jueves, 31 de julio de 2014

Manos que se cruzan como alas de paloma

A María Jesús Cabrera y a Inma Morante 
  
  Deja que esa noche te conceda el último beso más húmedo. Que las sombras te imploren cuando abandones la realidad para resistir en esta foto de Egglestone que guardo en secreto. No temas. Vivirás en el recuerdo, en la luz inmóvil que se alumbra en cada perfil que anuncia: estás cerca, detrás de ese muro, escucho aún tu voz y tus manos se cruzan como alas de paloma.

Fotografía de William Egglestone
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miércoles, 30 de julio de 2014

Deja que las briznas...

 A Yiya Gómez

   Deja que la brizna se pose sobre tus labios. Te estremece el vuelo del azor y acechan sombras a nuestra vera. Nueva noche sobre la llama del crepúsculo a punto de desaparecer. Quietos, entre las piedras, sumergidos en el humus fértil donde crecen los hinojos y la salvia. Eras mujer antes de extensión de la rama, resplandor que incinera las huellas de nuestros últimos pasos.

Trabajo de Susanna Majuri
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martes, 29 de julio de 2014

Luz entre las aguas

   A Almudena Vicente

  Fluyes entre las aguas y nuestros cuerpos son la resonancia de una imagen que permanece aún en la superficie. Un reflejo intemporal y nosotras, que provenimos de la lucha, huimos ahora de la luz vertical. No llores tras la apariencia. Recuerda que tus manos son la rama azul y que mi cuerpo, la salvia que emerge entre las piedras. Cuerpos de luz. Bajo las aguas, somos indivisibles y nos envuelve lo más profundo, lo que no alcanzamos, más allá de la luz, de las aguas. De la nada.

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Entrevista al poeta José Luis Zerón:

actualidad y función social de la poesía


Su último libro publicado, Sin lugar seguro, en Germanía Ediciones, corrobora una trayectoria literaria de gran madurez, al margen de modas culturales. Discretas apariciones en los medios y un infatigable trabajo en prensa, antologías y revistas literarias, otorgan a José Luis Zerón esa autoridad crítica que es necesario escuchar en estos tiempos de crisis para comprender mejor el fenómeno literario como un acontecimiento maldito y comprometido con la vida misma, sin esperar grandes reconocimientos a cambio. José Luis Zerón recupera en su último libro un tono elegiaco con el que regresa a la infancia como un tiempo desconocido y lleno de matices existenciales. En esta entrevista para MUNDIARIO, el poeta oriolano, editor durante muchos años de la revista literaria Empireuma, reflexiona no solo sobre su propia creación, sino también sobre cuestiones referentes a la actualidad de la literatura en nuestro país.

- ¿Hasta qué punto los propios poetas han sido culpables del sectarismo y de los escasos lectores que tiene la poesía?

- Esta es una cuestión que me han planteado en varias ocasiones y a la que respondo diciendo que la poesía siempre ha sido para minorías, salvo quizá la poesía popular que estuvo muy arraigada y que hoy no es más que una curiosidad arqueológica. Hoy precisamente, cuando más se repite que la poesía está aislada y casi en vías de extinción, se lee y se edita más poesía. Además, la poesía tiene una presencia constante en los medios de comunicación que difunden la cultura, si bien, y esto creo que no es bueno. Hay algunos poderes que se otorgan el derecho de hablar en su nombre. Igualmente me parece un tópico afirmar que a los poetas solo los leen los propios poetas. Por supuesto eso sucede así en gran medida, pero también conozco casos –y no pocos- de lectores de poesía que no son poetas, que no han escrito un verso en su vida. También hay que tener en cuenta, por otra parte, que han cambiado los medios de difusión de la poesía y ahora se publica y se lee mucho más en formato digital.

- ...

- No pretendo pecar de optimista ingenuo. Sé que la poesía nunca será un fenómeno de masas, ni falta que le hace. Por otra parte, no creo que en la poesía solo haya sectarismo. Lo hay sí, en la medida en que hay poetas muy influyentes y amparados por los principales suplementos culturales que crean modas; pero también hay, y eso para mí es lo más interesante, una convivencia de estilos y tendencias, una pluralidad de voces que amplían y enriquecen el mundo poético actual. Además, algo que me parece muy positivo: en el mundo de la poesía contemporánea hay una constante reflexión crítica sobre lo poético. No digo yo que haya que exculpar a los poetas de la escasa repercusión que tiene la poesía. Desde luego hay poetas que han cometido excesos, bien como prevaricadores, entregándose a la banalización del lenguaje o a un exceso de sentimentalismo o actuando como profesionales de clase media, bien atrincherándose en un lenguaje hermético, opaco, intransitivo o en un exceso de celo en su responsabilidad como custodios del lenguaje. Recuerdo la reacción de Herberto Helder contra los que abogaban por una poesía de línea clara: decía con arrogancia “Dios mío, haz que yo sea siempre un poeta oscuro”. Era su lema. En cualquier caso creo que el poeta no debe degradar la palabra para halagar al lector. Y no entiendo que para parecer más cool tenga que arremeter contra la poesía autoinculpándose, como poeta que es, de ser un ciudadano pasivo perteneciente a la "aplastante mayoría silenciosa". Ahora la costumbre es que los propios poetas arremetan contra el ejercicio de la poesía denunciando su “inutilidad” y su “connivencia” por silencio y omisión con las maldades del sistema.

- ¿Hay honestidad?

- Uno empieza a estar harto de la misma cantinela, entre otras cosas porque no sé si la actitud del poeta actual responde a una acto de honestidad o de gazmoñería, y por otra parte me pone los pelos como escarpias tal acto de autocrítica, pues me hace recordar a los numerosos poetas y artistas de países totalitarios que fueron obligados a pedir perdón públicamente acusados de individualistas. Lo que no entiende el poeta de hoy, acomplejado antes las acciones mediáticas de muchos colectivos incendiarios -algunos de los cuales no escapan al sectarismo- es que escribir poesía es en sí un acto de rebeldía, insignificante lo sé, pero una forma de insumisión ante la retórica insensible y plana del pensamiento único y el abrazo corrosivo de la realidad. Por supuesto ha quedado atrás la creencia insostenible que parte del diálogo platónico Ión, que afirma que los poetas no son otra cosa que intérpretes de los dioses y que cuando poetizan lo hacen fuera de sí, es decir, inspirados. Pero sí creo que el poeta es un hereje, en el sentido de “hairesis”, que significa seguir el propio camino, elegir. El poeta, pese a su estado continuo de escucha y su amplitud de miras, –o al menos se le supone- está solo, puesto que su actitud ante la vida, su lenguaje mismo es un acto de resistencia que ha de llevar a cabo con determinación sin rendir pleitesía ni a las modas literarias ni a las más groseras y efímeras manifestaciones de lo contemporáneo; pero su acto de resistencia no debe ser un acto de arrogancia autista. Como decía, su mente ha de estar abierta a todo, cercana a todo. A veces la poesía puede ser una huida, una acción estupefaciente, cierto, pero sobre todo es conciencia de lo sorprendente, y por ello mismo el verdadero poeta lleva un crítico dentro y no puede librarse de los conflictos interiores y exteriores. También creo que escribir poesía, como diría Bergamín, es un acto de amor desinteresado que no suele ser correspondido en estos tiempos pragmáticos e interesados; por eso la poesía continúa siendo una forma de resistencia como cualquier otra más visible.

- ¿Y el lector?

- También habría que pedirle alguna responsabilidad al lector. El poeta no puede seducir al lector si este no se deja seducir poniendo un poco de su parte. Se vive ahora muy rápido y la poesía tiene un lenguaje lento, es decir, para comprender un poema el lector ha de dedicarle tiempo y atención. No hay que olvidar que el hombre de nuestra época tiende a un lenguaje cada vez más enunciativo y pragmático y la palabra poética es polisémica y por su vocación abarcadora exige del lector esfuerzo y complicidad. Creo que fue Ives Bonnefoy quien escribió que la poesía es la memoria de la unidad y de la totalidad con el mundo, que contradice la mayoría de las conductas que tenemos que sobrellevar en lo cotidiano desde hace unos siglos”.

