Fotografía de Pati Gagarin |
Comías de mi mano y, cuando estabas sumergida, esperabas a que la luz rozase la superficie. El reflejo era otra resonancia en aquel paisaje. Los incendios arrasaban el corazón del bosque. Comías de mi mano y la luz era blanca. Los caballos, distraídos por el humo capcioso, nos esperaban cerca de los aljibes, pero estabas ausente, porque eras el reflejo que imaginé mientras encendía la cerilla. Por entonces el bosque era azul y los animales sencillamente espléndidos.
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