domingo, 19 de enero de 2014

Breve apunte sobre la pintura de J.M.W. Turner

   Sobrecoge la extensión de aquellos espacios que nuestros ojos descubren parte a parte. Entregados a un mundo que el lenguaje ni siquiera puede concretar, los lienzos de Turner, ya desde sus comienzos, inciden en esa incapacidad de construir la totalidad desde nuestra percepción. Sus texturas y mezclas, los difuminados y trazos sin contornos, proponen un modelo de mundo que advierte de su completitud, de su vastedad inexplorable, de su inacabamiento.

   Quizá en ese reconocimiento de la derrota, la pintura de Turner exhibe su renuncia a la figuración, como un tributo al caos donde, sin embargo, surge un orden cuya promesa en el cuadro refleja que la realidad existe desde nuestra construcción imprecisa, por mucho que busquemos referentes y significados para sobrevivir y sobrellevar nuestra existencia.

   El vacío, la albura, la oscuridad y el origen como acumulación imposible de la materia participan de unos trazos inconstantes, sin aparente figuración, salvo algunas pistas delebles que Turner cita vagamente. Quizá sea esa indeterminación la que prospera en la belleza incierta y amenazante de su cosmovisión. El hombre, precipitado al lienzo, a los escollos de la nada, incontable, indecible y eterna, está sobrecogido porque asume su indefensión y el mundo que esta ahí fuera es siempre más poderoso, versátil e impredecible que cualquier sentimiento.

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