Regresa a ese sueño en el que reparas cuando conversamos sobre alguna trama de Alice Munro. Eres feliz allí, frente al muro de la madreselva. Escuchas que los cormoranes han abandonado las playas y te impacientas. Recoges esa luz mortecina en tus ojos y respiras sin embriagarte del aroma a hortensias que resiste al viento. No está sola. Deja de interpretar palabras como las que siguen.
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