Todo suicidio es virgen y los payasos lo saben. Por esa razón, aman las figuraciones con lencería blanca y meriendan en los patios en los que las quinceañeras se asoman para conversar con el delgado viento. Los alambres se anillan alrededor de los meñiques y los payasos exploran el dolor de la incisión. No caminan los bueyes por estos lares y comentan los payasos que el maquillaje los ahuyenta como ahuyentan todos los espectros.
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