domingo, 17 de noviembre de 2013

Fragmento de mi novela juvenil, Rostros de tiza


Hace tiempo que ella ya no sueña con el mar. Oye el
claxon de un coche, camina con clase, disfruta al exhibir
sus piernas altas y delgadas, y, sobre todo, sus botas. «Da
asco que la gente sea tan civilizada» –murmura, mientras su
corazón bombea deprisa–. Se acerca hasta él y permanece
callada, aunque desearía, con todas sus ganas, echarle en
cara que le recuerda demasiado a su padre y ella odia a su
padre. Pero el Erizo la obliga a besarle y Mónica presiente
que desciende a los infiernos.
Hace tiempo que ella, al contrario de Elena, no sueña
con el mar, aunque el mar pertenezca a los náufragos.


Rostros de tiza. Editorial Germania, 2012.

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