En estos momentos es necesaria una literatura de conmoción que provoque en el lector una sensación profunda de complejidad, de incertidumbre, de reflexión profunda sobre sus espacios y su forma de comportarse ante esta realidad hiperestimulante. Lo que encuentro como lector, docente y crítico es una literatura de entretenimiento, una literatura histórica que satura editoriales, grandes almacenes y tiendas de ocio.
Es necesario que volvamos al lenguaje, a un análisis de su semántica a partir de una reinterpretación del mundo; la modernidad se está convirtiendo en un tabú y la historia, como sustancia de ficción, en una presa fácil. Lo poético, el sinsentido, la diversidad de estructura, el testimonio y el ensayo dentro de la propia narrativa pueden ser algunos de los horizontes de expectativas que nuestra narrativa necesita para ir más allá de lo literario y de lo simbólico. Coetzee, Lessing, Coe, López Mondéjar, Auster, por ejemplo, pueden ser algunos de estos escritores que procuran intentarlo y de qué manera.
Leyendo, de Anni Lepala |
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