Quiero ser los tacones de aguja de Nikki Benz. Me encantaría leerle poemas de Rimbaud al amanecer cuando el crepúsculo se enciende y su cuerpo deslumbra a los pájaros que pululan entre los lodos y la brasa. Me tiraré al Thámesis si no me besa. Pero todo es esquivo y debo aceptar que la realidad es tan miserable como esos chicos de Beverly Hills con los que sales. Pero cada vez que leo a Homero y aparece el nombre de Helena, te imagino a ti, Nikki, Nikki Benz, enrollándome como una serpiente que huye del fuego.
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