Nos hemos sumergido en la convulsión del fuego. Las aguas nos merecen. La frontera solamente es un espacio posible para la contemplación. Abrazas el espejismo de matorrales y pálidas luces. En la noche nuestros ojos serán los ojos de la zarigüeya, zarandeados por sutiles reflejos. Enloqueceremos hasta que las fronteras sean devoradas y los perros huyan de su unánime crucifixión.
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