- Siempre se pregunta por el papel de la poesía en nuestra sociedad como si los escritores tuvieran respuestas a problemas que no tienen solución. ¿Cómo diferencias el papel del escritor y el rol de persona ética?

- Sí es cierto. Parece que los poetas tengan que tener soluciones para problemas contemporáneos, pero la misión del poeta no es encontrar soluciones, sino plantear interrogantes. El poeta, siempre lo he dicho, ha de mantener una actitud ética, porque en sí la poesía es una ética. Ha de ser fiel a su lenguaje, dejar que sea; y ha de afrontar los numerosos conflictos de esta época tan convulsa y contradictoria, pero no necesariamente escribiendo una poesía de corte social. El verdadero poeta es un ser sensible y curioso, necesita el contacto con el mundo y sabe que nunca existieron las torres de marfil; lo que ocurre es que no tiene por qué ser una activista ni un predicador. Puede serlo, sí, y hay casos conocidos, pero para mí es más importante que sea alguien capaz de ver más allá de las seudoevidencias de la vida cotidiana y no un burócrata que conciba la poesía como un producto y haya dejado de creer en el sueño humanístico, una persona calculadora que no sea capaz de conmoverse, de entusiasmarse, de perturbarse ante la doble faz del mundo que le rodea: la maravillosa y la numinosa.

- En tu último poemario, Sin lugar seguro, regresas a la casa materna para mirar con nostalgia tu propia vida y tu mundo. Parece que la poesía se acerca siempre más a lo filosófico que a la propia literatura.

- Bueno, es evidente que la poesía se acerca mucho a la filosofía; en la escritura poética actúa la inteligencia y se emplean conceptos, pero también hay mucho de intuición, de sentimientos, emociones y sensaciones. La poesía contemporánea está en continuo diálogo con la filosofía y también con la ciencia y las artes y con otros lenguajes escritos. Pero no hay que tomar a la poesía por lo que no es. Se corre el riesgo de confundirla con otras expresiones que pueden contener cierto hálito poético y aspirar a fines similares a los que persigue la poesía. Lo importante es que el poeta encuentre un equilibrio entre el pensamiento y el sentimiento al estilo unamuniano para que el poema aliente y no sea ni un pequeño tratado conceptual ni un desahogo solipsista. En “Sin lugar seguro”, el regreso al hogar perdido –para ser más exacto a la casa de mis abuelos maternos, donde pasé muy buenos ratos de mi infancia y adolescencia-, tiene una parte de realidad pero también es un regreso alegórico. No es un poemario estrictamente autobiográfico, pero, en efecto, miro mi propia vida, la pasada y la presente, y mis estados de ánimo y mis sentimientos se funden con la naturaleza, que es una mezcla de paisaje feraz, sensual y desolado. No estoy de acuerdo en que la mirada sea nostálgica. Puede parecerlo, porque hablo del pasado, pero lo que trato es de huir del sentimiento nostálgico, que llega a ser peligrosamente atractivo porque te seduce y termina petrificándote. Celebro todo lo vivido pero reconozco que lo pasado está muerto, porque lo certifica el presente, de modo que los momentos de ruina, desasosiego y desolación suceden la mayoría de las veces porque vuelvo la mirada atrás, sin embargo el poema –porque se trata de un poema unitario fragmentado en tres partes y un epílogo- tiene, digamos, algunos fragmentos optimistas e incluso luminosos, producto de la asunción del presente y de la vida que sigue pululando ante mis ojos.

- El lenguaje de la poesía se presta a muchas variaciones e innovaciones; sin embargo, tengo la sensación que la narrativa, salvo algunas excepciones, parece haberse estancado en discursos lineales y de revisión histórica.

- Leo mucha novela y sí observo esa tendencia de la que hablas. La revisión histórica y el discurso lineal, en ocasiones demasiado plano, abundan en los novelistas actuales, seguramente porque de esta manera ganan más lectores y con ello dinero y notoriedad. Ofrecen una lectura fácil y aportan un conocimiento por la vía rápida, aunque eso sí, superficial. No obstante hay novelistas rigurosos profundos, abismales, que no renuncian a tratar las cuestiones más escabrosas que afectan al ser humano con sensibilidad e inteligencia y escriben con una línea clara, o al menos no son muy experimentales. Pongo como ejemplo a tres novelistas jóvenes españoles: Ricardo Menéndez Salmón, Isaac Rosa y Miguel Ángel Hernández.

- ¿Hasta qué punto la creación poética se convierte en una obsesión y no en un placer?

- Es una mezcla de las dos cosas. La obsesión se produce, sobre todo, cuando empiezas a gestar el poema en tu cabeza y aumenta en el momento en que le vas dando forma. Se llega al nivel de tensión máximo cuando el poema sale a la luz y pugna por sobrevivir. A veces el estado de tensión es tal que en cualquier momento puede suceder el resquebrajamiento definitivo del poema y que la voz termine cediendo a la autodestrucción. Claro, que esto no sucede siempre. Hay poemas que no presentan batalla, que salen dóciles y te dejan respirar. Pero esos otros, los que se abren camino a puñetazos y arañazos, te dejan exhausto, como si hubieras participado en un combate de boxeo. Como en un parto, la relajación viene después del esfuerzo, cuando reconoces a la criatura, aunque también puede sobrevenir una depresión, en este caso una inmersión temporal en el tedio, si bien esto último me ocurre con más frecuencia cuando termino un poemario. Siento entonces que ya no volveré a escribir más, pero siempre incumplo mi palabra. Afortunadamente la vocación poética no siempre resulta una obsesión dañina y a veces me produce satisfacciones. En cualquier caso, ya he asumido que la relación del poeta con la poesía es de amor y odio.

- Por último, no sé si tienes la sensación de que los escritores, entre múltimples presentaciones, ferias de libros, firmas en centros comerciales y clubes de lectura parecen haberse convertido en un producto a consumir más que en un referente creativo y de voluntad de vida.

- Sí, claro, el marketing, asumámoslo, es fundamental hoy en día para que un escritor sea reconocido. Sobre todo los escritores profesionales -la mayoría novelistas- se convierten en un producto más, en una figura mediática que ha de estar todos los días diciendo una frase genial o una perogrullada –da lo mismo- y armando polémica. En la poesía sucede a menor escala, pero también algunos poetas están sometidos a la servidumbre mediática, sobre todo si ganan un premio prestigioso o aparecen en una antología destacada. En los últimos años estamos asistiendo a una proliferación asombrosa de las antologías. Los antólogos son los que marcan el canon y exhiben a los canonizados y los someten a polémicas. Y los poetas bendecidos por los antólogos, claro, son los invitados a congresos, festivales y demás manifestaciones públicas de la poesía. Hace poco asistí como invitado a la feria del Libro de Alicante para firmar ejemplares de mi último libro. Como para mí todo aquello era una experiencia nueva pensaba que iba e estar más solo que la una -bueno en compañía de los poetas con los que compartía la caseta-, y que nadie compraría mi libro. Para mi sorpresa se acercaron algunos curiosos un tanto despistados y conocidos y amigos que charlaron con nosotros. Yo firmé varios ejemplares de mi libro, circunstancia que no esperaba. Fue una experiencia interesante, pero estoy convencido de que la poesía y el arte están en otro sitio.
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Christian Salmon escribe sobre la frivolidad de la moda en Kate Moss Machine

Mi artículo en Mundiario sobre la frivolidad en los medios de comunicación.


