sábado, 6 de diciembre de 2014

Con su pasividad ante la corrupción convierten España en un estado fallido

Mi artículo en Mundiario sobre los partidos políticos PP y PSOE.

Mariano Rajoy y Pedro Sánchez.

   Leo a Josep Ramoneda que confirma que PP y PSOE, con su pasividad ante las corruptelas, están convirtiendo a España en un estado fallido. No sé hasta qué punto debo fiarme de las encuentas que se publican semanalmente en los diferentes diarios y colocan a Podemos como una clara alternativa de gobierno, pero si fuesen ciertas y la intención de voto finalmente se correspondiera con una papeleta en la urna, tal vez no hay que responsabilizar del posible fracaso de las políticas de Podemos a Pablo Iglesias, sino a los líderes del bipartidismo que lo han consentido.

  Penosa intervención la de Cospedal que espetaba que ya no se podía hacer nada más contra la corrupción, sin mentar que, entre algunas de las medidas que se podrían legislar, nos encontramos con la limitación de mandatos y el aumento de las penas por casos de corrupción. Se me ocurre. No interesa, porque ahora la estrategia es el machaque a Pablo Iglesias y a sus acólitos. Algunos tertulianos sostienen que es lo que toca si han decidido entrar en el juego de la política.

   Personalmente, no entiendo así la política. Así la entienden PP y PSOE cuando el latrocinio se ha vestido de seda y el populismo consiste, por ejemplo, en dejar que los problemas sociales sean solucionados por la eficacia de funcionarios de carrera y el sacrificio de los jubilados.

   Voy a ponerme en el peor de los escenarios que algunos tertulianos vaticinan; imaginemos que Podemos llega al poder, que la prima de riesgo se dispara y que los capitales privados se evaporan. Seguramente, los responsables serán los que gobiernan y los votantes, pero, en última instancia, aquellos gerifaltes de PP y PSOE que, por que no les salpicara la mierda de la corrupción, consintieron perder las elecciones sin importarles el futuro de la sociedad. O sí. El de algunos, el de los suyos, como es el caso de Pedro Sánchez, cuya vehemencia y voluntarismo son volátiles y efímeros, pues sus argumentos de nada valen si algo huele a podrido en Andalucía. Amén.

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