Los payasos se han retirado a los estuarios de Iceland. La muchedumbre reclama la llegada de los pelícanos. Están tardando demasiado este año. Ya no quedan payasos suicidas que nos alegren la noche. Los peces mueren en los fondos junto a los visionarios del psicotrópico y la literatura. Los que lavan el casco de los navíos han reído con esos payasos que visten con abrigos de nutria y matan patos en las rampas de los subterráneos. Echan de menos a los pelícanos los que traen la hojalata bajo sus pelucas. Las columnas, bautizadas con musgo, flotan en el aire cuando un visionario reza por tantas y tantas almas jocosas.
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