Hemos probado el vino amargo. Mis labios se endurecen y lo que el fuego no devora, lo devoran otros ojos. Caminamos hasta la carretera. Algo nos ha cegado antes de llegar. Rutilantes cruces sobre los barbechos. Un hombre lo exclama una y otra vez: No vendáis la piel del oso. El resto de los que caminan embozan su rostro. Sus facciones son borradas por la niebla.
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