No lucho contra tus señales de fuego. Las rocas se almacenan detrás de la puerta y los niños suben a los carros. Las muchachas se pintan rojas caras draconianas. Los peces salen del cieno y los creacionistas miran a las estrellas que alcanzan las ondas de los lagos calcáreos. No he querido darte esa moneda de diez por miedo a que me fundieras con tus pupilas centrífugas. Hoy no podré ver Mujeres, Hombres y Viceversa, porque me has regalado una nueva colección de música wagneriana. No vuelvas a salir con esos chicos que adiestran a los buitres.
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