Lo acompañaron hasta el final del promontorio. La luz los sacudía y la mujer, tras escupir el vino, determinó empujarlo. La luz los sacudía y los fresnos vibraban en la hora crepuscular, cuando todos los animales reposaban antes de girar en la oscura bruma que los cerniría. La mujer se calzó las botas lentamente y el cuerpo del hombre yacía sobre las piedras y los otros que también miraban aspiraban el polvo iluminado.
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