No temas a los piadosos que se enfrentan a sus ídolos. Hemos visto caer a una docena entre los vivos. Los niños de cera avanzan por este pasillo cogidos de la mano. Mira que ella te vigila como si fueses el delator más importante de esta región. A lo que temes es que suelte la rueda y acabe de inyectar toda la savia en la carne. Las anguilas devoran los despojos y hasta la sombra parece que, hundida en el foso, acaba en el estómago de estas criaturas. No te escondas en esa habitación; te confundirán con uno de esos niños de cera y serás consumido como otra alucinación.
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