miércoles, 28 de octubre de 2015

¿Una vicepresidenta como Soraya puede ir a un programa como El Hormiguero?



  La derecha tiene su lógica y la derecha debe ser gris, insustancial y pragmática. A veces los países necesitan a la derecha cuando las izquierdas se fragmentan y se vuelven opacas o corruptas. Me preocupa que la derecha del PP imite al PSOE de ZP, que pensaba más en la imagen que en el condumio, y considere que salir en El Hormiguero sea una manera de ganar votos.

  Lo de Soraya y Pablo Motos anoche es la consagración de un fracaso en la política comunicativa del Gobierno y de otros Gobiernos que salen en Telecinco y en Antena 3 para promocionarse, mientras la Televisión Pública, que pagamos todos, se muere del asco.

  Que Soraya bailara, que Soraya tuviera el mismo gesto que cuando me hace efecto el Bífidus y decidiera ir a un programa que es un calco infantil y monótono de los espléndidos magacines americanos me encabrona. Significa que la derecha anda perdida y que la política es postureo; una falsificación de lo que ha de ser una gestión seria, dispuesta a batirse en la crítica, dando la cara a los periodistas y no detrás de un plasma.

  Pero esta derecha es una derecha socialista, porque ha mantenido la industria de sus enchufados en todas las Autonomías, prescindiendo de médicos y profesores, porque no ha querido desprenderse de sus estirpes corruptas en sus diversos feudos, porque no termina de condenar a Rato ni a Bárcenas. Si la derecha va a la televisión, ya no es derecha, ni centro, sino esa izquierda flow, la de Pedro Sánchez, que telefonea a Sálvame y baila en los mítines. Lo que me preocupa de verdad no es que el PP pierda las elecciones después de lo acontecido en El Hormiguero. Lo que me entristece es que no hay alternativa. No hay nada ni antes ni después.

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