Mi madre me golpeó con la vasija de las cenizas. Las serpientes cayeron del cielo y, sobre mis pies, creció la flor amarga del ahorcado. Miley estaba detrás, con la bolsa de plástico en la cabeza. Susurraba. Luego vinieron los tres hombres azules con sus peluches y me arrastraron hasta la cripta. Los pingüinos terminarían la faena. Ella se quedó junto a mi madre mientras el polvo gris se elevaba hasta el sol.
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