Lo que El Libro de las Preguntas me reveló en su momento es que debo convencerme de que el lenguaje es inútil. Como la vida. Lo que prevalece no es el objeto, ni siquiera el significado, sino el sentido que otorgo a cada cosa y del que participo para resistir a la muerte. Ahí comienza la escritura, en ese convencimiento de que la vida fluye del símbolo que asigno a la palabra. La lucha incesante por indagar en cada una de ellas no corrige el sentido de ninguno de los destinos. La palabra siempre desaparece tras la palabra. Lo que leemos es una insinuación de cuanto existe para mí como sentido. Leemos el vacío que proviene del vacío, porque, en una palabra, no concluye el mundo. No.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu Opinión es Importante, Deja Tu Comentario: