sensualidad y malditismo en un genio de la música
Mi reseña en Mundiario sobre la música de Miles Davis.
Fotografía de Daido Moriyama |
Me comentó un profesor de música que Miles Davis había hecho de su torpeza con la trompeta una virtud inmensa y genuina. Yo no podía estar más de acuerdo. A lo que añadí que álbumes como Kind of Blue o Bitches Brew cambiaron mi vida. Aunque suene a tópico, Miles Davis consigue lo que solamente esos grandes artistas revelan con suma clarividencia; interpretar su música, su propia escritura, con aparente espontaneidad, reflexionando al mismo tiempo sobre las posibilidades de su sonido.
Tutu es una de esas grabaciones que nos devuelve al Miles Davis más psicodélico, entregado a los visos modernos de una música hipnótica, cercana, en este caso, a la música de baile, lejos de ese jazz clasicista y turbador de In a silent way o de sus primeras manifestaciones al abrigo de Charlie Parker.
Sin tener la hondura de sus discos emblemáticos, Tutu nos muestra que la música de Miles se adapta a toda clase de estilos y corrientes. Del clasicismo a la fusión. Con una necesidad constante de innovar y traspasar los límites de su propio instrumento. Esta ambición mahleriana es la que admiro tanto del artista. El sonido de su trompeta desafía cualquier moda y su maestría consigue que sus inconfundibles tonos destaquen por encima de cualquier textura.
En este disco como en Bitches Brew, parece que el acompañamiento sobra porque la melodía, la ruptura de esa melodía y la prolongación del sonido metálico, a veces henchido de estridencia, es tan sencillo y puro que sobra cualquier revestimiento para que cale en lo más hondo. Porque Miles no es predecible y, cada vez que suena, lo que llega nos parece nuevo, parece que todo está por resolver. Su música mueve a nuestro espíritu con el fin de que descifremos lo que sus ecos y silencios proyectan.
Tutu destaca por esa sensualidad imperecedera en cualquier grabación de Miles, por esa mezcla de tradición y nuevos estilos que, a veces con más desacierto que logros, ilustran un sonido increíble, autónomo, con defectos que son tan naturales e inéditos que ponen de relieve aún más la estética de su música, su constante innovación, una manera de ver el mundo que, a mí al menos, me sumerge en lo más provechoso de cualquier delirio: las imágenes que nos transportan lejos de esa basura que pisamos a la vuelta de cada esquina.
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