martes, 29 de agosto de 2017

Rodrigo Rey Rosa explica la violencia en Sudamérica en El material humano

  Leerlo ha sido toda una lección de escritura. Esta novela, publicada por Alfaguara, es la muestra clara de cómo un archivo policial encierra una serie microhistorias que permiten a Rodrigo Rey Rosa la creación de un relato en el que existen dos niveles de narración fundamentales: la propia historia personal y detectivesca que genera el protagonista  y la sucesión de biografías truncadas de las que se acreditan algunas notas en el Archivo de La Isla.

  No me gusta la palabra "intención" para describir una novela. ¿Existe una denuncia explícita en este relato a la represión política? Sin duda, pero la arena no es Guatemala solamente, sino que ese país es metáfora de unas prácticas generalizadas en la construcción de muchos Estados fallidos.

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 Sorprende la agilidad de una prosa sin ornamentos, pero llena de barroquismo y ese barroquismo es el silencio; la sobria descripción de una sociedad que vive en el recelo, en la paranoia que genera el miedo proveniente de las propias instituciones que presuntamente han de preservar la integridad del individuo.
 El mayor talento, sin embargo, reside en esa mezcolanza en la que textos administrativos se combinan con una especie de diario personal, una épica de la soledad y del riesgo del héroe anónimo que pretende sacar a la luz la verdad de los acontecimientos.
  Ese carácter heterodoxo contribuye a que la novela articule vidas que mueren y nacen a partir de la indagación del protagonista, cuyo perfil de detective de novela negra, intensifica la propia naturaleza enigmática y estigmatizada del mundo que le rodea.
  El material humano es precisamente eso, una revisión histórica de las víctimas de un régimen militar que se atribuye el don de la infalibilidad al mismo tiempo que el de la corrupción y donde los seres humanos son meros objetos, material de deshecho que resurge en literatura.
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martes, 1 de agosto de 2017

Analizamos la novela de Sara Mesa, Cicatriz: elpeligro de las relaciones a distancia

La novela de Sara Mesa es radiante al principio especialmente. Buen lenguaje, buena técnica, un intrigante comienzo que nos prepara para la relación que mantienen dos personas que solo se conocen a través de un foro literario.
No se han visto jamás, pero los correos y las llamadas se suceden para hablarnos de dos perfiles psicológicos en los que la devoción por la literatura parece un pretexto para explicar algunos de los problemas sociales y morales que caracterizan a este artefacto consumista que se ha llamado "posmodernidad": la apatía, el hastío y una carencia de euforia vital arrastran a Sonia y a Knut a un juego de atracción y recelos en el que la emoción vital se mueve entre el debate literario y la necesidad de transgredir las normas sociales.
¿Se aman? ¿Se odian? ¿Hasta qué punto esa relación puede conducirles al desastre?
Lo que atrae de esta novela es su cruce de voces, trepidante y lleno de suspense, y un detallismo enfermizo en la descripción de pequeñas obsesiones que conducen a entender mejor al personaje de Sonia, incapaz de deshacerse del vértigo y la excitación que le produce su dependencia hacia Knut, un ser que vive en la marginalidad del sistema y que consagra su vida a la lectura y a la soledad como refugio.
El lenguaje sobrio suscita esa percepción crítica de una sociedad marcada por la enfermedad de las rutinas y las convenciones. Sonia descubre, en esta otra vida, una forma de respirar y de convencerse de que puede escribir.
Las referencias a temas morales y filosóficos que se desprenden de la revisión de algunos autores nutre esa doble dimensión en la que vive Sonia, traslación de esa doble identidad en la que vive el propio creador donde los demonios de la literatura conviven con la serena y monótona contemplación de su propia existencia al margen de la literatura.
Muy recomendable.



Cicatriz./ Anagrama


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