No he conseguido nada en estos años a través de la escritura, salvo cerciorarme de que la búsqueda de esos matices que recobraran la plenitud de este momento por ejemplo es en vano. Los árboles se diluyen en un aura de claridad indivisible. Las personas que se dan cita en la hierba están inmersas en esa misma nitidez que separa el cielo de la tierra. No me queda otra cosa que abandonar, dejar de resistir, ser el mero observador de esa incesante quietud que desplaza cada objeto, a cada figurante. No somos más que una mínima vibración en la devastación de cada estrella.
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