes progresivamente en un mediocre. El cine de Nolan tiene imprecisiones, pero nadie puede ocultar que sus obsesiones platónicas y su corrosiva ironía para domesticar al espectador en un continuo juego de espejos caracterizan su Caballero oscuro, Origen, Memento y otras fabulaciones, llenas de mesiánicas paradojas.

   Tomo la mano de mi hijo cuando la nave despega, cuando los maizales arden, cuando las agujas del reloj alteran su ritmo acompasado, cuando el padre queda atrapado en la dimensión espacio-tiempo, cuando los fantasmas responden a anomalías gravitatorias, y descubro entonces la notalgia en su sentido etimológico; que es necesario regresar a las estrellas, a su puridad, indagar en su incesante combustión, aceptar nuestra pusilanimildad.

   Nuestros egos nada significan en esas variantes incesantes de nuestro propio destino que se curvan cuando un agujero negro decide irrumpir en un fragmento de la eternidad. Mi hijo siente el vértigo, presiente esa incertidumbre de que al fin estamos de paso y que yo seré un recuerdo en su mente, y perduraré como otra cosa nacida en un tiempo sin tiempo, polvo de arena, mares que incendian otros mares más allá del crepúsculo sereno. Enhorabuena, Nolan, por ser previsible, pero por emocionarme un largo rato.
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Con su pasividad ante la corrupción convierten España en un estado fallido

Mi artículo en Mundiario sobre los partidos políticos PP y PSOE.

Mariano Rajoy y Pedro Sánchez.

   Leo a Josep Ramoneda que confirma que PP y PSOE, con su pasividad ante las corruptelas, están convirtiendo a España en un estado fallido. No sé hasta qué punto debo fiarme de las encuentas que se publican semanalmente en los diferentes diarios y colocan a Podemos como una clara alternativa de gobierno, pero si fuesen ciertas y la intención de voto finalmente se correspondiera con una papeleta en la urna, tal vez no hay que responsabilizar del posible fracaso de las políticas de Podemos a Pablo Iglesias, sino a los líderes del bipartidismo que lo han consentido.

  Penosa intervención la de Cospedal que espetaba que ya no se podía hacer nada más contra la corrupción, sin mentar que, entre algunas de las medidas que se podrían legislar, nos encontramos con la limitación de mandatos y el aumento de las penas por casos de corrupción. Se me ocurre. No interesa, porque ahora la estrategia es el machaque a Pablo Iglesias y a sus acólitos. Algunos tertulianos sostienen que es lo que toca si han decidido entrar en el juego de la política.

   Personalmente, no entiendo así la política. Así la entienden PP y PSOE cuando el latrocinio se ha vestido de seda y el populismo consiste, por ejemplo, en dejar que los problemas sociales sean solucionados por la eficacia de funcionarios de carrera y el sacrificio de los jubilados.

   Voy a ponerme en el peor de los escenarios que algunos tertulianos vaticinan; imaginemos que Podemos llega al poder, que la prima de riesgo se dispara y que los capitales privados se evaporan. Seguramente, los responsables serán los que gobiernan y los votantes, pero, en última instancia, aquellos gerifaltes de PP y PSOE que, por que no les salpicara la mierda de la corrupción, consintieron perder las elecciones sin importarles el futuro de la sociedad. O sí. El de algunos, el de los suyos, como es el caso de Pedro Sánchez, cuya vehemencia y voluntarismo son volátiles y efímeros, pues sus argumentos de nada valen si algo huele a podrido en Andalucía. Amén.
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No es la memoria de tu cuerpo, sino que consientes el dolor


Fotografía de Pati Gagarin

   No es el cuerpo, ni la memoria, ni esa hierba que pisas, ni el barro que modelas bajo la pérgola. Los niños recogen las astillas y, en las brasas, aún arde lo que quedó del árbol, árbol invisible, árbol de los frutos rojos. Crecemos y la lentitud de nuestros movimientos es semejante a esa noche que duerme sobre las aguas. Hemos visto caer a nuestros padres y esa contundencia del dolor no es comparable a nada, ni a la nieve, ni al cuerpo, ni a la memoria del cuerpo amado, ni a la hierba que pisas y donde jugábamos. Semejante y curvada forma que añoras en el viento. Nuestro cuerpo se arroja a la vibración de la luz inmóvil. Restos del animal, huellas en el lodo. Las puertas no se cierran y me esperas en los umbrales.
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Entre el programa Sálvame y las tertulias políticas existe una delgada línea

Mi artículo en Mundiario sobre política y televisión.

