¿Por qué nuestros alumnos deberían leer a un autor como Poe?
Mi reflexión en Mundiario sobre la literatura de Edgar Allan Poe.
Sus cuentos en el aula de un país perdido.
Sus cuentos en el aula de un país perdido.
Reseña | Fuente: Mundiario |
El actual Currículo Oficial de ESO y Bachillerato parecen haber olvidado con intención a autores como Edgar Allan Poe, cuya obra literaria ha influido de forma trascendente en la narrativa contemporánea y en la producción de creadores audiovisuales como Mark Romanek.
Su estética fúnebre, a la vez que evocadora de toda una serie de referencias simbólicas asociadas a lo espectral, su capacidad de síntesis para conseguir una trama argumental de enorme complejidad psicológica , o su reflexión continua a propósito del homicidio y de la culpa, han configurado una visión premonitoria y terrorífica que el cine de Guillermo del Toro, los vídeo-clips de Chris Cunningham, el cómic de Alan Moore o la literatura de Córtazar han heredado como una forma de expresión de imborrable y oscura hondura.
Frente a la modernidad del autor, nos encontramos con su distanciamiento en las aulas de institutos y universidades, sabiendo que la literatura de Poe es aún un acto de rebeldía en sí misma, al mismo tiempo que una inspirada comunicación del mundo de los vivos con el de los espectros. La atrayente morbosidad con la que nos estremece su terror psicológico nos permite introducir al alumno en la hipnótica búsqueda de lo desconocido y así también en el ejercicio de la literatura.
En estas épocas de “buenismo” literario en publicaciones juveniles donde se “fabrican” textos a gusto de un consumidor supuestamente “vulnerable” y “superficial”, se ha olvidado al lector, a ese lector que arriesga descifrando las recónditas paradojas que el alma alberga, la capacidad chamánica con que el suspense y su ejecución de muerte nos intrigan.
El lector encuentra en Poe espacios inescrutables donde el homicida y el loco aplican su perturbadora visión de las existencias. La literatura de Poe expresa la conflictividad en la que se desarrolla la convivencia humana, la traumática invocación al asesinato como liberación del alma, como obsesiva compulsión a la hora de reflexionar sobre todo cuanto rige un mundo donde los muertos hablan por boca de los vivos.
Esa perversa realidad literaria que ha adiestrado la escritura de tantos artistas contemporáneos perece en los actuales planes de estudio, alejando al alumno de un mundo literario apasionante, de realidades complejas en cuanto a simbolismo, suspense e incertidumbres, y de reflexivos planteamientos técnicos.
¿Por qué nuestros alumnos deberían leer a un autor como Poe? Porque su talento técnico y su lúcida prosa insertan textos analíticos y expositivos para lograr la verosimilitud de sus relatos de macabra ficción. Ejemplos históricos y dataciones dotan de realismo a relatos como El entierro prematuro donde la sensación opresiva y aterradora de ser sepultado vivo atenaza al narrador. Asimismo, las atmósferas crepusculares, en las que se sumergen los personajes homicidas, sonámbulos e insomnes, expresan ese vestigio romántico en el que el paisaje es un reflejo de nuestras obsesiones. Sus narraciones en primera persona anuncian la modernidad de un proceso discursivo en el que el asesino y el condenado son quienes componen la realidad.
El gato negro o El corazón delator describen un mundo perturbado por una visión oscura, ida y llena de antojos, pues la locura, como manifestación intuitiva y apasionada de la vida, sostiene la decadencia de unos seres confinados a asumir con mayor o menor resignación los remordimientos de sus asesinatos.
El interés por la muerte y el mundo de los aparecidos, su obsesión por la catalepsia (una enfermedad sobre la que se escribió mucho en la primera mitad del siglo XIX), el tema del doble (seguramente influido por Hoffman) contribuyen a que la literatura de Poe se convierta en un género, en una profunda reflexión sobre la mente donde la irracionalidad, la alucinación y el sentido de la culpa son también cualidades humanas por mucho que nos pese.
Las mujeres son idealizadas en la narrativa del autor, abstraídas en un mundo eminentemente romántico, más cerca de lo etéreo que de la carnalidad. Mujeres fatales, apasionadas, espectrales, rigen los espacios macilentos, sepultadas en los muros grises de edificios que, entre la realidad y el sueño, aguardan al visitante. Un ejemplo claro es La caída de la casa de Usher que, cuando leí por primera vez a mis quince años, me cautivó para siempre, al igual que El gato negro, por dos razones significativas. Por un lado, Poe había logrado convertir la fatalidad en una exquisita forma de expresar una belleza insólita y desconocida en los despojos de la memoria, en los detritus de una casa fantasmal, en la resonancia ilusionada de un asesinato. Por otro lado, Poe había convertido las ensoñaciones enfermizas en un motivo para escribir.
La vida del propio autor no está exenta de turbaciones y crisis neuróticas. Alcoholizado, sufrió toda clase de estragos económicos. Casado con su prima, Virginia Clemm, que solamente contaba con trece años y que moriría de tuberculosis ante los ojos del autor, la figura de Poe estuvo influida, en los últimos años de su vida, por un aura de malditismo y de marginalidad que lo recluyó en las calles de Baltimore a la espera de momentos de gran lucidez. Sus inconfundibles personajes y sus atmósferas opresivas, involucradas en un halo decadente, resurgen como almas condenadas buscando en la debilidad de algunos vivos un tiempo para confesar.
Poe muere el 7 de octubre de 1849 tras ser hallado en una calle de Baltimore, con ropas que no eran suyas y en un estado calamitoso, angustiado, padeciendo un febril delirio.
Si lees alguna vez sus cuentos, deberías rezar por tu alma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu Opinión es Importante, Deja Tu Comentario: