Asisto sobrecogido a los debates políticos de algunos canales televisivos donde califican de Frente Popular y de anarquistas a las posibles coaliciones entre PSOE y diversas plataformas ciudadanas con tal de quitarle el gobierno al PP. Quizá no les falte razón a muchos tertulianos afines a la derecha cuando temen que muchas de las inversiones internacionales pueden truncarse, si el mapa político queda bajo una ingente fragmentación de gobiernos tripartitos en ayuntamientos y Comunidades.
Lo que me parece terrible es que no haya ningún sentido de autocrítica hacia el PP o hacia el PSOE. Si los próximos gobiernos no gestionan con consenso los impuestos y si además el endeudamiento público se hace inasumible, los responsables serán sobre todo aquellos que han conducido al país a esta balcanización de partidos y plataformas.
Porque la corrupción y su exhibicionismo ha sido letal para la política de esta nación, incurable, un estigma peor que los últimos años del felipismo. Ya hay otra "herencia recibida" con nombres y apellidos que ha consentido que el bipartidismo, una forma de gobierno eficaz y estable `para cualquier país, estalle por los aires. Porque no sólo de pan vive el hombre y sorprende que algunos intelectuales y periodistas no se atrevan a declarar que ha sido la corrupción lo que determinará incluso el próximo caos en el Congreso. Que, a nivel nacional, la posible recuperación económica sea una utopía cuando el PP pierda la mayoría y el PSOE ni la huela.
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