Foto de Estela Carregalo. |
En tu boca desaparece la sed y los ojos que ansían este mundo rechazan el vuelo de mi mano sobre tu frente. El rastro oscuro sobre la nieve conduce a las casa del lago. Los pájaros dejan que la lluvia se refugie entre sus plumas. Nada sucede, salvo la sucesión de olas. Emigran sábanas blancas con el leve empuje de la brisa hasta los patios donde las mujeres a escondidas cuidadosamente se besan.
Todo espacio es evidente cuando el crepúsculo surge entre el hueco de tus dedos. Luz que perece tras el giro suave de tus muñecas, enrojecidas, preciosa planta del sándalo cosida en la seda que desvistes. No somos más que esa frágil consistencia que se eleva tras el sonido de las aguas. El sol del alabastro, una vez que se derrama, es olvidado noche tras noche.
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