   El ensayo de Christian Salmon, editado por Península en 2010, es un referente excepcional del culto a la frivolidad por parte de los medios de comunicación. Sus reflexiones establecen que el paradigma de la autenticidad para los monopolios de la moda y el ocio se sustenta en la innovación de un fenómeno que se debe consumir aceleradamente. Su caducidad justifica el nacimiento de otro aparentemente más extraordinario. El trabajo de Salmon, Kate Moss Machine, es un análisis de la cultura posmoderna que describe las interrelaciones entre cine, moda y comportamientos sociales.

   Su elocuencia expositiva reside precisamente en construir un modelo cultural a partir de Kate Moss, siendo la publicidad, la música pop y las pasarelas, objetos de consumo que frivolizan con los valores morales que han articulado la convivencia en Occidente: el honor, la culpa, el bien, entre otros. Estos valores estallan por los aires cuando el mundo televisivo nos presenta a Kate Moss como un nuevo estereotipo de belleza más mundano y pusilánime. Un nuevo modo de consumo que hace posible que chicas pecosas, con poco pecho y sin éxito social se ilusionen con una forma de vestir más chic y barata.

   El hecho de que Kate Moss sea un símbolo de la transgresión, de la androginia, de lo iconoclasta no es lo más revelador, sino que Kate Moss ha conseguido que lo innovador y lo marginal se hayan sumado a la amplia oferta de productos que puede consumir la clase media. La modelo inglesa rompe con el pasado, con una tradición inspirada en un aura de fragilidad e idealismo que envolvía las pasarelas y los reportajes de moda en la década de los ochenta: "Su silueta grácil se ha convertido en tema de sociedad. Con diecinueve años está en el centro de cálculos financieros colosales, de estrategias de marcas, de apuestas estéticas y morales que la sobrepasan. El champaña y el tabaco-para limitarnos a la farmacopea oficial- la ayudan a mantenerse en pie" (pág. 89).

   Kate Moss significa que el éxito está al alcance de todos, de cualquier chica de a pie. Ya no es tabú el hecho de que la moda, el cine y lo televisivo se relacionen directamente con lo espontáneo, lo popular y lo ilegal. Pero todo es un fraude. No deja de ser otra estrategia para que las grandes marcas sigan ganando más dinero y, en esta ocasión, brindando la oportunidad a las clases menos adineradas, a los más rebeldes, a los hastiados jóvenes de la Generación X que ven en esta modelo una nueva imagen del glamour, más cool, más próxima a los suburbios.

   El valor del ensayo de Salmon está ahí, en esa intrigante conclusión a la que llegamos después de su lectura. El capitalismo consigue transformar en vendible cualquier sentimiento de frustración, cualquier reivindicación, cualquier chica que, sin la exuberancia de la Crawford, se muestra ante las cámaras con más defectos que virtudes.
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Battle Royale

Sexo, violencia y suspense en un cómic manga de Koushun Takami


Mi reseña en Mundiario sobre Battle Royale.

   Uno de los cómics manga que más influencia ha tenido en otros trabajos de novela gráfica ha sido Battle Royale por su sugerente mezcla de sexo, violencia y suspense. La obra escrita por Koushun Takami relata la lucha por sobrevivir que mantienen estudiantes de instituto dentro de un programa televisivo que es líder de audiencia.

   Battle Royale apareció por primera vez como una serie en la revista quincenal de la editorial Akita Shoten “Young Champion” a principios del 2000. Lo que consigue el trabajo de Takami es adaptar trabajos narrativos tan importantes como “El señor de las moscas”, de William G. Golding, a un relato de gran fuerza plástica donde la belleza sensual de algunas protagonistas, los traumas de los participantes y el espacio del bosque como un espacio de depredación consiguen una tensión psicológica que involucra al lector en ese contexto de lucha a muerte entre adolescentes.

   La secuenciación en diversos niveles de narración comprenden desde la descripción de algunas psicosis infantiles hasta el combate más sanguinario, representado por el dibujo armónico de Masayuki Taguchi, de un gran detallismo descriptivo. La perfecta descripción psicológica de cada protagonista y su desarrollo narrativo a lo largo de la aventura son virtudes que cosecha el relato con gran eficacia, descubriendo profundas historias humanas detrás de cada asesino y detrás de cada víctima. La excelencia de esté cómic no solamente se comprueba en la paradoja del argumento (jóvenes adolescentes que asesinan a otros hasta quedar uno), sino también en esa crítica social que el guion de Takami esboza con inteligencia. La guerra por los índices de popularidad en los medios de comunicación y la falta de sensibilidad en un gobierno dictatorial que sacrifica a sus ciudadanos para dar ejemplo de orden social han hecho de Battle Royale un cómic que va más allá del puro entretenimiento.

   Por respeto al trabajo de Takami, no voy a detenerme en las versiones cinematográficas que tan bien se han rentabilizado en las salas de cine. Diré solamente que versiones cinematográficas como Los juegos del hambre redundan en ese sentimentalismo pueril al que nos tiene tan acostumbrados algunas series televisivas americanas políticamente correctas. Nada que ver con el dramatismo y la contundencia del asesinato en Battle Royale que tanto nos recuerda a los violentos filmes de Yakuza en cineastas como Kinji Fukasaku.
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lunes, 28 de julio de 2014

Silicona, mechas de tono rubio y cheerleaders en el cine de terror americano

Mi artículo en Mundiario sobre las pelis de terror americanas y sus protagonistas siliconadas.


   Qué bien le sienta a Denise Richards todo lo que se pone. Molan esas chicas de camiseta ajustada que protagonizan las pelis bazofia de asesinos en serie y amigos con derecho a roce. Son esas cheerleaders que mitifican a Estados Unidos y nos hacen olvidar sus índices de obesidad y el Ku Klux Klan. Ese cine del psicokiller para adolescentes con espinillas tiene mucho tirón y el truco está en crear ese imaginario de diosas y adonis que son asesinados en sus pisitos chill-out. Las duchas, las piscinas y los bailes de Halloween nos muestran el esplendor de la silicona y lo efímera que es la belleza, si te clavan un punzón en el esternón o te ahogan en un jacuzzi mientras tus amigas siguen la fiesta del pijama con lencería fina en el cuarto de invitados.

   Los gritos orgiásticos antes de morir, los tops ceñidos y la respiración entrecortada de estas modelos son estímulos de una sutil pornografía que vincula la muerte con la belleza más superficial; antes muerta que sencilla, claro está. Ni se despeinan cuando el asesino enmascarado les atiza con el bate o las apuñala en la ducha sin ese erotismo glamouroso que desprendía Janet Leigh en Psicosis, una belleza ejemplar y madura que nada tiene que ver con estas chicas trufadas a Biomanán y bótox. Un San Valentín de Muerte, Seducción mortal o la saga de Scream reflejan la antropofagia que ha arraigado en algunos pueblos sureños de Estados Unidos donde se come carne de caimán y sobre cuyos crepúsculos maravillosamente escribía William Faulkner.

   Qué bien le sientan las camisetas a Denise Richards, volviendo al tema.
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Leyendo unos cuentos de Von Hofmannsthal en un centro comercial



   Sin duda, las paradojas han definido lo contemporáneo desde el punto de vista científico y sociológico. Este axioma no está lejos de esas vivencias insólitas que uno a veces experimenta cuando se encuentra leyendo, por ejemplo, unos cuentos de Von Hofmansthal en un centro comercial abarrotado de quinceañeros y padres de familia.

   Mientras algunas cuarentonas se dedicaban a devorar montones de ropa en PRIMARK y H&M, mientras sus cónyuges seguían hipnóticos los cotilleos y cookies de sus pantallitas de móvil, encontré en el maletero de mi coche una selección de los cuentos de Hugo von Hofmannsthal. Así que, sentado en uno de esos sillones de atrezzo que IKEA ofrece a sus clientes junto a las salchichas de fécula de patata, me puse a leer con empeño. La marea de insomnes quinceañeras y chicos mob que se movía a mi alrededor nada tenían que ver con ese mundo de espejismos y ensoñaciones que el escritor alemán describía a través de sus atmósferas enrarecidas, dotadas de un aura espectral donde los personajes, obsesionados con el miedo a la muerte, son víctimas de su propia locura.