Colaboradores del programa Sálvame de Telecinco.

   Leo en un artículo de Ricardo de Querol que apenas existe diferencia entre el cotilleo y los medios que dicen llamarse "serios". Es cierto que la berlusconización de muchas cadenas ha conseguido inflamar de espectacularidad los contenidos hasta convertirlos en una clase de gore informativo donde interesa más la vida privada del cadáver que los motivos del crimen.

   La aparición de Pablo Iglesias en televisión y sus enfrentamientos con los periodistas de la casta, la lasitud de la prensa escrita por temor a que se pierdan las subvenciones, la vie en rose de jugadores de fútbol y copleras, así como las intimidades de algunos políticos corruptos han creado una tendencia autodestructiva en los contenidos presuntamente objetivos de muchos programas donde ya es difícil diferenciar qué es clave y relevante para el ciudadano.

   Todo parece indicar que se consume más televisión con este tipo de shows en el que un programa como Gran Hermano parece la misa de los domingos si se compara con el frenesí de algunas tertulias políticas, pues la afectación de algunos colaboradores y la difamación de algunas intervenciones recuerdan a los orígenes del programa Tómbola, en Canal 9. Sin duda, lo importante es la hiperestimulación del espectador que agarra el mando en casa a fuerza de gritos, interrupciones, chascarrillos y publicidad, mucha publicidad, en una realidad tan mezquina que ha superado ya cualquier ficción.

   La información queda solapada por el pan y circo de unas productoras que han dado con la gallina de los huevos de oro, pues ahora el modelo Sálvame se está implantando en todos los formatos televisivos de opinión y de información. Porque, detrás de todo, está el negocio, el negocio de las exclusivas, el negocio de la publicidad, el negocio de las revistas, el negocio de la representación de los agentes, el negocio de las marcas que visten y desvisten.

   Detrás de todo está Berlusconi que al final ha conseguido lo que se proponía; ser un ente que acapare la filosofía de los medios, que aniquile su deontología y convierta al periodista, al observador y al intelectual en manufactura. Posiblemente, en breve, Sálvame se convierta en un claustro de monjas comparado con la que se va a montar en las tertulias políticas una vez que las elecciones estén a tiro de piedra. Kiko Matamoros ya no tiene tanto tirón como Marhuenda. Qué se le va a hacer. Siempre nos quedará la 2. O no.
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La esperanza como negocio

Mi artículo en Mundiario sobre por qué no debemos leer libros de autoayuda.

Masacre, personaje de cómic.

   Me gustan los psiquiatras y los estupefacientes que bloquean de vez en cuando la ansiedad y las crisis de pánico. Jamás he renunciado a la hostilidad de este mundo, a su inmundicia, a su hediondez y a su cutre forma de prevenir los males y las desgracias. Desde hace más de una década, las librerías se están trufando con manuales de autoayuda que juegan a psicotrópicos y a enseñanzas filosóficas. Bajo un aura de pseudocristianismo light, sus aforismos almibarados como cartas que se envían los enamorados dentro de una telenovela, no cesan de agotar una edición tras otra. Y no hay peor cosa para mí y más triste que un tipo pierda el tiempo buscando la felicidad cuando la belleza del mundo se encuentra en esa tendencia autodestructiva que manifiesta en cada mínimo detalle.

   Quien pretenda escribir buscando la felicidad no es más que un cobarde. Esta máxima que aprendí de Baudelaire me retiene en la consulta de mi terapeuta donde aspiro a luchar contra mis miedos desde la propia basura que devoro todos los días hasta esa cartelería vitruviana que contemplo en las portadas de las revistas de moda en las que las modelos lucen silicona y complementos de rubí y visón como si fuesen la mujer del chamán. Me jode que falsos profetas hinchen su visa vendiendo versos orientalistas y reflexiones de chichinabo sin ninguna validez empírica a esas amas de casa a las que sus maridos machacan a diario y a esos infelices adolescentes que piensan que algún día su vida será como en Crepúsculo.

