Eclecticismo y vanguardia en un disco único
No podemos afirmar que, en Serendipity, la música de John Martyn sea circular o reiterativa, aunque algunas de sus melodías persistan en cierta nostalgia del pop más primitivo. Serendipity es un viaje por diferentes maneras rupturistas de crear música, sin renunciar nunca a lo emocional, a esas visibles connotaciones que encogen el corazón cuando la atmósfera no asfixia la letra y cuando el riesgo es un talante preciosista, pero con la suficiente verosimilitud para que el escapismo al escucharlo sea un hecho consumado.
Sus canciones parecen esenciales, simples, sin demasiados ornamentos, pero es la calidez de esos matices del jazz y del country lo que lo hacen tan genuino; interpretaciones libres, buscando la trascendencia de los espacios que el sonido crea realmente, como si las resonancias generasen un volumen tangible que supera a la voz. Lo instrumental no es prioritario, sino que es la elegante forma de conciliar nuestra experiencia del mundo con esa ingravidez, con la ausencia de nerviosismo, de presión, de estrés, de racionalidad que nos infligen otros géneros. Serendipity: An Introduction To John Martyn, editado en 1998, sigue siendo un disco moderno por su eclecticismo, por el ansia rupturista, sin ser despiadado con la tradición del folk y el clasicismo de algunas melodías embriagadoras. No hay nada de Dylan, pero lo parece. Un aroma a Seeger se mezcla con ese fondo de Pink Floyd que generan algunas canciones. Y eso lo hace inolvidable y evolutivo.
Nada más que decir a un disco que llena algunas tardes de soledad y escritura.
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