León come gamba, plato del concursante Alberto. |
Estoy hasta los ... Decepcionante, frustrante, denigrante y todos los adjetivos posibles acabados con el sufijo -ante para expresar mi repulsa al casting de Masterchef, hecho con una malévola intencionalidad de sacar a la luz perfiles de concursantes más propios de un polígrafo de Sálvame que de un programa de entretenimiento y dirigido a toda la familia.
Lo que viví delante del televisor el pasado martes no tiene nombre. Bueno, sí lo tiene. Se llama, por ejemplo, deshumanización. Me lo veía venir. No era normal que un concursante llamado Alberto, estudiante de Medicina, completamente infantilizado, tuviera más totales y más protagonismo en el programa que el resto de concursantes. Y claro, al final sucede. Lo que mola, lo que da pasta, es que los prestigiosos cocineros que actúan como jurado se pongan el mono de trabajo de Belén Esteban y Kiko Matamoros. Y los fuegos artificiales comenzaron. Alberto cocinó, bueno, peló, una patata a la que le dibujó dos ojos y le puso pimiento frito alrededor para simular una cabeza de león.
El plato "leóncomegamba" y su "ejecutor" se convirtieron en el objeto de una degradación totalmente buscada, con toda la intencionalidad manifiesta de crear un nuevo síntoma de expectación ante el concurso, que resulta ya bastante repetitivo. Y Alberto, ante la sentencia de los jueces, como descarriado preso ante el pelotón de fusilamiento, se hundió y lloró, y Eva González lo abrazó y a Jordi Cruz solamente faltó besarlo. Un pasteleo que no recuerda nadie, porque lo interesante fue el sacrificio en el ruedo, la sentencia de muerte en el coliseo.
A partir de ahora, MasterChef va a tener difícil superar ese momento Sálvame, ese momento "quien me pone la pierna encima para que no levante cabeza", ese momento "Papá, llama", ese momento "Yo, por mi hija, mato". Qué le vamos a hacer. Al final todo y todos tienen un precio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu Opinión es Importante, Deja Tu Comentario: