claxon de un coche, camina con clase, disfruta al exhibir
sus piernas altas y delgadas, y, sobre todo, sus botas. «Da
asco que la gente sea tan civilizada» –murmura, mientras su
corazón bombea deprisa–. Se acerca hasta él y permanece
callada, aunque desearía, con todas sus ganas, echarle en
cara que le recuerda demasiado a su padre y ella odia a su
padre. Pero el Erizo la obliga a besarle y Mónica presiente
que desciende a los infiernos.
Hace tiempo que ella, al contrario de Elena, no sueña
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