lunes, 18 de noviembre de 2013

Literatura infantil para mayores

Mi reseña en Mundiario sobre Cuentos como pulgas, de Beatriz Osés. Editorial Kalandraka.

PREMIO LAZARILLO DE LITERATURA INFANTIL 2007.

Reseña | Fuente: Mundiario

    Kalandraka acaba de publicar una obra que se mueve entre el aire de la infancia y la compleja ingeniería que sugiere la adivinanza, el retruécano y las paradojas. Cuentos como pulgas, Premio Lazarillo de creación literaria en 2006, nos muestra un bestiario en el que, a modo de microcuentos, una serie de animales desarrolla una historia personal movida por la inocencia, por la hazaña y por el propio lenguaje que consiente la belleza formal de un ritmo cadencioso, nutrido por metáforas que nos introducen en breves historias de una gran profundidad poética: “El ruido hipnótico del agua abierta sobre la superficie de la bañera despierta a los animales de las tuberías. Mientras te bañas, se asoma la aleta del tiburón que traza giros vertiginosos en el desagüe, (…)”. (pág. 9).

    Lo que caracteriza el estilo de Osés es su precisa concisión del lenguaje para denotar mundos complejos desde lo cotidiano, desde referentes reconocibles que nos circundan: manteles, trampolines, columpios, grifos, duchas, espejos. Esos objetos son utilizados por una fauna, afín a las formas volubles, a la música, a graciosos insectos, con el fin de despertar en nosotros esa inversión del mundo real donde los animales, con sus pueriles y disparatadas disertaciones, actúan como niños: “Las lagartijas habían hecho un curso de papiroflexia porque querían volar y llegar hasta el sol … Aquella mañana todas se habían montado entusiasmadas en el avión de papel que habían fabricado en los últimos meses”. (pág. 22).

    Lo poético reside en la evocación de situaciones insólitas donde los animales irrumpen con naturalidad, afanosos por hacer realidad sus sueños, como si en la voz de Osés existiera esa necesidad de recuperar la fantasía que aviva el imaginario de los niños frente a un mundo frustrante y monótono: “La gallina puso un huevo cuadrado. De su interior, al cabo de algún tiempo, salió un hipopótamo pequeñito… Madre e hijo se reconocieron al momento y se fundieron en un abrazo” (pág. 30).

   Las ilustraciones de Miguel Ángel Díez refuerzan el significado poético de Osés. Las posibilidades de sus texturas crean un discurso por sí solo. En ocasiones, estas ilustraciones son explícitas, pues complementan la prosa sutil de la autora. Otras veces, aportan la particularidad de un referente, una pincelada, un detalle nimio que nos obliga a reconstruir la realidad imaginada por cada uno de estos animales, acompañándonos a las infinitas posibilidades que el texto literario produce ante el desencanto: “Después, con elegancia extrema, el hipopótamo se zambulló en el agua”. (pág. 15).

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