Golpeas la mesa sin tener en cuenta la calidad de los alimentos. No perdonas a tu padre que te hubiera levantado de la tarima y te hubiera desnudado ante los jaguares. No puedes hacer otra cosa que malgastar tus energías en estos tiempos de Orión. Una flecha cruza la pieza de carne a la que acostumbras a llamar con el nombre de Carmen o Lumán. Los jaguares están pendientes aún de los movimientos de tu espalda. No sueñes más con esa figura que usaba mal cubiertos y te trajo al mundo. Odiáte y verás la luz definitiva.
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