   Yo quiero este mundo odioso donde las mujeres buscan atributos de látex porque los hombres, a fuerza de antidepresivos, las dejan insatisfechas. Yo quiero este mundo odioso donde la gente es adicta a la sal y al glutamato, y en el que las hamburguesas están haciendo estragos en nuestro cerebro. Es triste que se presuma de ateísmo mientras los altares de Cristo se han poblado de vendedores de crecepelo que nos insisten con su utopía de la realización personal. Una cosa es esta tiranía del optimismo que encarnan estas nuevas pseudoreligiones disfrazadas de psicoanálisis y literatura, y otra son los ensayos serios y argumentados de Viktor Frankl, Elisabeth Kübler Ross o el último que acabo de leer sobre Neurociencia de la felicidad, de Mado Martínez.

   Si me piden consejo, solamente les puedo decir lo siguiente: mírate al espejo de una vez y verás que no eres nada, que no hay nada en tu interior, sino los intestinos y una tubería acojonante por donde corre la misma sangre que le corre al orangután. No dejes tu mente en blanco, llénala de experiencias, de pelis de Curtiz, de novelas de Faulkner, de cómics de Masacre y de páginas porno. Así lo veo yo y ya me callo.
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Cómo me gustaría ser una cheerleader y quedarme a solas delante del espejo

Fotograma de la película Todas las cheerleaders deben morir.

   Las veo narcotizarse con música de Bisbal y chutarse en vena el agua con gas y la Coca Cola Light. No comen apenas y lo poco que comen lo vomitan como cuadrúpedos delante de la charca. Pasean sus modelitos entre las mesas como magníficas vírgenes que morirán en la hoguera. Luego, con sus complementos de Tous y sus lucecitas, desfilan por los pasillos de la universidad, exhibiendo sus taconazos de cristal. Estas cenicientas del Zara jamás tuvieron infancia porque el pijismo las devoró por dentro como hizo en mí el propio dadaísmo. Nunca sufrieron acné y coquetearon siempre con esos maniquíes de último curso, musculados, pero de testículo reducido por su adicción a las hambuguesas trufadas a transgénicos.

   Patética vida y felices cuerpos con los que fantaseo cuando las observo en el campus, riendo con sus carillas, comiendo barritas energéticas y luciendo relleno allí donde toca. Aprendices de Megan Fox, trajeron la primavera antes de tiempo a mi vida, una falsa primavera como la del poeta enclenque y tuberculoso. Yo las quiero así, felicísimas, superficiales, moldeando su cuerpo con el fitness y sus terapias de agua marina. En otra vida, quiero ser una de esas cheerleaders que buscan en la mochila las pastillas adelgazantes y el libro de Coelho. Quiero tener millones de seguidores en Facebook por mi cara bonita y pensar tristemente que la vejez es lo peor que puede me puede pasar. Para entonces, quizá L´Oreal y Biotherm hayan inventado otras cremas momificadoras, mucho más efectivas, y si no es así, siempre queda hundirse en la bañera mientras la sangre fluye despacio y los vencejos desafían las alturas, ¿verdad, cheerleader de mis amores?. Yo me hundiré en la bañera con vosotras, Jessicas y Jennys, que me robastéis el corazón y me distéis tanto placer a solas. ¡Shake it! ¡Shake it! Otro mundo no es posible sin vosotras.
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Has dejado que el bosque nos inunde por esta vez

Amor, deseo.

   No hay heridas en la piel ni señales en los caminos que ascienden. Es cierto que alguna vez hemos muerto al abandonarnos como ese cuerpo que se aleja de la casa para hundirse en el río con los bolsillos llenos de piedras.

   No hemos confesado que la sombra en forma de jaguar que nos sometía se parecía al dios antiguo de los pesebres. Me has besado en la luz y era sucio el poso de tu oscuridad, mínima y húmeda, sobre mis labios.

   Has dejado que el bosque nos inundase como el aura sagrada que entumece al ciervo, pero nada nos va a separar al fin. Ni esa aguas que cubren las camas de los hospitales donde los enfermos, de una vez por todas, duermen aliviados. Descansemos sobre las hojas y su temblor. Que otro sueño nos obligará a cruzar a la otra orilla.
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Cuando una novela de aventuras como Assur me recuerda la ausencia de mi padre

Mi reseña en Mundiario sobre Assur, de Francisco Narla.

Assur en el recuerdo.

   Cuando llegó a mis manos la obra de Narla, Assur, hace ya más de un año, confié mi lectura a una novela de aventuras que valoré por su ritmo bullicioso y por su brillante destreza con el lenguaje. Pero, como le confesé al propio Francisco, lo que me sobrecogió de su narración y me embargó de dicha fue ese epsiodio final en el que Assur, después de sus aventuras en los mares gélidos del Norte, se reencuentra con su tierra natal, con un espacio simbólico e insondable que lo acoge con un maternal abrazo entre su naturaleza colorista y exuberante. En las aguas del río, el protagonista se dispone a pescar, entregado a un ritual que lo une definitivamente al lugar en el que se extravió siendo un muchacho.

   En estos tiempos de visitas al cementerio y patéticos desfiles de Halloween, echo de menos a algunas personas que ya no están a mi lado. Mi padre murió muy joven, pero me enseñó a pescar sepias y peces en la playa. Esos imborrables recuerdos en los que yo estaba atado con él al sedal, ensimismado en mi topeza con los cebos y los anzuelos, se revelaron, y de qué manera, cuando Assur lucha de forma infatigable por capturar una trucha en el río.

   La minuciosa descripción de Narla de aquel momento me llevó a esos años en los que, más feliz que ahora, yo también pescaba contra la corriente y de vez en cuando sacaba algún mabre que arrojaba con vibrante emoción a mi cubo de playa. Nada de eso volverá, pero las páginas de Assur ahí están. Para recordarme a los ausentes, pues la pesca, motivo literario donde los haya, hace que mi padre aún viva conmigo.
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Existe la lucha de clases

Mi artículo en Mundiario sobre la corrupción y los recortes.

Varias personas cogen comida caducada de un contenedor en la calle de Bailén.

   El socialismo de Zapatero se encargó de envenenar el lenguaje de la izquierda. No es la primera vez que escribo sobre este hecho. Diálogo social, interculturalidad, ciudadanía, agentes sociales o alianza de civilizaciones son algunos de los eufemismos que dilapidaron el verdadero lenguaje del socialismo. Hasta el punto de que la derecha los adoptó en sus discursos parlamentarios.

   La pérdida de una izquierda con bases neomarxistas, sin radicalismos o discursos atemporales, hizo saltar por los aires la protección de las clases más desfavorecidas hace años. Los recortes sociales han demostrado que laciudadanía no existe en su sentido rooseveltiano, sino en el sentido platónico; ciudadanos que gobiernan la ciudad y luego los esclavos, que se someten a los dictámenes de los ventajistas.

   La corrupción política en las instituciones y en las cajas de ahorros ha puesto de manifiesto que, en nuestra sociedad, existe una lucha interna entre la meritocracia y el clientelismo. Ahora vemos con mucha más claridad que el talento, la formación, la trayectoria impecable y la innovación son enemigos de una estructura endogámica dentro de los partidos y las administraciones públicas donde la escasez de recursos afrenta, difama y ningunea convenientemente a médicos, profesores y universitarios en favor de una preserva institucionalizada de consejeros, políticos y amigos de los políticos.

   El mérito y el talento necesitan recursos, no solo voluntarismo, y lo que está en juego ya en España es el destino de unas generaciones que deben ser conscientes de que esa cultura ancestral que castiga al intelectual, al emprendedor y al funcionario de oposición conduce a las situaciones críticas de malversación, latrocinio y prostitución empresarial a la que estamos asistiendo. Una vez más se pone en evidencia en este país que la formación intelectual y la cultura del esfuerzo, que son los que mantienen la cohesión social, han de competir con las corruptelas internas de las instituciones.

  Ahora más que nunca podemos comprobar que la lucha de clases no es un invento del Romanticismo, porque ya está claro quiénes son los privilegiados y quiénes son los que buscan comida en los contenedores. Los palmeros del PPSOE dirán que es demagogia. Yo digo: una M así de grande.
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Fragilidad, silencio e infancias

Mi reseña en Mundiario sobre Poemes de la nina mandarina, de Miquel Català.

   Quedan desterrados de su poética los versos libres que abundan en espléndidas demostraciones de barroquismo. La poesía de Miquel Catalá es una poesía de silencio en la que confluye lo mínimo con lo inquebrantable y universal como así demuestra en su poemario editado por Germanía, Poemes de la nina mandarina. Su talento subyace en la omisión del verbo, en su habilidad sintética para recrear microcosmos donde la albura y el vacío están predeterminados a significar más que lo escrito. Porque la manifestación de su lírica reside en una sugerencia medida, en un breve estímulo que condensa toda una vivencia, su biografía, su predestinación incluso: "he somiat cercles/ de tendresa infinita/ tots els mons petits/ m´han vingut a visitar/ la mar en calma/ em parla a l´oïda/ la dona estelada/ navega la galàxia/ sóc vent fresc/ d´un dia blau" (pág. 27).

   Lo que recuerda Català es que el referente es más poderoso que el símbolo, que nombrar es la labor chamánica del poeta y que de nada sirven los vericuetos de la metáfora y otros recursos cuando lo esencial, lo preciso y la brevedad quedan al margen, pues, en esa nimiedad, se revela la totalidad, la emergente capacidad para soñar todo lo que persiste en palabras rudimentarias, escogidas con laboriosa pulcritud con el fin de explorar nuestra existencia: "anit cantaven els grills/potser reien/ o ploraven/ la brisa marina guaitava l´entrecruix ardit/ el sol ja s´albira/ des del caramull/ de l´illa dels amants" (pág. 37).

   No hay una renuncia manifiesta a las influencias modernistas ni a lo neorromántico en estos nuevos poemas, pues Miquel Catalá asume que la idealización de los espacios añorados y otros que forman parte de su imaginario son el asilo intermitente en el que la palabra poética engendra sus posibilidades comunicativas, sus ambigüedades emocionantes, esas asociaciones insólitas que nos reconcilian con una infancia seguramente no vivida, pero que hemos creído vivirla y a la que pertenecemos a través de ese lenguaje inspirado en la brevedad, en el mero retazo: "demà veuré la nina/ demà veuré na ullets/ és com una mandarina/ me la menge a ganollets" (pág. 45). Explica Josep Manuel Esteve en el prólogo de esta edición que este nuevo poemario describe una estructura circular que presenta la voz poética de Català dentro de una experiencia psicodélica sensitiva, como si el símbolo de la mandarina fuese esa alteridad donde la belleza y su cálido entorno nos devolviesen la esperanza.

   Su tono nostálgico recupera esa realidad inmersa en la naturaleza que se muestra pura, inherente a un sueño dichoso, como si Hölderlin fuese el intermediario entre sus propios versos y los de este autor que contempla el regreso (nostalgós en griego) como un feliz viaje hacia la niñez: "pluja insistent/ gotes de mar/ llepades de gat/ cel d´atzabeja/ horitzó circular" (pág. 31).

   Enhorabuena, Miquel, por este nuevo libro.
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Tu cuerpo, al descender, otro cuerpo o inquietud de sombra

Cartas a Marta, Mundiario

Jack Alexander.

   Al descender, tu cuerpo. Menos la luz, callan todos los animales. Las sombras se acostumbran al vacío de los caminos. Hemos perdido los símbolos que tanta felicidad nos concedieron. Estamos solos, desnudos. La palabra no es necesaria. Las olas dejaron de existir. Estamos solos. Al descender, tu cuerpo y el pájaro que surge, inquietud de la sombra que nos dejó en un pálpito. Los aires de grandeza pertenecen a la vida impropia.

   ¿Qué nos trajo a este punto donde quedan otras mujeres como nosotras? Los árboles permanecen a lo lejos. Las manos de un niño rozaron alguna vez estos labios que consuma la tibia oscuridad. Adrede no podríamos imaginar que estamos en otra edad sin tiempo ni espacio a los que sobrevivir. Estamos solos y escucha que en el fondo de las aguas alguien que deseamos nos llama desesperadamente.
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Conocí a Sofia Vergara cuando me puse el abrigo de chinchilla en el hiper

Sofia Vergara.

   Era la hostia, perdón, otro animal tan bello como Ava. Los positrones invadieron mis pupilas y ella estuvo a la altura de las circunstancias. Dejó caer su pelo sobre mi novela recién abierta, una novela de Javier Marías como Los enamoramientos donde la prosa rumia que te rumia hasta sedarte en un complaciente duermevela. Los pájaros caían en picado como resultado de la ingente cantidad de insultos que se lanzaron en la cancha de baloncesto, cerca de esa cafetería con pole dance donde casualmente coincidimos.

   La luz del mediodía no podía ser marchita y los mapaches, escondidos bajo el asfalto, germinaban junto a otras raíces montaraces. Sofía abusaba de escote y se apabullaban los niños cantores que destrozaban la plaza en esas horas. Todo era hermosamente incandescente y, más allá del fuego, sus ojos se adentraron en los míos y el café me supo a soma, y entendí que mi vida había acabado ahí, en ese instante dionisiaco, donde las fantasías sexuales eran lo de menos. Por primera vez no contemplé la belleza con mis ojos, sino con el espíritu eremita que las lecturas de Kafka y Camus habían infundido en mí.

   Los positrones de sus labios se cruzaron con los míos y era cierto que los átomos se aceleraban hasta regresar al núcleo de la tierra. Los niños cantores seguían destrozando el mobiliario urbano y manchaban con batidos de iguanas los graffitis rupestres. Ella se descalzó y arrojó los zapatos al contenedor de las palomas quebradas, y me dijo que la siguiera hasta el hiper, el hiper infernal de las ofertas infernales y de las colas de ancianas interminables que se mutilan con las batidoras de segunda mano.

   Joder, dije, y ella me guió serenamente hasta el perchero. Escogió por mí el abrigo de chinchilla más hiriente y lo caló sobre mis hombros. La luz regresó a su macilenta textura y la visión de Sofia se esfumó, y los positrones se quedaron hechos polvo, y, ante mis ojos, no había otra cosa que Los enamoramientos, de Javier Marías, y un balón de goma que golpeaba eternamente contra las persianas de la calle Max Planck.
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La escritura desaparecerá como desaparecen los recuerdos que mueren con nosotros

Fotograma de El árbol de la vida.

   Deja que los cuerpos acaben por desaparecer. La escritura no persigue la trama. Todo ha sido escrito anteriormente cuando la luz fugada se abrió paso entre la fronda. Las granadas, los rastrojos y los hollados huertos existirán después de nosotros y, en tus manos, no habrá más asilo que la tierra. Nada de lo que habrás escrito será eterno. Los soles se enfriarán y las galaxias que nos acogen serán desguazadas tras su expansión.

   Nuestra muerte también ha sido escrita. Las olas son difusas y cada partícula suspendida en el haz de luz ha pertenecido al núcleo de una estrella borrada en un tiempo incomprensible. Los chamanes nos aguardan tras la cortina de lluvia. Han untado nuestra frente con sangre y, ahora que somos versículos de este mundo quebrantable, no nos queda otra elección que sumergirnos en las aguas.

   Los lodos avanzan tras las huellas del jaguar y el cielo no es el animal inquieto que anunciaron los dioses. Tardamos en abrir los ojos bajo la claridad y aquí, en este instante, las palabras sugieren hasta extinguirse como las ondas en el interior de lo vivo.
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Entrega la fusta antes de que los opiáceos nos sequen el cerebro

Amy Anderssen & Ariane Saint-Amour.

   No creo que esos anticuerpos pegados a nuestras sábanas, como algunos parásitos invencibles, merezcan nuestra atención, Amy. Tampoco lo merecen esos chicos de Walden Street que duermen dentro de los autobuses incendiados y cuentan las estrellas antes de que el siguiente agujero negro las despedaze.

   Son esos pechos ingentes los que provocan la tormenta en Baltimore, Amy, Amy Anderssen. No sé si te lo había dicho anteriormente. A los chicos de Walden les gusta que te mires en los espejos hundidos y en las charcas rutilantes donde ellos beben cuando deja de llover sobre los umbrales de los edificios antiguos. Dios, qué ciudad es esta que nos has mandado custodiar. No dejes, Amy, por favor, que ese humo blanco penetre en mis pulmones para que el sexo entre nosotros sea más sublime que algunos versos de Auden. Algún día, como el capitalismo, moriré de éxito.

   Los potros duermen cerca de las tiendas de golosinas donde los niños pijos son cebados por sus madres antes de perder la virginidad dentro de los terrarios donde reposan las arpías. Qué gran invento, la fusta, Amy. Qué gran invento esa silicona que portas como si una diosa griega te hubiese nombrado meganodriza. Los amantes de Poe dan vueltas sin cesar por la Plaza Saint James y, tras sus ojos de ceniza, se puede leer con claridad que no hay virtud ni ofrenda en lo que declaran sobre ti. Ignórales y busca la luz de los portales para que ellos se den por vencidos y regresen a sus casas a recitar como autómatas "Nevermore". Porque tú no eres la Doctora Fellatio, sino Amy Anderssen, con la que me despierto cada mañana, con la que desayuno pienso para aves exóticas mientras tú tomas soma y galletas Cuétara, con la que me abrazo si arden los carros celestes cerca del centro y los peces plateados flotan ante nuestros ojos como si nunca hubiésemos salido de los abisales.
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Hoy quemaremos osos de peluche a las afueras de Baltimore

Estimada Nikki Benz:

Nikki Benz.

   No lo pienses dos veces. Moriremos atropellados porque la noche en Baltimore es idónea para conductores suicidas que coleccionan cadáveres de palomas bajo sus colchones. No queda nada poético en nuestra vida. Vomitamos juntos cada mañana antes de que los telepredicadores se vuelen la cabeza delante de millones de patos y de vacas.

   Vomitamos juntos y quemamos osos de peluches a las afueras de Baltimore porque nos parece justo que los niños del futuro sufran la misma infancia desgraciada que nosotros, Nikki. A mí también me golpeó un granjero y me mearon la cabeza en los recreos. Pero tú, que eres la amazona de los cráteres y la dueña de los chacales grises, te levantas entre los escombros y convocas a migratorios pájaros que se incendian al atravesar la biosfera. Cuánto fenómeno natural detrás de esos pensamientos que compartimos en la intimidad mientras los vecinos se envenenan lentamente con edulcorantes y telenovelas.

   Las corrientes de aire se esconden en los armarios y las chicas de este barrio meten palos oxidados en los agujeros donde tiemblan las antenas de los insectos. Vamos buscando los caminos de la tarde por Backer Boulevard y la letanía de los músicos de jazz atrae a los tiburones toro y a las madres homicidas que buscan su destino en los geriátricos porque allí pueden matar y beber sangre incansablemente. Nikki, Nikki Benz, vivimos en un mundo confuso, pero tus senos no me atan ya a la tierra. Por esa razón, cruzo la autopista como un perro ciego esperando el deslumbramiento que me conduzca a la misma muerte de los osos de peluche. Tu fuego, solamente el fuego de tu zippo, acabará con esta mierda de poesía.
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Podemos seguirá ganando votantes

Mientras la corrupción no se castigue

Pablo Iglesias y otros dirigentes de Podemos.

   Al final PP y PSOE parecen más inclinados a perder las elecciones que a perder sus privilegios, me cuenta Virgina, una cajera del Mercadona de mi barrio. Es licenciada en Ciencias Políticas y no se maneja mal con el inglés. La abuela de mi vecino Kevin votaba al PP. Se llama Cándida y ahora me pide que yo vote "al de la coleta". El discurso de Pablo Iglesias es adictivo. Sus miradas estudiadas, como en la canción de Alejandro Sanz, y su tono monocorde están calando.

   Quizá haya mucho márketing detrás de esa estampa, mucho asesor biónico, pero es que la realidad está siendo tan hiperbólica, tan filfa, como diría Valle-Inclán, que el discurso de Podemos recuerda a las parábolas de Cristo, esto es, un mensaje mesiánico para sobrevivir a los fariseos. Las revelaciones sobre el funcionamiento de los partidos están siendo tan obscenas, tan naturacas (vuelvo a Valle), tan corleónicas, que no queda otra que desvivirse por Pablo y sus acólitos.

   La corrupción, además del paro, está siendo la clave del éxito social de Podemos. A estas alturas de la película, tengo claro que PP y PSOE no van a delatar a sus corruptos. Con algunas cabezas de turco se intenta hacer un lavado de imagen de vez en cuando, pero no es suficiente. Tengo claro también que PP y PSOE prefieren ahogarse juntos y darse la vida padre, quede lo que quede en el buffet libre, antes que purgarse.

   Mientras Virginia me cuenta que venden más barras de pan que nunca porque las madres preparan bocadillos para comer y para cenar, los mensajes tecnócratas y puritanos de nuestros representantes son un ejercicio práctico de falacias consumadas, comportamientos de mentirosos compulsivos que viven en El País de Nunca Jamás. Muchos recuerdan a famosos telepredicadores.

   Durante muchos años, el hecho de ser corrupto dentro de la política municipal y autonómica era un postureo erótico en nuestro país, una herencia del franquismo más rancio y clasista que convertía al político en vaca sagrada, en un gerifalte generoso que colocaba a amigos y familiares dentro de las instituciones a cambio de votos y agasajos. Pero las neveras empiezan a estar vacías, la crisis está siendo demasiado larga y son pocos los corruptos que van a la cárcel a diferencia de otras democracias. 

   Y me da que estos políticos van a morir matando. Da igual las encuestas, da igual la zorrería, da igual perder las elecciones. Lo que prima es la salvación de los míos y los tuyos. Y esa sensación de orfandad es insalvable para los ciudadanos.

