Los ciegos se retiran a los puentes de Dublín Bowles. Un canalla come carne de perro a escondidas. Los niños regresan de los colegios a por sus pulposas meriendas. El primer ciego cae. Una carreta abandona la aldea con cadáveres irreconocibles. No hay rastro del hombre que nos embaucó con el secreto de la nieve. De los escollos, penden arbustos con jilgueros apuntalados en las espinas. No creo en esos capitanes que disparan a las anguilas, ni en el reflejo que sobre las aguas enfermas reposa.
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