Entregadas al deshecho plan que los arquitectos de este trapecio tramaron, no queda nada por deducir. Los silencios extrajeron el aire de la habitación. Cada cuerpo era una impregnación de otro que dormía por los siglos. Los hoteles quedaron sumergidos y, en la profundidad, un reclamo nos atrajo. Las piernas de una de nuestras hermanas habían crecido más de lo normal. Los destellos de la vajilla la habían seducido y, ahora que dormía con otro ser, parecía más hermosa. Sería un elegante crucifixion en Polumac.
Foto de Lorca DiCorcia |
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu Opinión es Importante, Deja Tu Comentario: