miércoles, 28 de octubre de 2015

Con la muerte de Carmen Balcells desaparece una forma innovadora de editar



   La muerte de Carmen Balcells supone personalmente la desaparición de una forma de editar basada en la apuesta firme por obras innovadoras y llenas de controversia temática y formal. A esta agente literaria debemos que Cien años de soledad viera la luz después de un periplo por editoriales que encontraron en el manuscrito de Gabo una literatura impenetrable. Balcells apostó por los autores del "boom", por aquellos autores que habían bebido de Faulkner y de Dos Passos, por una literatura que se inspiraba en la vanguardias y en los mitos ancestrales.

   Hoy, por desgracia, es impensable que los agentes literarios se comporten como hizo la Balcells. Algunas editoriales pequeñas parecen apostar por jóvenes autores que buscan la novedad y el inconformismo, pero la mayor parte de agentes y editoriales han sucumbido a la lasitud y a la desidia con tal de mantener su empresa a flote, sin arriesgar y dar oportunidades a manuscritos que buscan un punto de inflexión en un mundo literario, anquilosado en novelas exóticas, de viajes y en productos que recuerdan a María Dueñas o al negro de algunas presentadoras de magazine.

   Hoy en día, circulan obras magníficas en cuanto a elaboración y temática, políticamente incorrectas y llenas de visionarios mensajes que denuncian la crisis de nuestra posmodernidad. Me llegan muchos manuscritos, pues colaboro con una editorial humilde, Neopàtria, en la edición de algunos proyectos de estos escritores, que son de una notable ruptura, nada convencionales. Sus obras van saliendo poco a poco, pero somos editoriales pequeñas, con problemas de distribución, y ya no quedan Balcells que den un golpe en la mesa y manden a tomar por saco tanta memez de libro.

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