Esa ciudad perteneció a los hombres de paja. Ahora, dejadla arder. En las tiendas de ultramarinos, alguien apuntó a los cráneos. El niño que lloraba bajo los neumáticos fue otro espejismo. A vivir abajo nos toca cuando las paredes de cal se desvanezcan y el mar arrase todo. Las monedas cayeron sobre los muertos. Al César lo que es del César. Las aves descienden y, en las televisiones, mariposas y ardillas celebran los disparates.
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