"Alan Moore es el mundo de un autor".
Que Alan Moore cambió la vida de muchos de nosotros ha sido el propósito de su poética fragmentaria y universal al mismo tiempo. Sucedió conmigo. Su obsesiva tribulación a la hora de reconciliar lo fantástico con las realidades sociales convulsas y turbias que nos subyugan ha difuminado su carnalidad de creador en una esencia-espectro que ha hecho del propio narrador un pensamiento simbólico exclusivo, una experiencia llena de complejidades mitológicas y de referencias metaliterarias que transpiran en sus cómics y novelas gráficas. Alan Moore es el mundo de un autor.
Toda su obra se basa en la necesidad de derrotar a los héroes convencionales, inmortalizándolos como hombres de carne y hueso (V, de Vendetta, Watchmen, Wild C.A.T.S), y de establecer analogías estéticas con lo científico, que asciende a una calidad literaria en la que el lector se siente inmerso en la mística de un universo calculado para que lo fantástico sea posible y racional (From Hell).
Su Batman, sus Watchmen o sus asesinos presentan un aura mística en un mundo terrenal que no los necesita, que los desprecia, pues Moore es consciente de la frivolidad con que la posmodernidad ha tratado los misterios de la mitología clásica, la orfebrería de la literatura romántica y el cine con intenciones de cautivar y trascender. Así que Alan Moore fusiona todos los discursos para crear un texto intercultural, heterodoxo, donde se respira la atmósfera del cine negro americano y las nuevas teorías científicas en torno a la expansión del universo. Y eso es sencillamente maravilloso. Pero siempre con ese halo frustrante donde la perdición ha de ser el único horizonte de expectativas para sus inmortales personajes.
El contenido de sus guiones atenaza la conciencia social y moral de los órdenes democráticos, revelando las miserias de la corrupción y el agotamiento de las utopías. Desde Alan Moore el cómic ha dejado de ser un relato de la aventura para convertirse en una reflexión poética y política del sentido del héroe y sus hazañas. En un mundo que interpretan los medios para sus fines ideológicos y comerciales, Batman es una histriónica apariencia, cuyo sentido de la justicia sobrevive en su propia fantasía así ocurre con los superhéroes de The Watchmen. La anarquía y la lírica nos pueden rescatar momentáneamente de esa condenada realidad. V lo sabe, como Rorschach y su máscara de oscuros fluidos que emergen sobre la tela y se extinguen en un zigzagueo incontrolable.
No entiendo que los docentes se resistan a explicar el lenguaje de Alan Moore. No entiendo que las programaciones de institutos y universidades prescindan del talento y de la exquisitez de su discurso. Pero sucede también con Poe, con Dostoievski y otros creadores. Ahora no toca ese debate. Entiendo las adaptaciones filmográficas de las obras de Moore, las continuas reediciones de sus novelas gráficas por inspiradoras para cualquier artista contemporáneo. Entiendo que Alan Moore permanezca, con su luenga barba, en un anonimato misterioso, como su Dr. Manhattan, aguardando a que esa fuerza energética que mueve poesía y ciencia lo embriague nuevamente para crear sus mundos paralelos.
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