   Después de leer “La manzana de oro”, me dije que la vida es así de sencilla y contradictoria. Como la propia literatura. En este centro comercial (que me recordaba al interior de La Estrella de la Muerte) en el que manadas de niños pijos deambulaban con sus mochilas de Hello Kitty y pegados a sus móviles de última generación, me sentí completamente inútil, distanciado y ajeno a la realidad, al igual que esos personajes descritos histriónicamente por Von Hofmannsthal. Sin embargo, vibraba de emoción, no por la canción de Miley Cyrus que sonaba en el ambiente, sino por la emotividad de esos cuentos que, después de tantos años, conmocionan aún al profundizar en nuestra irracionalidad hermosamente humana.
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Sasha Grey interpreta el papel de una escort

Mi reseña en Mundiario sobre el film The Girlfriend Experience.


   Sin ser la mejor película de Soderbergh, el lenguaje cinematográfico del director no renuncia a sus propiedades habituales como es esa narración fragmentada que involucra al espectador en la lectura del argumento y en sus diversas interpretaciones. El énfasis del cromatismo en los espacios y la deleitación en la descripción de atmósferas limpias y nítidas se hilvanan perfectamente para introducir a Chelsea, una escort de lujo, cuya vida profesional y sentimental es narrada a través de breves secuencias de una gran intensidad descriptiva, especialmente por esa sobriedad y esa enigmática psicología con las que Sasha Grey dota a su personaje.

   Aunque a la película le falta mayor desarrollo narrativo porque el personaje de Chelsea permite muchas más posibilidades, Soderbergh apuesta por esa capacidad de síntesis para mostrarnos los vicios y obsesiones de una élite financiera que persigue sus fantasías sexuales en un contexto de crisis económica apocalíptico. Parece que el dinero justifica todo tanto para Chelsea como para sus clientes. La infelicidad y la amputación de futuros ilusionantes conducen al personaje de Sasha Grey y a sus amantes a un callejón sin salida, pues la frustración personal y la carencia de sentimientos convierten la identidad en rostros difuminados y en mentes zombis, inmunes a la reflexión y a la empatía. Una película de 2009 muy recomendable para este verano.
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El dibujante Kikelin rinde tributo al cine americano en su obra NO HAY COLOR

Mi reseña en Mundiario sobre el último trabajo del dibujante y caricaturista Kikelin.


   No hay color. Personajes de cine en blanco y negro (en Ecotonner impresores) es el último trabajo publicado por el dibujante y caricaturista Kikelin. La obra es un homenaje personal a actores y actrices del cine americano que han marcado su vida a través de películas emblemáticas y de una significativa repercusión artística. A través de sus hipérboles y exageraciones, las caricaturas de Kikelin revelan aquellos rasgos físicos y emocionales que caracterizan tanto al personaje como al intérprete en películas tan inolvidables como Solo ante el peligro, Psicosis, Casablanca, Toro Salvaje, entre otras.

   Esta selección de caricaturas va acompañada de breves textos literarios, escritos por diversos autores alicantinos, donde se mezcla la ironía con un tono nostálgico y épico que profundiza en el trasunto literario que hay detrás de personajes como Atticus Finch en “Matar a un ruiseñor” o Jane Hudson en “¿Qué fue de Baby Jane?”. Como escribe el propio creador en este libro misceláneo: “Tanto si se trata de profundos estudios psicológicos o filosóficos, divertimentos intrascendentes o fulgurantes estallidos de violencia o sexo, un personaje representado por un buen actor en una gran película hace sentir la realidad de su existencia en la mente del espectador. Toda mi vida he regresado al cine y no creo que deje de hacerlo jamás”.

   El trazo de Kikelin analiza aspectos de personajes cuya riqueza expresiva es imborrable por la fuerza de sus interpretaciones. Así encontramos que el lirismo y la tensión psicológica de estos rostros aún se enfatiza más con la talentosa habilidad de este dibujante para convertir al personaje cinematográfico en una identidad autónoma que nos mira más allá del cine. Más allá del dibujo.
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Gisele Bündchen:

la belleza homérica de una modelo para olvidar las masacres


Mi artículo en Mundiario sobre la modelo brasileña Gisele Bündchen.


   A mí la Gisele me gusta porque me recuerda a las diosas homéricas. La Gisele es la dona angelicata del poeta, la más hermosa, la más delgada, la que más come, la que más viaja, la que más cobra. Todas esas virtudes que no comparte una sociedad que se ceba a productos sin gluten y a antidepresivos. Yo envidio a la Gisele porque me recuerda mi flaqueza y que mi genética no se ha detenido en los pormenores, sino en lanzarme al mundo con un taparrabos para que, como mucho, consiga un título universitario. Lo de esta chica es diferente. La Genética se ha esmerado en su arquitectura como si Vitruvio fuera una hormona en su organismo.

   Porque Gisele refleja la destrucción de cualquier belleza alternativa y que, por encima de nuestra felicidad corriente, de andar por casa, hay otra mayor, inaccesible para los que llevamos con dignidad el encanto de las lorzas. Pero es necesario que la Gisele aparezca tan sensual y pornoerótica en esos anuncios de la tele porque así nos olvidamos de que el mundo se aproxima a su Armagedón. Lo apocalíptico es que nuestro cerebro se sienta hiperestimulado con esas piernas y ese pelo mientras caen los aviones y se masacran niños no solo en Gaza.

   No sé si existe de verdad la Gisele, a lo mejor es una invención como el sexo tántrico (lo sé por experiencia), pero, cada vez que emerge de las aguas en mi Facebook, le doy al “Me gusta” y parece entonces que yo he contribuido a equilibrar las energías del Universo, a que esa belleza, después de mí y del calentamiento global, me sobreviva. Mamá, yo también te quiero.
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Asesinos natos, de Oliver Stone

Una metáfora de la violencia en televisión


Mi reseña en Mundiario sobre el film Asesinos natos.


   Estaremos de acuerdo que no es la mejor película de Oliver Stone. Pero, anoche, después de varios años, volví a ver la película y a solas. Quería reflexionar brevemente sobre algunos aspectos que ahora, después de lo visto en televisión, hacen de Asesinos natos una parábola ejemplarizante de la telebasura a la que estamos asistiendo cada vez que somos dueños del mando a distancia.

   Esa telebasura no se refiere solamente a los programas del corazón, sino también a todos aquellos formatos que, bajo la supuesta virtud de la información y lo divulgativo, han convertido lo político y lo social en un producto mcdonalizado donde interesa más la inquina y el morbo, caiga quien caiga, que la función referencial o formativa de lo que se anuncia y se analiza. Oliver Stone rinde un tributo a la violencia como un lenguaje nada atípico de las sociedades modernas, criticando con histrionismo y ferocidad la moralidad de unos medios que velan sobre todo por los ingresos publicitarios, nada ajeno a otro tipo de violencia que sumerge al espectador en una lobotómica incapacidad para no ver más allá del producto y del objeto.

