Yo no quería jugar al fútbol, sino cazar medusas y pintar tu rostro para sumergirnos en el limbo del humo. Pero insistías en que parase el balón y yo me dediqué a mirar el espacio abisal que mantenía el vuelo de las casas y a las ocas distraídas con el péndulo de los ahorcados. Qué días raros tiene uno.
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