Me has vendido por una lámina de acero. Mi boca se muere por la tuya y nuestros pasos avanzan hacia el precipicio. Los árboles han sido pasto de las llamas y, en nuestro mutuo desquiciamiento, has probado la fuerza de la savia y todo ha sido más ligero. Hasta el vuelo del Fénix te ha parecido benévolo. No me desates y sigue mordiendo.
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