   La cosificación de la política en algunas tertulias, donde la actitud de los participantes recuerda al wrestling o a los telepredicadores, y la animalización de los sentimientos en el constante cotilleo amarillista nos recuerda la terrible actitud de ese psicokiller que, aun sabiendo diferenciar entre el bien y el mal, disfruta con el sufrimiento y la depredación. La metáfora de Oliver Stone, como aquella de Sidney Lumet en Network, nos revela que una televisión anómica, focalizada en el espectáculo, en la turgencia de modelos y presentadoras, y sin urgencia de análisis sobre los problemas de nuestro entorno (a no ser que sea bajo el boxing de las tertulias) no dista de esa histérica fascinación que despiertan los asesinos y que la televisión relata como un discurso cultural que eleva a Mason a los altares. No es nada nuevo lo que digo y sobre lo que Oliver Stone reflexiona salvajemente, pero la violencia también es una forma de expresión que pasa desapercibida y que se normaliza en las sociedades, aunque no haya sangre ni sesos desparramados por nuestras salitas de estar.
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Si fueras una replicante no te mataría de esa forma que sabes

Cartas a Marta, Mundiario


   Es mejor que seas psicokiller a una replicante como Rachael. Temo que te vayas convirtiendo en un personaje de ficción, en una evidente forma mítica que me seduzca desde el más allá. Lo que más me gusta de ti es que matas con la mirada, como una Medusa posmoderna que se viste de Channel y con complementos de Desigual. Lo mejor de ser psicokiller es que no hay preguntas existencialistas en tu cabeza. Solamente sexo y violencia. Si fueses una replicante, tendría que responder a esas cuestiones que solamente Corto Maltés sabe responder sin acritud. Te pido perdón si apunto a los maniquíes de la Quinta o a ese reflejo de mujer petrarquista que se dibuja en los esmerilados cristales de los Outlets. Un abrazo, desde el paraíso perdido, culebra de agua.
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viernes, 25 de julio de 2014

Sensaciones de la música de Henze

 Acabo de escribir un texto para Mundiario sobre las sinfonías de Hans Werner Henze. Inspiradoras, llenas de intriga y tonos amenazantes, su música describe, al igual que Ligeti o el propio Mahler, la realidad caótica de este mundo globalizado donde las sociedades modernas siguen buscando respuestas espirituales a esa continua sensación de orfandad e incomprensión que las embarga.


   Manifestaba el compositor y director Leonard Bernstein que la música de Mahler era premonitoria de las catástrofes a las que iba asistir la Humanidad. No le faltaba razón a Bernstein cuando cualquier amante de la música subraya ese tono épico y trágico que caracteriza, por ejemplo la Sexta Sinfonía, de Mahler. Esa misma sensación es la que se experimenta al escuchar la música sinfónica de un autor como Hans Werner Henze. Su música, inflamada por una intriga amenazante en cada movimiento, recupera ese lenguaje versátil y proteico del mejor Stravinsky sin renunciar a los silencios significativos y a melodías románticas que sumergen al receptor en un espacio lleno de incertidumbres.

   Porque es la incertidumbre lo que mejor caracteriza no solo a la música de Henze, sino también el mundo que tanto le inspira y al que asiste como un eficiente narrador; ese mundo que ya presagiara Mahler, donde todo parece ajustarse a un estado permanente de caos y azar. Esa tonalidad épica que se muestra en sus sinfonías sobrevive, en el caso de Henze, por un aura de fragilidad constante, donde se percibe claramente que las causas de los grandes acontecimientos están sujetas a mínimas variaciones. Sus sinfonías como emocionantes discursos, fragmentados y aparentemente condenados al vacío, dejan en nosotros sensaciones de ensoñación y de intriga que explican paradójicamente cuán incomprensible son algunos comportamientos políticos y sociales que nos han llevado a esta globalización desigualitaria.

   Esa metáfora en la que el aleteo de una mariposa provoca un huracán en otro extremo del mundo está inmersa en las sinfonías que Henze construye desde la influencias notables de Mahler, Bartók o Stravinsky. De esta forma, su música es ese lenguaje insólito, lleno de matices y pausas, donde se manifiesta que la alucinación y los espejismos también son formas sinceras de mirar a nuestra realidad cada vez más fascinante y deprimente.
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miércoles, 23 de julio de 2014

Caballitos de mar y pizza

  Invítame, heroína, a consumir esa pizza que han rellenado con miembros humanos. Me divierte el canibalismo como ese sexo tántrico que me has enseñado con tus artes de lívida odalisca. Si me quitara la máscara, verías mi auténtico rostro de profeta insondable. e cogeré de la mano y pasaremos horas rezando el padrenuestro mientras los caballitos de mar regresan a nuestros desvelos.

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martes, 22 de julio de 2014

Libre de las conjunciones

 ¿Por qué me apuntas con el revólver? No te gustó la distribución de conjunciones en mi nuevo artículo. Es lo que tiene la gramática. A veces mi estilo no es ágil y ese hecho te pone de los nervios. Pero no me podía esperar que, por culpa de las conjunciones, me apuntaras con esa "pipa" nuevamente.  Si me visitas en el hospital como la última vez, no me regales la gramática de Ignacio Bosque. Me gusta ser un escritor libre de ataduras sintácticas.

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domingo, 20 de julio de 2014

Quema toda esta casa, Gisele.

  Escuchas el canto del autillo. Has incendiado la cocina con queroseno, pero conservas la Biblia. Porque, en el fondo, te sientes una pupila de esas mujeres del Antiguo testamento que desvirgaban a los ancianos y miraban hacia Sodoma con ojos caritativos. Después de estos años, has visto que solamente sirves para esas portadas de revista, que tus conocimientos de Física Cuántica no te han servido para nada. Sigues aún en el sillón de ese coche con aquel muchacho barbilampiño llamado Bob que no se lavaba las manos antes de tocarte. Sinceramente, por mí, puedes quemar mi vida y toda la casa. Por cierto, me encanta tu espalda.

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Sobre Rachael. Volumen I

 No atrapes más moscas en el vacío. Es demasiado rudimentario para tu belleza de diosa acuática. No me mires con esos ojos que admiran la muerte de los árboles y el ciclamen del crepúsculo. Tengo ganas de ti, de hacerte el amor, abriéndote despacio esa boca de preciosa vestal que cuida de su impoluto cuerpo. El champú se ha acabado, pero lo importante es que el agua caliente siga circulando fuera y dentro de tu cuerpo. Escúchalo bien. Sí, vienen otra vez, los cantos de la locura que me azotan en la yugular y en el cerebelo.

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12 poemas de Federico García Lorca

Mi reseña en Mundiario sobre el nuevo libro ilustrado por Gabriel Pacheco.


   Las ediciones de Kalandraka siempre han destacado por su impecable orfebrería a la hora de encuadernar y de ilustrar sus textos dirigidos a los niños. Creo que su nuevo trabajo editorial, 12 poemas de Federico García Lorca, justifica nuevamente su exquisitez en la edición, rindiendo tributo a algunos versos de Lorca. Lo que caracteriza a esta antología es la dimensión fantástica y paradójica, más allá de lo literario, que la pintura de Gabriel Pacheco otorga a los poemas del autor de Yerma.

   El ritmo popular, las repeticiones y los estribillos de esos poemas y canciones infantiles que Lorca componía, heredero de ese acervo cultural que el folclore andaluz le proporcionaba, han inspirado unas ilustraciones con una reveladora influencia modernista, aludiendo a metáforas sutiles que la escritura de Lorca refleja con tanta delicadeza. Las influencias de Erik Johansson, Ofran Amit o de Tyson Grumm parecen estar en estos trabajos de Gabriel Pachecho, cuyas texturas y colores destacan por su melancólicas atmósferas, por unos espacios grises y apagados que contrastan con la belleza de las figuras. Acorde con la nostalgia y la fragilidad que desprenden poemas como Paisaje o Cancioncilla sevillana, por primera vez se reivindica el valor transcendental a estos poemas de Lorca que, aparentemente sencillos, demuestran el oficio y la sensibilidad del poeta andaluz, su forma preciosista y trágica al mismo tiempo de mirar al mundo: "Mamá./ Yo quiero ser de agua./ Hijo, / tendrás mucho frío./ Mamá./ Bórdame en tu almohada" (pág. 9).

   Los poemas infantiles de García Lorca no son una obra menor y es precisamente la sensibilidad pictórica de Pacheco la que rescata ese valor enigmático, premonitorio y triste de estos versos. Como si se tratara de mosaicos e iconos bizantinos, esas pinturas aportan su propio lenguaje, encierran su propia moraleja, consagran su personal acertijo a los poemas, logrando que pintura y palabra sean un solo lenguaje, un armónico conjunto de sensaciones que nos interroga sobre la infancia como un espacio en el que la inocencia también tiene su frágil consistencia, pues, en ocasiones, no deja de ser una vivencia premonitoria del dolor y de la muerte: "Si muero,/ dejad el balcón abierto./ El niño come naranjas./ (Desde mi balcón lo veo)/ El segador siega el trigo./ (Desde mi balcón lo siento)/ ¡Si muero,/ dejad el balcón abierto!" (pág. 31).
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Mujeres, hombres y viceversa

El chonismo frente a la dura realidad social


Mi artículo en Mundiario sobre MYHYV.


