miércoles, 28 de octubre de 2015

Memoria de una escritura: cuando el poeta W. H. Auden soñaba con W. B. Yeats



   Que la palabra evoca aquello que nos acecha y nos atenaza, aquello que, tras la incertidumbre, descifra un recóndito sentimiento de nostalgia, de no pertenecer a la realidad que no nos satisface, parecen vislumbrarse en los versos de Auden; su versatilidad a la hora de asimilar los clásicos así como las vanguardias dotan a algunos de sus poemas de un tono elegiaco donde es perceptible la modernidad, el verso austero y unas metáforas catalizadoras de espejismos, a veces de tal crudeza que su profundidad se debe a sus matices intranquilos y tortuosos más que a su reflexión existencialista.

  Algo me sucede con su poema dedicado a Yeats (En memoria de W. B. Yeats), una elegía tan hermosa como poco recordada en algunos de los estudios sobre Auden. La exaltación de lo telúrico, la razón del dolor como único motivo para sobrevivir por la palabra y la belleza del lenguaje para transfigurar el mundo en una mera imagen conciliadora entre hombre y muerte surgen en este poema, del que no puedo desprenderme y al que debo invitaros. Bastan estos versos traducidos por Jordi Doce para saber del oficio chamánico de Auden: "Lejos de su dolencia/ Los lobos recorrían los bosques de coníferas/ Y al río campesino seguían sin tentarle los muelles elegantes;/ Gracias al luto de las lenguas/ La muerte del poeta no llegó a sus poemas".

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