No mataré a esas gallinas. Solamente quieres que, en mi cabeza, habiten las peores imágenes. Me has vencido en la cama y, al alba, vinieron esos muertos que tanto añórabamos. Algunos que no reconocimos nos dieron su rostro de ceniza y, de nuestras manos, la arena cayó hasta el vacío. En un armario, sigue ese cadáver que amas y decoras con flores celestes. ¿Por qué regalaste esta postal?
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