Microrrelatos, Mundiario.
Dibujo de Scott Campbell. |
No puedo creer que te levantes tras la ensoñación, con ganas de disparar a esos pingüinos que descienden por la rampa. Han traído las peores noticias de nuestros espejismos; no queda ningún arma con la que violentar al demonio blanco, al demonio que nutre el polvo del aire.
Los niños pisan la ceniza de las calaveras y duermen sobre las balaustradas del plomo. Han visto morir atropellado a Gaudí y al filósofo estoico que contaba conejos al atardecer; conejos que huían de los mataderos, conejos que se regalaban con una cinta lila a las señoritas de Aviñón, a las que morían de jóvenes y simpáticas bajo la tenue luz roja de las lamparillas de papel.
En los mercados, el pescado era tripudo y hediondo, restos del nácar que consumen los moluscos centenarios.
No puedo creer que te levantes, sensualmente mortal, con ganas de estudiar el Complemento Predicativo. Porque lo tuyo es desnudarte bajo la sencilla luna de estraza que apolillan los versos absurdos y estas palabras extraídas de la pipa de Kif. Ama y muere como todos esos pingüinos.
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