   Cráneo privilegiado.
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Guía para una vida plena

Mi reseña en Mundiario sobre Neurociencia de la felicidad, de Mado Martínez.


   Siempre he sido muy escéptico con los libros de autoayuda que, desde la New Age hasta nuestros días, se han ido publicando masivamente en nuestro país por muchas editoriales. La pseudociencia ha sido capaz de crear falsas esperanzas en muchos lectores, convirtiendo en verdad científica una serie de falacias inspiradas en el subjetivismo y en una espiritualidad que rebosa la misma superficialidad en sus creencias que las religiones que critica.

   En el caso de este trabajo de Mado Martínez, Neurociencia de la felicidad, publicado por Editorial Odeon, asistimos a un breve ensayo con un notable rigor científico, antropológico y periodístico que escapa a ese optimismo santurrón de los trabajos de Bucay o Jodorowsky. Sin mayor intencionalidad que la de compartir experiencias, entrevistas y experiencias personales, la autora desgrana con inteligencia práctica y consejos de andar por casa las causas de la infelicidad y la necesidad de su búsqueda dentro del contexto de nuestras rutinas diarias: "Créeme, aunque sea de día, si estás dentro de un edificio, no estás recibiendo ni el 10% de lo que tu organismo necesita. Los ritmos circadianos se desbarajustan sin luz natural, los niveles de melatonina se vuelven locos, duermes mal, y ya sabes lo que pasa cuando restas calidad al sueño: que te caes por los suelos de cansancio, te estresas, tienes inapetencia sexual y tu estado de ánimo se resiente. ¿Cuál es la solución? Una muy sencilla: Salir a la calle con frecuencia, especialmente si hace buen tiempo" (pág. 117).

   Lo positivo de la obra es su sincero compromiso a la hora de exponer que no es tarea fácil lograr esa estabilidad emocional que nos procura la autoestima, sino un trabajo proceloso, de continuo aprendizaje, donde la Psicología y la Medicina aún tienen mucho que decir. La documentación, las reflexiones que derivan de multitud de entrevistas a especialistas, testimonios de enfermos, la propia experiencia de la autora cuando sufrió una grave depresión construyen un ideario realista, con consejos eficaces, que huye del orientalismo como única posibilidad de buscar esa serenidad emocional: "Los estudios científicos del Dr. John Rateau, de la Universidad de Harvard, me dan la razón. Estar en forma es sinónimo de parecer más joven, porque el deporte aeróbico diario retrasa el proceso de envejecimiento hasta en 16 años". (pág. 110)

   Me ha parecido muy interesante esa perspectiva holística de Mado Martínez para afrontar su análisis de la felicidad desde varios ámbitos culturales. Quizá he echado en falta una perspectiva metodológica clara en algunos de sus posicionamientos, pero la utilidad de este breve manual no se aleja de las estrategias que psicólogos y conductistas de nuestro tiempo aconsejan a sus pacientes. Mado Martínez no niega la eficacia de la ciencia, la importancia de la química en la constitución de nuestros intereses culturales, la labor de los psiquiatras, ni la importancia de la educación a la hora de construir una vida con objetivos y proyectos que la alejen del pesimismo. Su libro redunda en una idea que resultará fascinante al lector y es la concepción totalizadora de la felicidad en nuestra vida: "Cerca del 60% de los pacientes enfermos de cáncer a los que se dice que deberán someterse a quimioterapia y se les explica cuáles son los efectos secundarios, empiezan a sentir malestar antes de recibir el tratamiento. Es una cifra muy alta, más de la mitad, lo que da cuenta del elevado nivel de miedo y preocupación que estos pacientes se enfrentan. Es este mismo miedo y preocupación el que juega en su contra. (...) Te puedes morir por sugestión, o más bien de miedo. Dicen que en la vida sólo hay dos emociones, de las cuales se derivan todas las demás: el amor y el miedo. El miedo es muy generoso. Puedes coger tanto como quieras" (pág. 84).

   Insiste Mado Martínez en que no hay que confundir la felicidad con el placer, sino que la felicidad debe estar relacionada con un proyecto personal donde los fracasos y los logros se contemplen bajo esa realización personal donde crecimiento, autocrítica y aprendizaje conformen el paradigma de vida plena que cada uno necesitamos. Enhorabuena, Mado.
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