martes, 12 de noviembre de 2013

Fuga a lo real

Mi reseña en Milinviernos sobre Zhivka Baltadzhieva y la poesía de Fuga a lo real.
Madrid, Amargord, 2012.


    Conocí a Zhivka Baltadzhieva por unos versos y unas conversaciones entrecortadas en Facebook. Con el tiempo, fui sabiendo más de la labor de una creadora incesante, con una experiencia vital profunda donde su escritura esclarecía las realidades que ella había debido asumir desde el silencio político y desde la marginalidad de la escritura.

    En efecto, su escritura se mueve en los márgenes, pues el símbolo, la connotación son las únicas manifestaciones expresivas para que sean visibles el dolor, el exilio y la pérdida de cuanto significan -desde el presente- los paraísos de la infancia.

    La poesía de Fuga a lo real (Madrid, Amargord, 2012) es una forma de reinterpretar la realidad desde la soledad frustrante que significa el acto propio de la escritura; convencidos de que la realidad, aun transformada por el símbolo, sigue en su constante exclusión del hombre. No hemos nacido para pertenecer a esta realidad, se desprende de las palabras de la poetisa. Es demasiado hermosa para ser asumida por un hombre que condena su existencia a un lenguaje con imperativos y dogmas.

   Es significativa en los poemas de Zhivka Baltadzhieva esa inmersión en una naturaleza desoladora para querer transformar el mundo en un espacio habitable, sublime e hipnótico con quien escribe: “Aquí están. / Él y su perro imaginario. / Él y su mano acariciando lo imaginario. / Él y sus ojos cerrados bajo los párpados” (pág. 114).

    Pero lo real no es así y la autora es consciente de esas predecibles cualidades que percibimos de las cosas del mundo cuando la naturaleza, en su sentido romántico y hegeliano, ya no pertenece a ellas. El mundo es predecible y los discursos culturales cada vez son más homogéneos. El símbolo es lo impredecible, lo que humanamente nos permite rescatar esos paraísos perdidos: “Cereza letal,/ embebida de agua pesada,/ en la mordedura del devoto paisaje/ del Jardín del Paraíso” (pág. 62).

    Lo real que entiende el hombre desde su orden moral y político olvida a ese otro hombre, el que emprende desde el lenguaje creativo la descripción utópica de una realidad reveladora si bien la realidad insiste en ser sumisa: “El aire helado/ abulta cortinas de plomo en la mirada/ de nuestras hijas, en mi retina. / Dobrudzha,/ opaca Tristia, a fines de siglo veinte,/ intuiciones destempladas y muerte lenta” (pág. 120). La poesía es una constatación de que otros lenguajes han fracasado, pero es ese ejercicio de simbolización el que ella asume como exorcismo y, al mismo tiempo, como constatación de que existe otra realidad por franquear.

    Solamente el lenguaje poético evidencia esa carencia de asombro y lo que prevalece, con su intrincado simbólico, de ese mundo ingenuo y expectante, reside en la palabra: “Apegado a la tentativa/quedarme,/contemplando la metamorfosis/ desde dentro,/ nadando/ aguas arriba/ en la clandestinidad/ del Origen” (pág. 132).

    Calificaría a la poesía de Zhivka Baltadzhieva como poesía de la expectación, pues la autora espera a que emerjan nuevas realidades que no frustren nuestra existencia, verdaderamente sobrellevada por el asombro y las epifanías de lo poético. Es una poesía de ansiosa expectación; la voluntad infunde la visión órfica y poderosa del lenguaje a esa realidad condicionada por la racionalidad y lo pragmático: “¿Qué más delicias podría pedirle/ a la vida? Andando mi camino simple, /a solas con mi sol” (pág. 142).

    Zhivka Baltadzhieva nace en Sofía, Bulgaria, en 1947. Desde edad temprana, demuestra un gran interés por la lectura y la creación. Doctora en Filología Eslava y Lingüística Indoeuropea por la Universidad Complutense de Madrid, su obra ha sido traducida a varios idiomas.

    Fuga a lo real no solo muestra un máximo grado de madurez poética, sino también la vivencia traumática de los cambios políticos que ha sufrido la Europa del Este y que, en su lenguaje literario, prende en referentes simbólicos rotundos y desasosegantes: “Silabea la luna romana./ ¡Ni muertos! Ni muertos siquiera/ para albergar esperanza/ de resucitar” (pág. 106).

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