   Yo no soy ese chico de mandíbula cuadrada que se sienta en el trono de Mujeres, hombres y viceversa. Ni nunca lo seré. Ni tendré ese cuerpo de Ken, ni esos músculos inoculados. Qué envidia da verlos; a las doce de la mañana, oliendo ya a colonia. A mí me gusta Mujeres y Hombres porque al fin la televisión nos hace iguales a todos, a los niños de la privada y a los niños de la pública. Igualmente cutres. Los guionistas tienen que mirárselo. Hay culebrones en Primero de ESO más interesantes que los que aquí se narran, pero da gusto verlos, con sus horas de peluquería y sus aceites en esas facciones arias e inmaculadas.

   Y ellas, como vírgenes vestales, esperando a que el macho cabrío se decida. No puedo imaginar que unas chicas así, tan bien provistas y chonis, puedan estar meses sin conocer varón. Qué desperdicio. Yo, si estuviera así de buena, me encerraría en casa conmigo misma. Pero la tele es así, hace posible lo que es imposible y tenemos que creernos que a modelazos así les importa mucho el interior de cada persona. Un insulto a la genética porque, ante cuerpos de esa naturaleza, solamente nos queda alabar su orden celular y dejarse el platonismo entre cama y cama para tomar aliento.

   Lo mejor es esa audiencia que, como yo, está convencida de que tanta belleza en un plató es siempre mejor que esta inmundicia de realidad a la que nos enfrentamos cada día, deprimente y europeísta, donde si trabajas como un esclavo estás de suerte. En Mujeres, Hombres y viceversa, los chicos y chicas no tienen problemas ni preocupaciones, salvo el modelito de Mango y los presuntos cuernos que se llevan tronistas y pretendientas. Un lujo de vida donde no hay más allá que ser choni, brindar al cielo con un buen escote y aguantar lo suficiente en el programa para que te salga un Interviú o un Gran Hermano.

   Telecinco es así y me alegro. Porque la gente que conozco, la que deambula por las calles mirando al suelo, la que compra en la carnicería de la esquina y muchos estudiantes necesitan a estos jóvenes que muestran la aspiración máxima a la que todos querríamos llegar en el fondo: estar bueno. Frases como “lo importante está en el interior” han llenado nuestra vida de luteranos, de políticos y de cantantes como Bustamante. Y, ante ese horror, no nos queda otra que pedir presupuesto para una buena cirugía estética, para que, antes de que nos coman los gusanos, podamos hacer bolos en Pachá y ligar con todo lo que se menea. Yo quiero ser un chico de mandíbula cuadrada. Mejor, quiero ser Steisy.
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jueves, 17 de julio de 2014

Cuando Kylie Minogue era mi inquilina y llamaba a la puerta de mi dormitorio

Mi artículo en Mundiario sobre la cantante australiana Kylie Minogue.


   Una diosa es poco. Lo que puedo decir de la Minogue no es suficiente; al final se cumplen las expectativas de la inefabilidad. No me ha pasado ni con la Plath. Porque Kylie es ese referente que necesitaba Warhol, un físico que está por encima de lo físico, un aura de superficialidad que define lo que más me atrae. Esas chonis con clase que quieren evolucionar con la ropa de Desigual y asistiendo a festivales de David Guetta.

 Aún la recuerdo una madrugada, dentro del televisor, cantando su Fever. Era extraordinariamente insustancial, inmaculada como una pequeña Madonna en un retablo añoso. Kylie, recién restaurada para la frivolidad de una música que entra por los oídos como una fanfarria militar y sale por el retrete. Descansada vida, la Minogue no es menos que la Spears o la Aguilera. Tiene ese punto de mujer cuarentona que sigue las dietas del Biomanán y se gasta un pastón en darse brillo al chasis. Y es esencial que aprendamos de esta diva que a mí me parece tan representativa de un Dios que premia la falta de talento, las facciones arias y unos labios celestes.

  Yo me enamoré de la Minogue y compré todos sus discos. Ahora solamente pienso que necesito lo intrascendente porque San Juan de la Cruz no es tan sensual ni tiene cuerpo de mujer. Y la cabra tira al monte. Ojalá la Minogue fuera tronista de Mujeres, Hombres y viceversa.
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Club de lectura del IES. Tháder

   Desde hace tres años, el Departamento de Lengua Castellana y Literatura del IES. Tháder organiza un Club de Lectura con el fin de fomentar la lectura y la convivencia entre profesores y padres dentro del centro.

   Al igual que en otros institutos de nuestro país, estas propuestas culturales incentivan la lectura en muchos adultos que encuentran dificultades para disponer de un tiempo dedicado a la lectura por razones laborales en la mayor parte de los casos.

   Al club del IES. Tháder acuden no solamente padres o madres de los alumnos matriculados, sino también diversos ciudadanos con intereses artísticos y culturales, pues, en estas reuniones mensuales, se debaten temas sociales sobre algunos textos literarios. Con la participación de diversos profesores del centro, el Club de Lectura ha trabajado sobre obras de autores como Paul Auster, Miguel Delibes, Doris Lessing o J. M. Coetzee, entre otros.

   Además de promocionar el hábito de la lectura, estas reuniones son una iniciativa para abrir el centro a la ciudad ya que la educación de nuestros centros debería estar más integrada en la convivencia de los ciudadanos. Desde aquí nuestra enhorabuena a todos los integrantes de este Club que sigue abierto a cualquier persona interesada en la lectura.
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martes, 15 de julio de 2014

Piedras

  Tienes miedo a descubrirme detrás del muro. Quien te dijo que era hielo lo que yacía bajo nuestros pies, te dijo la verdad. No es hielo exactamente, sino esa albura que no deja pasar las palabras, donde todo lo que añoramos alguna vez fue nuestro, pero era insuficiente. Enfermamos y tenemos miedo a parecernos a esa piedras que reposan sobre nuestros padres.

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domingo, 13 de julio de 2014

Cuando leíamos a Alejandra Pizarnik en la Costa de los Ahogados



   Era en la unánime noche cuando decidimos leer aquellos poemas y dejaste que las olas te arrastraran hasta el rincón más oscuro de tu delirio. El silencio de las lilas aleteaba en mi tragedia del viento en el corazón. Reservamos nuestras horas para la cúpula en mansas horas para leer a Pizarnik. Los lobos, acechando el fuego, esperaron a que nuestros huesos se inflamaran de amor y drama. Tus ojos eran la entrada a un templo y los míos, ese altar destinado al sacrificio más honroso. Yo quise que, devorados por las bestias, las palabras de Alejandra durasen más allá de nosotros y de los planetas colgantes.
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Recital para la Galla Ciencia

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El Aleph que nos sedujo para besarnos hoy pacientemente

Cartas a Marta, Mundiario


   No sabías que me gustaba la carne de cocodrilo ni que secas sábanas blancas son el recuerdo de mi infancia suicida. Pero me amaste con estos defectos, impropios en una sociedad moderna como la nuestra, donde los taxistas se peinan ante los escaparates de lencería y los fariseos coleccionan muñecas hinchables bajo sus camas de agua. He querido escribirte otras líneas acerca de este mundo que se desvanece por momentos. Bajo la escalera, hoy he encontrado al Aleph y su sucesión infinita de imágenes: como que tu cuerpo y el mío abrazan la luz cenital y duermen bajo la frondosa espesura de los abedules.
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La poesía de Ted Hughes

La fuerza de la naturaleza frente a la vanidad humana


Mi reseña en Mundiario sobre la poesía de Ted Hughes.


   No soy el más indicado para analizar la poesía de Ted Hughes, salvo que lo haga desde la incertidumbre que me ha causado la lectura de El azor en el páramo, en Bartleby Editores. Quisiera felicitar la tarea ingente que habrá supuesto la traducción de este autor a Xoán Abeleira, cuya introducción, además, es extraordinariamente reveladora para percatarnos de la complejidad de un poeta como Hugues que concibe la escritura lejos de lo puramente literario.

   A partir de una serie de microcosmos, la poesía de Hughes reflexiona sobre aspectos de la existencia que ninguna religión ni orden filosófico pueden explicar con concreción. Lo poético en realidad predomina más allá del puro formalismo de figuras y ritmos, acercándonos a un pensamiento metafísico que escarba en nuestras entrañas para poner en crisis nuestra importancia en el mundo. Nuestra vanidad, nuestra supuesta supremacía en ese ordo naturalis en el que obramos, es un fraude porque lo intempestivo, la adversidad y la muerte no son propiedad de ningún hombre; nuestra influencia sobre esas acciones es nula: “Mi sangre ociosa se hiela/ Al ver cómo la alondra se esfuerza en llegar a su nibe/Escalando con dificultad/ En medio de una pesadilla/ Ascendiendo la nada (...)” (pág. 173).

   Siendo Hughes un poeta que define gran parte de su universo personal desde referentes concretos, el mundo real es su asidero para la expresión de un descarnado lirismo, lleno de sugerencias fatales sobre el destino de los hombres. El caos, el azar y la belleza como un enmascaramiento para no reconocer la crudeza del destino predominan en esta poesía. Ahora bien, como señala el propio Abeleira en su minucioso estudio introductorio, la violencia no es el tema de la poesía de Hughes, sino la amoralidad, la predestinación, la irreparable evolución de un mundo natural que, con nosotros y sin nosotros, encuentra en la germinación y en la muerte su forma de supervivencia.

   En sus versos, se comprueba que los acontecimientos trascendentales como la muerte, el sueño o la subsistencia a través del instinto existen en lo concreto, en el arduo enfrentamiento entre lo vivo y la destrucción que el paisaje provoca desde su aparente simplicidad. Ese esfuerzo por parte del lector merece la pena para profundizar en la trascendencia que la posmodernidad ha estigmatizado y ha abandonado con tanta frivolidad: “Un sacerdote procedente de otras tierras/ Tronó/Contra el brezo, las piedras negras, el agua encrespada./ Excomulgó a las nubes/ Condenó al viento/ Arrojó a las ciénagas a las tinieblas exteriores/ Fustigó a los horizontes/ Con la quijada del vacío/ Hasta quedarse sin aliento-” (pág. 249).

   Encuentro en la poesía de Hughes la necesidad de invocar lo totémico a través de un animal o un objeto con el fin de expresar esa lucha, porque para el poeta no pasa desapercibido que, en la quietud de la naturaleza, persiste lo convulso, una irremediable tendencia a la destrucción que el poeta define desde esas breves anécdotas, desde esos símbolos que, como mitos de una cultura ancestral, nos elevan a esa nueva realidad severa y difícilmente aceptable.

   Comenta Xoán Abeleira: “Lo que sí hizo (Hughes) fue poner de manifiesto las diferencias que existen entre la vida (que no es nunca la sociedad) y el mundo (que casi nunca es vida); evidenciar el creciente abismo que separa al hombre de la naturaleza (transformados en continuos adversarios, según una antigua expresión mía) y de su propia naturaleza” (pág. 27). Al igual que sucede con poetas como Rimbaud o Lautréamont, su sincera conclusión ante esa evidencia natural donde el instinto es el único orden abarcable que define la celeridad de la vida, la miseria de la muerte y el posterior silencio es lo que seduce de sus versos y lo que me priva de acercarme con mayor intuición a un análisis más riguroso.

   El mito explica, no nuestro sentido en el universo, sino nuestro abandono, nuestra indecente presencia en un mundo que transcurre y progresa más allá de nuestros actos y de nuestra inteligencia: “El chapoteo amortiguado en la laguna oscura,/ Los búhos, acallando a los maderos flotantes con un ululular/Que resonaba en mis oídos, me prevenían acerca del sueño/Que lo oscuro bajo lo oscuro de la noche había liberado/Y que venía emergiendo, escrutando, lentamente hacia mí” (pág. 119).

Enhorabuena a Xoán Abeleira y a Bartleby Editores por este trabajo.
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Al cambiar las sábanas encontré una carta de Remedios la Bella

Cartas a Marta, Mundiario


   "No quiero que me disuelvas en saliva ni en ese ácido con el que engrasas motores por simple entretenimiento. Hemos corregido las líneas que describían los pasillos del manicomio. Ahora hay escrita una balada inmemorial en ese párrafo inaudito. No quiero que laves hoy las sábanas. Los pelícanos han dormido en nuestra cama mientras nosotros, ebrios de soma, bailábamos sobre cabezas de paloma. A veces escribir sobre nuestros asuntos me parece tan apócrifo que no sé si contarte que Remedios la Bella nació debajo de nuestra casa, dentro de una hornacina. Algunas lectoras de Pavese la alabaron como a esas momias que todo el pueblo pasea por el malecón. Cada carta proviene de un sueño lleno de herbicidas y no me molesta que, con tu cara de pocos amigos, abras la boca del siluro para encontrar la luna que se tragó en la noche de los volcanes. Colorín, colorado".
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Poema II. Luz de los escombros

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Cuando los insectos almacenan el polen y Dios nos castiga

Cartas a Marta, Mundiario


   "Me encanta ver cómo manejas las armas, cómo descienden tus pulgares sobre la culata y cada caricia se aproxima a mí como una sinfónica revelación de que Dios no abandonó los desiertos. Hoy he pensado regalarte ese sujetador deportivo que anuncia una Barbie vikinga mientras leía Viento rojo, de Raymond Chandler. Encontré una asociación excitante entre la dulzura de los ojos de Ybarra y tus senos simétricos, fundados en esas colecciones insaciables de Wonderbra que tanto deslumbran en nuestro amadísimo bar irlandés.

   No leas más sobre plagas de insectos que amenazan el Pacífico. Sabes que esas investigaciones afectan a mis intestinos de yegua blanca. Si nos vemos esta noche, deja que te bese en la mácula que destaca en tu barbilla y que Ítaca nos inspire con su velamen nítido, más allá de donde vuelan los albatros y esos cormoranes de mirada adúltera. No permitiré que ningún insecto nos robe el polen".
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Sálvame y los filósofos

La hipocresía del intelectual contra la telebasura


Mi reseña en Mundiario sobre el nuevo libro de José J. Picos.


   Llevo años leyendo columnas y diatribas contra la telebasura por parte de muchos sociólogos y filósofos de renombre. Está bien esa intentona de satanizar una programación televisiva que recuerda al runrún de la corte y a los corrillos de patio. Lo que más me duele es esa actitud altiva del virtuoso que, atacando a los programas del corazón, trata a los consumidores de esos espacios como asnados y zopencos.

  Esos filósofos, tronistas de dudosa oposición en muchos departamentos universitarios, que animalizan a los televidentes de esta clase de productos (entre los que yo me incluyo, y todavía no he muerto), deberían exigir más de la clase política que ha contribuido sibilinamente a que la educación en este país, especialmente la universitaria, se convierta en una república bananera de enchufados y de alumnos hastiados, con ganas de sacar sus créditos y perder de vista las aulas, que aspirarán a lo sumo un trabajo en algún Carrefour. A lo mejor hay alguna relación entre esa pseudoformación y el tipo de espectador que aplaude a Torrente y a Jorge Javier.

  Esos escritores e intelectuales institucionales que hablan de la decadencia moral y cultural del vulgar gentío deberían apuntar a esos modelos labores que se han impuesto, donde, después de una jornada de más de diez horas fuera de casa, al trabajador solamente le apetece un bocado de algún precongelado y no pensar en nada delante de algún episodio repetido de Lo que se avecina. Que prueben esos filósofos que llevan al patíbulo a los consumidores de la telebasura lo que es estudiar la ESO en una aula pública con treinta y cinco alumnos (muchos completamente desmotivados), o trabajando en el Decathlon hora tras hora, o recogiendo almendras al sol; que lo prueben, verán qué ganas locas tienen luego de leer a Nietzche o los enigmáticos poemas de Ted Hughes.

  A estos hombres de la razón no les voy a quitar el favor de que hagan saltar en pedazos el fariseísmo y la poca chica de los realities, pero el debate está más allá de su cómoda vida de ilustrado de casino. Qué sistema educativo, qué sistema empresarial, contra los que tibiamente cargan de vez en cuando sus tintas, nos han llevado a este tipo de consumo masivo de productos vacíos e insutanciales. El pueblo, a veces, no es culpable, amigos letraheridos, sino la vida que, entre todos, y vosotros también, hemos obrado.
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Por qué no hice el amor con esa mujer que despreciaba a Lynch



   No quisiera confundirte, Marta, aunque la naturaleza del lenguaje lo es, tan prevaricadora como ese bosque que soñamos juntos donde los hombres-jabalí nos daban caza. Después nuestra hermosa carne reposaba sobre el altar de los sacrificios. Eran tiempos en los que el humo nos traspasaba y decidimos buscar otras parejas. Tú encontraste al hombre oscuro que coleccionaba ojos de cristal y yo encontré a esa joven, de pelo hostil y rojo, que rezaba en alemán prusiano. Se llamaba J. y despreciaba el cine de Lynch porque era una muchacha sensata y reacia a las metáforas. Sabía elegir su ropa de invierno y arrastraba los pies por amor a sus vecinos zombis. Con el paso del tiempo, descubrí que no estaba hecho para esa mujer que odiaba la ópera de mi cineasta amado y que concluía las visitas al zoo comprando zanahorias para los hombres jabalí que ocupaban esa jaula última y fruto de los antojos.
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Leyendo Hijo de Satanás mientras pienso en los tejones, amiga

Cartas a Marta, Mundiario



   Leyendo Hijo de Satanás, intentabas incendiar la cocina donde nos besamos la primera vez. Era la pasión por la lectura lo que nos consumió sobre la encimera como dos tejones en celo. El cielo amarillento nos revivió del letargo inmediato. Quisimos que la prueba no durara demasiado, pero el líquen crecía sobre nuestra espalda y anunciaba nuestra muerte violenta, separada del mar y de las águilas feroces. Me encantaba leer a Bukowski y que los perros se arrimaran a nuestra cocina.

  Cuando prendas el fuego por fin, recuérdame que lea este poema que alguien ha tatuado sobre mis vértebras, querida amiga y profesora.
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Orihuela celebró sus primeras conferencias Pecha Kucha

Mi artículo publicado en Mundiario sobre el primer Pecha Kucha en Orihuela.


   ¿Qué es Pecha Kucha? El Pecha Kucha es un sistema de conferencias que se celebra en más de 600 ciudades del mundo. Consiste en una sesión de ponencias en las que cada participante expone su idea, proyecto o actividad con 20 imágenes x 20 segundos cada una; en un total de 6min 40seg. A los ponentes se les denomina speakers, profesionales y amateurs de alta transmisión de cultura y conocimiento.

   El pasado miércoles 18 de junio se celebró el primer Pecha Kucha en la ciudad de Orihuela a cargo de la dirección de Concha Montijano y María José Marcos. La creatividad, los blogs, la gestión cultural, la fotografía, la arquitectura y la moda fueron algunos de los temas que los speakers propusieron en sus intervenciones. La dinámica del Pecha Kucha permite una mayor concentración de la información en poco tiempo y mayor intensidad en la recepción por parte del espectador. El coach Ginés Alcántara, el arquitecto Javier Peña Galiano y la experta en moda, Leticia Varó, fueron speakers relevantes en esta primera feria de exposiciones creada hace unos años por arquitectos japoneses y que ahora se realiza en numerosas capitales del mundo.

   Este tipo de iniciativas nos permite interpretar de forma lúdica la cultura y la creatividad en áreas del diseño y el arte. La actividad está dirigida a un público que busca otro tipo de ocio donde la curiosidad y el entretenimiento sean realidades simultáneas en el proceso de información .Enhorabuena a las organizadoras y esperemos que este Pecha Kucha sea el primer motor de otra serie de actividades que promuevan el intercambio de pensamientos creativos entre ciudades.
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Cuando se retiren las aguas y los incendios recorran la senda

Cartas a Marta, Mundiario

Fotografía de Pati Gagarin

   Cuando se retiren las aguas y el cuerpo se muestre como un tótem, dejarás de ansiar el alabastro. Un círculo de piedra nos rodeará, pues provenimos de las tobas. Los cielos se fundirán con la cúpula de ramas. Buscaremos el mismo pozo y la oscuridad nos anegará. La densa sombra huirá hacia los objetos que alguna vez formaron parte de nuestros recuerdos. Verás que trabajar la luz es una condena cuando se retiren las aguas y los senderos haya nuevamente que escribirlos.
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Una semana con Buchú en Mundiario

Artículo sobre la presentación de mi cuento infantil Una semana con Buchú en Mundiario.

Una semana con Buchú en Petronila Ysuscosicas
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Resucita con este dios que veneran los cormoranes ciegos

Cartas a Marta, Mundiario

Fotografía de Pati Gagarin

   Se agitan las visiones y las mujeres que visitaron Molley Brave se hunden en las aguas. Las bañeras rebosan y los cormoranes ciegos andan al acecho en las esquinas de Valley icon, donde traficábamos con las pieles de zarigüeya y con los corales. Los perros de los invernaderos salen al encuentro del profeta y tú, Marta, que recuentas los pájaros disecados, no conoces nada de los efectos de nuestro líquido. En los callejones estrechos, las luciérnagas caen fulminadas y la ceniza se sirve en caros menús de autopista. Marta, brinda por mí y espera a que otro dios renuncie a la vida para salvarte.
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Si logras que los payasos regresen a mi jaula, te besaré

Cartas a Marta, Mundiario

Fotografía de Pati Gagarin

   Los payasos devoran la carroña y cumplen años bajo los saledizos de algunos estuarios. En los prostíbulos, cerdos y mendigos brindan con soma y las escaleras se precipitan al vacío. No soy Dalí, soy el octavo pasajero. La carcoma termina con el bosque sobre el que escribí en tu piel. Los animales de plumas luchan contra la oscuridad y mueren los oficinistas por aburrimiento. Esta ciudad no es tuya. El cetro que nos gobierna pertenece al Rey pingüino. Odias ese cargo, odias a ese hombre. Los hielos se funden y las focas del zoo mueren por el calor que desprende el mármol. No queda tiempo. No tienes tiempo. Luchas y caes, y las señoritas de algunas agencias borran tu nombre de sus listas.
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Cuando sueño contigo después de una dosis de surrealismo

Cartas a Marta, Mundiario

Fotografía de Pati Gagarin

   Las niñas de Inland lavan sus cabellos en los estuarios. Los bosques donde se escondían han sido barridos del mapa. Lo que me prometieron no lo han cumplido; han seguido jugando al pollito inglés sobre los vidrios. No mastico ese tipo de escenas. Las focas caen de los trapecios y la palabra "oso" proviene de "ursus", aunque las islas se hundan y esas niñas de Inland insistan en ponerse cara a la pared para no estudiar gramática. Tuve una vez una corazonada: y si estas niñas fueran el mismísimo diablo y les diera por quemar las lencerías de Danton. Qué iba a ser de esas mujeres con cuerpo de gacela que beben en los charcos para que disfrutemos de la belleza de sus vértebras.
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