martes, 26 de agosto de 2014

Heridas en las pezuñas.

  Me gustabas con ese corte de pelo. Cuando me servías el café en Diary Lowry, yo ponía los intestinos sobre la mesa. El acero cruzaba el aire y las sogas colgaban de las lámparas. Era todo muy romántico y, cuando te apartabas, aparecían los rinocerontes blancos y yo, sorbiendo el mejunje, cerraba los ojos para recordar la fusta y las heridas en mis pezuñas.

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