A Miguel Veyrat
La mujer es la imagen de un dios pagano que no es temor de los hombres. Lumán se descalza ante el altar de los beatos y los tullidos. Arde el bosque de la ínsula; lo penetra un ocelote en llamas, ferozmente trazado por el escriba. Quien se arranca los cabellos no heredó la paciencia de los orfebres ni de las termitas azules. Exhalan sulfuro el perro Argos y un percherón. Lumán espera su poniente antes de devorarse a sí misma. Somos la alucinación de Lumán, el atardecer de Lumán y, a la deriva de los hielos, no quedan otros signos escrutados.
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